12A.-Alhazred El Alegre

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—Abdullah Al-Hazarad, al que más tarde llamaron "Alhazred", yo no sé porque, es el único humano que ha visto más allá de estos muros. —Su cara se está poniendo parda.

El nombre de "Alhazred" sí parece más familiar. Crees haberlo visto en un artículo sobre la esquizofrenia, bajo el epíteto de...

—"El Árabe Loco". —Dices casualmente.

—¡No! —Reacciona mucho cuando se dice algo negativo del tal Al-Hazarad, o Alhazred. —¡No estaba loco!... al principio.

Sus enormes ojos miran hacia arriba, a lo que debe ser una apertura en el abovedado techo. Este lugar es simplemente ciclópeo, y fuera de lo convencional. En verdad, estos seres no son tan parecidos a los humanos como podría pensarse a primera vista. Y no sólo en lo físico, en lo mental. Un ser humano no podría concebir esa arquitectura; es un desafío al concepto de "equilibrio". Sin embargo, esa reacción parece hasta emocional.

La colosal mujer-pulpo se levanta de su extravagante trono y te mira con infinito desprecio, antes de agacharse y decir, en lo que para ella debe ser un susurro:

—Debes ser un sabio, o estar completamente loco para haber insistido en venir aquí. Como él... él fue ambas cosas.

La pesada mole se ha tumbado sobre su barriga, y apoya con gran estrépito su enorme cabeza en sus manos. Su altanería parece achicarse a cada momento.

—Fue en la costa de ese lugar al que llamaban Hadramut que lo vi por primera vez. Los mayores me decían que no prestara atención a los humanos... que era mejor mantener el orden en los mares, hasta que las estrellas fueran favorables para... Te decía, él era diferente, especial. Lo supe cuando no huyó, como el resto de la gente que nos vio acercarnos al bajel en el que viajaba, hace tanto tiempo, con sus padres y hermanos. Nos saludó alegremente. —Imita con sus manos a alguien saltando. Convenció, a medias, a los suyos que no les haríamos daño.

¿Era el mismo Alhazred? Todo es posible. Esta corpulenta no se ha dado cuenta de que ha enrollado sus tentáculos inferiores... debe significar algo en su cultura.

—"Al-Hazarad El Galano" le quedaba mejor. —¡Achis! Los gestos que hace, pasándose las manos por los hombros y cuello, indican cosas más impronunciables y pavorosas. Pasada la memoria, te mira muy indignada. Sabe lo que piensas. — ¡Baboso!

—Me preguntaba cómo podían entenderse. —Sí, y no. Era una de muchas preguntas sobre el tema.

—Aprendiendo... así se hace todo. En su familia todos esperaban de él que se hiciera funcionario de un califa. —Hasta parece otra persona cuando se ríe. —No era el mejor lugar para dos soñadores.

—Así era él. —Se toma una pausa antes de seguir. —Los demás humanos eran como los de ahora... Intentó demostrar lo equivocados que estaban, y nadie lo escuchaba. Advertía a los viajeros de Persia que se guardaran de las sirenas, mientras que nosotros no les haríamos ningún daño... y sólo le respondían con burlas. Ninguno de ellos fue visto de nuevo. Siguieron difamándonos y deshonrándonos, de un mar a otro.

Uno de sus enormes dedos se ha posado sobre tu cabeza. No te aplastará. Lo esperas.

—Él me había dicho: "La gente comprende todo por la palabra." Y tenía la idea de describir, en un libro para todos los reyes del mundo, quiénes éramos. Si el resto de los humanos nos conocía, terminaría por entendernos... entre más tiempo estamos cerca de ustedes, más pensamos como ustedes... si hubiera seguido pensando así, entendería más a mi hija ahora. Pero... ese sueño necesitaba de algo... —Ahora sí estás quedándote tieso. Otro de sus enormes dedos te recorre, lentamente, de la cabeza a las rodillas, sin detenerse. Nada puedes hacer por impedirlo. —De la verdad... toda la verdad. Ni yo la conocía entonces... muy pocos de nosotros la conocen, todavía. —Cesa bruscamente de hacer lo que estaba haciendo. —Juntos seguíamos cada indicio, y cuando llegamos a saberlo, fue el fin.

—Tuvo que saberlo... viajó con los magos de Arabia a Iram de los pilares, meditó en las ruinas de Babilonia, pasó grandes peligros en Roba El-Khaliyeh, superó a su maestro Antarah Ibn Shacabad... Nos distanciamos para siempre cuando lo supo, cuando descubrió quienes eran los progenitores de las malvadas sirenas. Su idea de acercar a los humanos a nosotros se perdió para siempre, y su libro fue sólo una crónica de lo que logró aprender. La última vez que nos vimos, era otro ser, sin fe ni esperanza.

—¿La verdad? ¿Cuál...? —No quieres quedarte con la duda.

—La única verdad que deben saber ustedes es que somos quienes cuidamos el mar, no comemos humanos, las sirenas son una peste, y es mejor si nos mantenemos alejados. —Ahora es otra vez una vieja amargada. ¡Fue...! —Te mira cuidadosamente. No te ha soltado en todo este tiempo...

Cierra los ojos y acerca su gigantesca cara hasta que... hasta que despiertas. Estás en la aburrida habitación. Menos mal que no tomaste otra cosa más fuerte.

No sabes qué pensar. Buscas en internet más sobre ese "Áarabe Loco". Nada. Apenas menciones a su loquera. Aḥmad bin Muḥammad bin Ibrāhīm bin Abū Bakr ibn Khallikān da otro detalle: "fue elevado por los aires ante cientos de fieles, y despedazado".

¿Qué pensar? eso bien podría describir a "algo" invisible... La abuela de Ruby parecía poder confundirse con el entorno a voluntad. Lo bueno es que esta noche hay turno nocturno... porque si dice que no comen humanos, pensaba en hacerte otra cosa más indescriptible. A todo esto, ¿Ruby tendrá idea de "quiénes" están detrás?

(Sigue en el capítulo 13A)


Crónica de una jornada laboral accidentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora