Abro los ojos de golpe y me encandilo con el intenso resplandor del sol. Intento abrirlos con lentitud, pero la hinchazón es evidente, lloré demasiado, no es para menos.
Giro lentamente mi cabeza y miro hacia el gran ventanal junto a mí, me retuerzo entre las sábanas y estiro los brazos mientras suspiro por la suavidad y el delicioso aroma a lavanda que emana de la tela.
Cierro los ojos nuevamente intentando recordar lo sucedido la noche anterior, porque, aunque sé que no tengo resaca, me siento exhausta. Mi mente viaja a los ojos del señor Park irradiando furia mientras golpeaba al pastelero, no tengo la menor idea de cómo salí de ese shock, por lo cual, abro los ojos de golpe y me siento en la cama asustada.
Miro a los lados, no hay cucarachas en el suelo, no huele a humedad y hay una puerta en la habitación en lugar de una cortina. Esta no es mi pieza. Me levanto de golpe y siento el cuerpo liviano, miro mi torso y me doy cuenta de que estoy totalmente desnuda y frente al ventanal.
Agarro las sábanas blancas y me cubro por completo mientras miro mi ropa dispersada por el suelo. La habitación es espaciosa con paredes blancas a juego con la lencería, hay una pequeña mesa de mimbre con un florero que contiene tulipanes azules que resplandecen con la luz matutina.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Me acosté con él? Es imposible que no lo recuerde, no ingerí ni una gota de alcohol anoche, solo ... Me desmayé.
Me llevo ambas manos a la cabeza con preocupación y respiro con pesadez mientras pienso en otra posibilidad para haber despertado en lo que evidentemente es la habitación de un hotel, joder.
¿Me violó estando inconsciente? No, él no sería capaz de algo así.
Vuelve a mi mente el vago recuerdo del señor Park reventándole la cara a golpes al hombre y las nauseas se acumulan en mi garganta.
Quizás si pueda ser capaz.
—Amelia, por amor a cristo. —Me regaño en voz alta mientras recojo mi ropa del suelo. —Aparte te cogió y se fue.
Maldigo por lo bajo mientras recojo mi ropa y empiezo a ponérmela, lo pienso dos veces antes de hacerlo puesto que sigue húmeda y tiene un olor asqueroso por la basura, me huelo el brazo y hago una mueca de asco, estoy por caducar.
Escucho tres golpes en la puerta y levanto la cabeza, camino sin intención de hacer ruido y miro por el lente de la puerta.
Es una mujer.
Abro la puerta sin quitar la cadenilla puesto que no sé de quien se trata, no la conozco.
—¿Señorita Amelia? —Pregunta cerciorándose de no confundirse de persona.
—¿Sí? —Me asomo por la abertura de la puerta.
Ella sonríe. —Esto es para usted, el hombre que me lo dio la espera en restaurant del hotel. —Me indica.
¡Si es un hotel!
—Disculpe. —Digo antes de tomar la bolsa de papel que me pretende entregar. —¿Quién se lo dio? —Pregunto dudosa.
—El hombre que la trajo. —Me dice. —Disculpe mi indiscreción, pero me pidió ayuda para traerla hasta aquí desde la recepción.
—¿Por qué? —Interrogo extrañada, pero tarde me doy cuenta de que es una camarera. No le había visto el uniforme.
—Se rehusó a entrar a la habitación con usted. —Me dijo un tanto sonrojada. —Fue algo extraño, que su novio no quisiera entrar con usted.
Yo abro los ojos de par en par. —No es mi novio,
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Mr. Park © #PGP2024
RomanceAmelia Rodríguez, una inmigrante de raíces latinas apasionada por la cocina culinaria, es aceptada en uno de los restaurantes de comidas Asiática más exclusivos y costosos de Nueva York, perteneciente al reconocido Grupo Maeda pero, su vida se pond...