Cada cara nueva es sólo un cliente más, no un amigo especial, ni mucho menos. Llega la hora del cambio de turno. Dejas a un lado el guardapolvo, el gafete, y las reflexiones. Lo último que deseas es ver una cara nueva si no se trata de un rostro nuevo para la colección de presidentes, es decir, billetes. No es que seas un neurótico solitario, es sólo que no has venido hasta aquí para otra cosa. Cuanto más tienes, más apreciado eres. Esa es la realidad.
Sales del modesto comercio, pasas de largo ante la competencia, los punyabíes al lado de la tabaquería. Todo esto es más bien extraño. Casi tanto como Ruby. Lo más extraño en Ruby no es su aspecto. Es un.... no logras describirlo. Una especie de aire desesperado, te parece. Es un caso de "síndrome de Paris", o sólo un poco de pánico. No ha visitado anteriormente nada de las Antillas.
Hablando del rey de Roma... o del kraken, ahí viene. Siempre con ésas dos, Margot y Bliss. De Trevin, ni sus luces. Parecen hacerle un interrogatorio completo. ¿De qué?
Piensas en esconderte. Honestamente estás algo... hastiado de verla. No entiendes, es como si tuvieras innata repulsión. El tipo de cosas inconfesables, e innegables, como admitir, finalmente, que se va a las fiestas por compromiso, y no por entusiasmo.
Debes admitirlo: tiene bonitos dientes. Otra vez los dientes. Podrías mirarlos todo el día, aunque no te agrade demasiado su propietaria. Así como algunos miran con disimulo, y sin disimulo, las redondeces de las turistas medio desnudas, no puedes evitar mirar con cierto descaro los dientes de Ruby. No hará daño una miradita. Menos mal que no te reconoce.
Mientras la del pelo teñido de rosa sigue haciéndole preguntas extrañas, entre ellas "¿Te dolió mucho, Ruby-doo?". (Debe ser un asunto de pancracio colegial). La otra mira un poco por encima de su cabeza.
Un montón de gente, entre ellas las dos interrogadoras gritan histéricas y corren en otra dirección. A centímetros estás de ser arrollado; un par de lo que los británicos llaman "fat slags" te hacen a un lado.
Pensando en que debe estar pasando algo, un huracán, o un maremoto, corres en la misma dirección del tumulto. Tropiezas con más de uno, y terminas atrapado entre gente que no se lava el pelo. Descubres que no hay huracán ni maremoto, es que un tal "Bsrrp" salió un rato en su limusina de lujo. Y su fiel público salió a saludarlo. Pensarán que tocar el reverso de su bolsillo les dará algo de su talento. Si fuera su talento para hacer dinero, tú mismo estarías en primera fila. Su otro talento definitivamente no lo deseas.
Logras salir del tumulto, medio doblado. Te preguntas, mientras enderezas tus vértebras, qué habrá sido de los ocupantes de Wall Street. No pueden ser estos. Ni por edad, ni por actitud; es imposible quebrantar una fiera sed de justicia sólo con métodos de mercadotecnia. Lo sabe todo el mundo.
―No me parecías fan de "Bsrrp". ―" Ruby-doo" ha esperado pacientemente a que estuvieras libre. Con esos ojotes no te le podías escapar. Por algo el calamar gigante tiene tan buena vista.
Sacudes la cabeza con una sonrisa algo forzada. Debe entender perfectamente que no eres fan de ése. Y ella, por lo que se ve, tampoco lo es. No hace nada por irse ni dejarte. Antes bien, mira divertida a sus dos amigas sumarse a la pequeña muchedumbre, intemperita ante las miradas furibundas de los guardas.
― ¿Es el tipo de cosas que hacen todos? ―Por el tono, la pregunta parece más dirigida al aire que a ti.
―No todos. ―Gira rápidamente para comprobar que has sido tú quien lo ha dicho.
Ha comprendido bien a qué te refieres. Parte de ese "aire desesperado" sale a la luz. Te has hecho un poco un confidente. Otro fenómeno muy humano, el tener a los confidentes en posiciones estancas: el psicólogo, el doctor, el de los ultramarinos. Lo inusual es que tú lo seas de una especie de pulpo bípedo.
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Crónica de una jornada laboral accidentada
FanfictionOpción múltiple. Diferentes tramas. Todo con copyright es propiedad de Dreamworks y sus correspondientes propietarios. NB: Contenido explícito y políticamente incorrecto. Realmente se desaconseja su lectura en espacios educativos, laborales o donde...