Vale, vale. Podrías estar ahora mismo saltando y jugueteando en la playa, o en la piscina. Podrías tener noches de desenfreno y risas en una discoteca. Podrías conocer a un montón de gente agradable. Podrías hacer cualquier cosa que no sea amontonar cartones de tabaco, fregar pisos y cobrar dinero.
Apartas ese mal pensamiento de tu cabeza. Sabes bien que todo pasa. Todo quedará en historias de Instagram a las que nadie extrañará cuando sean cosa de ayer. Es el futuro en donde debes poner tu atención y empeño. No en esas escandalosas presumiendo sus tangas bajo los shorts.
En cambio... ¡Ese que entra sí tiene algo para presumir! Es el mismo tipo extraño del restaurante: Impecable traje de cegador blanco. Reloj de oro acompañado de anillos con brillantes. Lentes oscuros cuadrados, de diseño sobrio y elegante. Se acerca al mostrador, exigiendo toda tu atención.
No ha venido a comprar simples pastillas para el mareo, o siquiera uno de los túbanos dominicanos. Él los puede conseguir directamente de un buen maestro torcedor. Sus zapatos, de cuero de algún animal desconocido, desconciertan al más conocedor.
¿Qué pretende? Su aspecto general no parece coincidir con su indumentaria. Le sentaría mejor un discreto traje a rayas. Debe ser un mafioso, o entenderse con más de uno. No, en definitiva, no ha venido a comprar nada. Pone una de sus zarpas en el mostrador, y tamborilea, mientras te mira fijamente, con ojos algo desorbitados detrás de sus lentes.
—¿Eres americano? —Un acento absolutamente anormal adereza a la voz más desagradable que jamás has escuchado.
Mueves la cabeza de lado a lado, mientras frunces el ceño.
El extravagante sujeto se quita los lentes. Sus desagradables ojos pasan de una vacía mirada, a una frenética. Parece tener una capa de flema recubriendo escleras grisáceas, algo hundidas. Rehuyendo ver sus globos oculares, bajas la mirada. Y descubres bajo sus retorcidos dedos billetes de alta denominación. Son cerca diez mil dólares locales, si intentas contarlos a simple vista.
— Directo y breve, entendible en un principiante. —Su espantosa voz lleva un cruel humor. —Esto se queda aquí si me dices todo lo que sepas de tu amiga. —Pone un espantoso énfasis en la palabra "amiga".
Puede ser la fortuna más fácil, si sólo le dices lo que ya sabes de quién tienes en mente: es azul, no tiene nariz, no tiene huesos, no tiene cabello, y tiene bonitos dientes.
Frenas el tren. Algo anda mal. No te dará ni un céntimo por decir ello. No, para nada. Tiene otra cosa en mente. Y es algo malo. Ambicioso, pero hombre sencillo, prefieres mantenerte al margen.
—No sé mucho. —Casi se te rompe la faringe al decirlo. Acabas de dejar pasar diez mil dólares. Cuando las cosas quedan atrás, se valoran justamente. Diez mil dólares a la basura. ¡Diez mil dólares a la basura!
—¿Poco éxito con las damas? Entiendo, entiendo. —No te animas a darle en la cara. Crees que tendrías que lavarle las manos veinte veces. —No te preocupes. Pronto vendrán a buscarte si haces una pequeña fortuna. —Retira casi todos los billetes, dejando sólo mil. —¡Ah! Es verdad, si te lo diera sin nada a cambio, sería una ofensa enorme. ¿No es divertido? Algunos se dejan depilar una ceja por una sola de éstas. —Lanza al aire una moneda demasiado reluciente para ser de otro metal que plata. —Pero ofrécela a cambio de nada, y se comportarán como si les hubieses humillado. —La atrapa. —¿No es fenomenal? En su cabeza es más humillante perder el control a perder una ceja.
—Si no va a comprar nada, márchese en ese instante. —Ordenas, más harto de su presencia que de sus palabras.
