Remedios hizo rondas la noche siguiente, aunque esta vez era más una excusa previa para hacer tiempo ante la verdadera reunión que su tío tenía planeada. Como tantas otras noches, ella solía armarse con su abanico y varias pociones para diferentes escenarios. Esa ocasión en particular, llevaba anti-vampiros.
—Entonces planean quedarse— murmuró de la Vega cuando su sobrina terminaba de explicarle—. Estos malditos piratas, ya eran malos como humanos, ahora como monstruos son peores.
Ambos se preparaban para salir por la puerta trasera de la botica cuando la joven alquimista notó que esa noche no parecia haber demasiados serenos. Realmente, quienes estaban marchando por las calles, eran casacas rojas.
—Parece que tendremos que ser más cuidadosos esta vez— dijo el hombre mientras escondia su trabuco entre sus ropas—. Y hoy este será un último recurso.
Francisco le dio un beso a su cuero de vino y, a diferencia de otras veces que ella lo veía llevar la ancha espada española, en su lugar tomó el mismo bastón que había llevado a la tertulia.
Esperaron a que los soldados marcharan y salieron. Las rondas empezaban desde la última zona de influencia vampira, osea la zona pudiente, dedicada a funcionarios públicos y españoles de importancia. Y de allí iban hasta casi las primeras pulperías. En el límite exterior de la ciudad.
—No hay serenos, ninguno— dijo Remedios al notar el silencio de la noche—. Parece que se les acabó el negocio a los sombras.
—Aún tenemos que vigilar a los vástagos— le recordó Francisco—. No suelen pasarse de la raya, pero no por eso hay que dejarlos sin vigilancia.
Los hermanos de la Vega, al llegar a Buenos Aires hicieron un trato con los vástagos, víctimas de los vampiros europeos. A cambio de que trabajaran con ellos, se les permitiría alimentarse siempre y cuando siguieran normas como las de no convertir a nadie (esta la aceptaron con bastante facilidad) y no matar a nadie mientras se alimentaban.
—El trato se respeta, pero, aun así, no sé qué tan justo sea— se quejó ella—. Digo, se siguen alimentando de personas inocentes.
—Remi, ya tuvimos esta charla, estamos en una batalla que tu padre y yo no podíamos ganar, cuando los vástagos nos superaban 10 a 1. Y ambos éramos magos de carrera— explicó él—. Hoy nos superan 30 a 1 en el mejor de los casos, nisiquiera con la ayuda de los brujos locales y el padre Díaz podríamos exterminarlos.
—Quizá haya más brujos de los que crees— murmuró Remedios.
—Con tu padre, nuestra primera misión fue buscar a los brujos y magos locales— explicó Francisco—. Si hay depredadores, debe haber defensores entre el ganado, siempre fue así. En la china, cuando se documentaron monstruos, los magos ya estaban allí defendiendo al hombre. Lo mismo en el África y, claro, el viejo mundo.
—¿Entonces porque no les pedimos ayuda?
—Su magia es débil— soltó con algo de altanería—. Los sombras son débiles mágicamente hablando. Por esto jamás se vieron obligados a mejorar sus hechizos o trabajos más allá del contacto rudimentario. Dudo que conozcan la alquimia.
Remedios asintió. Ella sabía que, en todos lados, la relación entre los depredadores sobrenaturales como los vampiros y los magos permitían el equilibrio. Siempre que hubiera uno, habría del otro tipo. Pero el hecho de que debía asumir la derrota, jamás le había gustado.
—Pero no podemos tener ese trato con los sombras— dijo ella cuando escuchó un sereno a lo lejos. Y conocía esa voz.
Ella apuró su poción y persiguió a la visión. Bajo dos cuadras a máxima velocidad con su abanico extendido y giró en un callejón. Los pasos de su tío a su espalda le daban cierta tranquilidad, pero no podía quedarse a esperarlo.
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Colmillos y Sombras de la Revolución 1. La llegada del inglés.
Narrativa StoricaTodo el mundo sabe que Buenos Aires, como tantas otras metrópolis mundiales esta manejado por una élite de vampiros. Pero ¿Cómo llegamos a esto? Bueno, para saberlos veamos un poco de historia, cuando allá en un lejano 1806, naves británicas arribar...