Remedios sabía recargar rápido, pero jamás se había visto enredada contra varios tiradores entrenados. Si bien los cartuchos de papel agilizaban los trámites, pues no había que poner pólvora y bala por separado, la pistola de rueda de su padre era un arma vieja, y preparar el martillo demoraba valiosos instantes más que simplemente tirar la cabeza de perro para atrás como con las pistolas inglesas.
Rápidamente obtuvieron la ventaja cuando los Cruz se lanzaron al combate cuerpo a cuerpo. Remedios jamás había peleado contra ellos, pues su cazador era Rafael, pero sabía de su existencia.
Aun así, se sorprendió al solo ver dos sombras peleando, en lugar de tres. Pero estaba demasiado ocupada poniéndose a cubierto para disparar como para ocuparse. Ella jamás había sido ducha con la espada, su tío, por más permisivo que fuera con la magia y las armas de fuego, siempre insistió en que la esgrima era un arte puramente masculino. Así que acercarse, por más pociones que tomara, sería algo netamente ridículo.
Estaba recargando cuando escuchó el disparo en la retaguardia. El padre Díaz había sido herido y el alma se le cayó al suelo. Las nubes de humo y los disparos se sintieron lejanos murmullos a comparación de la sangre que teñía la sotana del cura. Terminó de recargar de forma automática, dando un par de golpes al cartucho para que se fijara para apuntar a cualquier otro enemigo que los hubiera rodeado, pero solo había sido uno.
Supo que Rafael había gritado algo, pero unos disparos de pistola amortiguaron su voz. Lo único que pudo ver era como arrojaba el mosquete al suelo y corría a levantar al cura para llevárselo como si fuera un bolsón de tierra.
—Y ahora nos abandona, increíble— murmuró Remedios disparando otra vez.
Los ingleses eran diezmados y los que no caían emprendían una retirada al sur. Pero más botas se acercaban de las que escapaban. No estaban huyendo, estaban reagrupándose con refuerzos.
Remedios guardó la pistola y preparó su abanico. Cuando llegó a la zona de cañones vio a una nueva escuadra de dragones verdes a paso redoblado con sus bayonetas listas para la carga. Ella se paró entre los Cruz y cuando empezó la carga lanzó una andanada de viento.
El vendaval hizo tambalear a los ingleses y si bien su carrera perdió fuerza, no dejaron da avanzar. Lanzó un segundo y un tercero, pero el viento respondía con menos fuerza cada vez. La magia de contacto siempre fue impredecible, pero el viento tenía que acompañarla, al menos una vez más.
Cuando los ingleses estaban a menos de una manzana, el abanico a penas tenía fuerza para golpearlos de a uno. Los cruz disparaban sus armas de avancarga, pero eran demasiados. Estando ya a media cuadra habían tirado con todas sus armas y debían recargar. Y sin los vientos de la maga era imposible frenarlos.
Un relinchido sonó tras ellos desde el norte. Esquivándolos por los pelos, caballos saltaron los cañones y corrieron calle abajo con lanzas y boleadoras. Ante esta carga de caballería, el equipo se dividió. Parte de los soldados prepararon sus mosquetes como lanzas para atravesar los caballos, mientras que otros emprendieron una retirada.
Animales y hombres chocaron en la primera fila. Las lanzas de los blandengues eran más largas que las bayonetas inglesas dando una importante ventaja de alcance. Pero los dragones verdes que lograron agacharse bien atravesaron los corceles cimarrones con sus hojas.
Algunos jinetes cayeron, mientras que otros pasaron de largo, atravesando ingleses o pisándolos con las pesuñas. Algunos intentaron disparar, derribando así algún que otro criollo, pero en su mayoría fueron arrasados.
—Los blandengues son fuerzas de caza— dijo un joven Zambo junto a Remedios—. Tras la frontera el malón no se esconde entre edificios, es más fácil seguirlos. Acá, las calles son demasiado cerradas para cargas como corresponden.
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Colmillos y Sombras de la Revolución 1. La llegada del inglés.
Historical FictionTodo el mundo sabe que Buenos Aires, como tantas otras metrópolis mundiales esta manejado por una élite de vampiros. Pero ¿Cómo llegamos a esto? Bueno, para saberlos veamos un poco de historia, cuando allá en un lejano 1806, naves británicas arribar...