—¿Temes perder el control tú también? —Mira a tu entorno, dándose un aire infantiloide sumamente insoportable. —De acuerdo, voy a comprar algo... —Acerca más los mil dólares a tu alcance. —Dame cinco minutos de tu tiempo. —Levanta ambas manos, y retrocede. Pretende demostrar que no hay ningún truco ni trampa. —Aunque no lo parezca, me hace bien hablar con los demás. Es mucho mejor que el psicoanálisis, y más rápido. —Ríe discretamente. — ¿Aceptas el trato? Es escuchar unas cuantas cosas.
Admites que tiene razón. Soportar a este engendro sí requiere un esfuerzo bastante grande. Ruby, aunque cause algo de miedo, a veces, no es en absoluto vomitiva. Quizás sí, si despiertas en una cama a las tres de la mañana, aspirando gases pestilentes de dudosa procedencia, con un objeto azul, viscoso e invertebrado cerca, con los ojos hinchados y emitiendo sonidos inmundos por una boca babeante. En esas circunstancias hasta las top models pierden algo de su encanto.
Asientes con la cabeza, después de examinar cuidadosamente los billetes. Son legítimos. Verdaderos mil dólares locales.
—A veces envidio a los hijos únicos. —El individuo suelta las palabras, sin decir antes "¡Agua va!". —Los padres, suele ocurrir, acogen a otros en casa, y terminan por tenerles más apego. Adoptados, primos, o incluso el hijo huérfano de lo que solía ser su mejor amigo. Mis hermanos, y yo pasamos, pasamos por esa experiencia. —Repite "experiencia" para sí. —Si sólo hubiéramos sido nosotros los únicos en casa... quizás todo habría sido más fácil para todos. —¿Está insinuando algo cuando mira ese mapa? — ¿No te parece...? —Repite lentamente tu nombre escrito en el gafete— ¿No te han desplazado jamás por un recién llegado? Mis hermanos... la mayoría, decidieron no obedecer más. Razones no les faltaron. —Ríe— Ningún padre, por más fuerte, o autoritario que sea, es para siempre. —Su mirada pierde foco. — ¿Qué crees que pensarán los futuros señores Gillman de ello?
Eso no lo esperabas. Este extraño sujeto sabe más de lo que demuestra.
—No lees muchos periódicos, ¿cierto? —Mal contiene una buena carcajada. —Fue un poco escandaloso... les hicieron una entrevista a los padres de tu pequeña amiga después de... algo ocurrido en su Oceanside. Evasivas, preguntas ordinarias, respuestas en monosílabo, las tonterías de siempre en el Reader's Indigest... unos cuantos deficientes mentales pretendieron hacerse sus defensores y portavoces. Al final, los Gillman no tienen un trato muy distinto del de otras familias en EE. UU. Los Famines Jamal de turno logran más encabezados hasta por irse de vacaciones en yate estos días. Imagina que eres el editor de un importante diario. No darás cobertura a algo demasiado oscuro para entenderse, o para darle la ilusión al público de que lo comprende. Es como la gente que cree que su deber "patriótico" —sonríe despectivamente— es sintonizar todos los días sin falta un discurso soso, reiterativo y vacío. No han hecho nada, ni lo harán, pero están contentos con esa ilusión, ese sentimiento de superioridad imaginada sobre quienes no lo hacen. No debe haber secretos entre amigos. — Se da la vuelta, y se marcha, andando de forma extraña: apoya todo el peso más en las rodillas que en los pies. Por un lado, estás sumamente orgulloso de haber hecho tanto dinero en tan poco tiempo... por otro, te deja pensando. ¿Qué secretos tiene Ruby, además de lo evidente? Tienes la impresión de que es un libro abierto, pero uno escrito en alguna lengua siniestra y olvidada. Ella parece no saberlo todo sobre su especie. O sobre algo más pedestre, como ser el tal Connor.
(Continua en el 17A)
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Crónica de una jornada laboral accidentada
FanfictionOpción múltiple. Diferentes tramas. Todo con copyright es propiedad de Dreamworks y sus correspondientes propietarios. NB: Contenido explícito y políticamente incorrecto. Realmente se desaconseja su lectura en espacios educativos, laborales o donde...