—¡Amelia! —Escucho a Oliver gritarme desde el otro lado de la puerta del baño. —¡Abre la puerta, por favor! —Implora. —No cometas alguna locura.
Me estoy mirando fijamente al espejo, tengo el maquillaje hecho mierda, el rímel corrido, el labial disperso, tengo la cara roja e hinchada de tanto llorar y a la vez por la rabia contenida, y mi cabello ha pagado la consecuencia de la histeria que he controlado hasta encerrarme aquí.
El raciocinio y el juicio son cosas que en este momento no tengo y entonces entiendo a lo que se enfrentan algunas personas cuando tienen un ataque de ansiedad.
Sentí como mi tráquea falseó mientras miraba a Park desde lejos a espera de una respuesta a la bomba nuclear que me había lanzado, tanto así que no supe responder, me acobardé tanto que solo supe llevarme la contraria: Hui, incluso cuando dije que jamás volvería a hacerlo.
Perdí lo tacones en el camino, subí al ascensor presionándome el pecho con ambas manos y llegué a duras penas a la habitación del hotel directamente al baño a soltar todo lo que había estado conteniendo por la ansiedad del momento. Vomité tanto que no me quedaron fuerzas para seguir llorando.
Mi mano derecha escurre sangre y tengo todo el vestido salpicado del mismo tono rojo carmesí del liquido que llena mis venas y no, no cometí una locura, no soy de esas.
No sé como controlar la situación, no importa cuantas veces este tipo de cosas suceda, no puedo controlar mi manera de reaccionar.
¿Por qué se empeña tanto en joderme? ¿Cómo puede alguien ser tan maldito y decir un día que quiere tenerte y al siguiente hacerte algo como esto? No me importa si me parezco a alguien de su pasado, no me interesa si no quiere que me case con Oliver, no me interesa a que cojones juega, pero yo no puedo soportar esto más.
Por la debilidad en mis piernas caigo al suelo de cerámica del baño y veo cristales regados y echo la cabeza a un lado a duras penas para admirar nuevamente el desastre que hice. Me río, sin un rastro de humor en mi rostro, simplemente ya no me quedan ganas de llorar, no puedo, ya no más.
—¡Amelia! —Vuelve a gritar Oliver desde afuera. —Háblame por favor. —Suplica en un tenue lloriqueo. —Quiero saber que estás bien o me veré en la obligación de llamar al ama de llaves y entraré a la fuerza.
—Hazlo. —Digo en un murmuro lo suficientemente alto para que me escuche.
—Amelia, por favor...
—Sé que dices haberte enamorado de mi por ser fuerte, pero te engañé. —Digo y escucho como ejerce fuerza en la puerta, como si se recostara de ella. —Soy tan cobarde como tu hermano para decirte a la cara que se me hace difícil amarte.
—Nena, yo no espero que me ames de la noche a la mañana. —Susurra. —Espero poder ayudarte a encontrar la felicidad.
—Tu no entiendes la complejidad de todo este asunto. —Rompo en llanto. —Esto me sobrepasa, cada vez es un golpe más fuerte y por mucho que intente mantenerme de pie me sigo cayendo.
—No puedo pedirte que no te quiebres en mil pedazos. —Contesta. —Sé cuán difícil es todo esto para ti, pero también lo es para mí ¿Tienes idea de cuanto te he suplicado que me dejes cuidarte?
—Oliver...
—Tengo meses esperando que me permitas cuidarte, pelear por ti, que me dejes hacerte entender que, aunque yo sé que puedes hacer todo sola, no quiero que lo hagas. —Dice con llanto también y eso hace que las lagrimas vuelvan a correr por mi cara. —No sé como arreglar esto, Oliver.
—Amelia, te puedo asegurar que todo en esta vida tiene solución y con dinero se solucionan más rápido.
—No estoy para chistes clasistas. —Inquiero.
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Mr. Park © #PGP2024
RomantizmAmelia Rodríguez, una inmigrante de raíces latinas apasionada por la cocina culinaria, es aceptada en uno de los restaurantes de comidas Asiática más exclusivos y costosos de Nueva York, perteneciente al reconocido Grupo Maeda pero, su vida se pond...