—¿Cerramos hoy? —Confirmas lo que pone en el letrero del minisúper, colocado por otro empleado ante la mirada siempre vigilante del propietario.
—Hay que hacer gestiones en otra sucursal mañana por la mañana, y he tenido que llevarme varias cosas a San Salvador. Tómate la noche libre. —Su humor jovial luce falso, pero descartas que se trate de un imprevisto grave. Carece por completo de todo tic nervioso este hombre, grueso y oscuro como un tonel de ron antillano. Su historia es legítima.
—No te preocupes. —Sube a su descapotable. En el otro asiento está esperándolo una mujer joven, más o menos del tipo que pone fotos en Internet. Tiene un "algo" fuera de lo normal. ¿Qué es? No es su atrevida vestimenta, ni su indiferente gesto, ni su cabellera. Es "algo", sólo "algo". —Esto no se descuenta de su salario. Diviértete, ¡Nos veremos mañana! —Sin ninguna prisa, echa a andar el motor, y se va, siguiendo una concurrida vía.
El otro empleado prende un cigarrillo, y se marcha después de despedirse. Quedas solo, mirando atentamente en cada dirección.
"Diviértete." Proponérselo no cuesta nada, pero es que no has venido a divertirte. Has venido a hacer dinero. Que te paguen por hacer el vago puede ser el trabajo soñado, hasta que no tienes realmente nada qué hacer.
No tienes ni siquiera ganas de dormir, con esa siesta que te echaste por la tarde. Y más si vuelves a soñar con palabras raras.
Esa enorme mole de tentáculos sólo existe en la imaginación. Se parece... se parece mucho a una mezcla de Ruby y la mascota del ron. Ahí tienes tu explicación, Ockham.
Hablando de... no crees que vendrá a una simple tienda cerrada. No hay nada qué hacer aquí, es hora de aclararse la mente caminando sin rumbo por un rato.
Sigues sin rumbo, sin dirigir mucha mirada a las tontadas para turistas, ni al "salvaje" desenfreno que han inventado como respuesta al inexistente "tórrido temperamento latino". Los únicos que podrían verle algo a esas fábulas son los que montan el negocio. Nada qué criticarles, ni a ellos ni a sus clientes, gente de criterio y carácter formado.
Aquí todo es negocio. Hasta los museos... como ese, medio escondido entre dos bares y una tienda deportiva, con el que te topas tras adelantar varias cuadras de tu sitio de trabajo.
Muy extraño. Está abierto. No tan extraño, sólo está el vendedor de los boletos, un viejo holgazán al que no se le ve más que su agrietada nariz y su tupido bigote bajo una gorra gastada. Pasas varias veces ambas manos cerca de su cara. Está profundamente dormido. Se le ha olvidado cerrar a la hora indicada... aunque, legalmente, sigue abierto.
Tú mismo te despachas la entrada. Pones el dinero a un lado de su desvencijada silla de palma. Entras sin hacer mayores ceremonias.
No hay mucho qué ver. Algunas vitrinas polvorientas con aparejos, supuestamente de los tiempos de Francis Drake. Ropas viejas, trabucos y más cachivaches, guardados con candados de calidad tan baja que cualquier podría romper. Sin embargo, son de tan escaso valor que sólo un cleptómano incurable podría pensar en llevárselos.
Aquí el año cero fue cuando llegó el primer inglés. De los taínos no hay nada, reflejo fiel de la historia anglosajona; a nadie preocupa, en realidad, que las cosas sean así. Sus autoproclamados "defensores" hacen negocio y más negocio por defender a los muertos en la primera plana de Smithsonian. ¿De qué? De la desmemoria no. Ya hay una "Taino Beach", más que suficiente para el turismo y los capitales a resguardo de los bancos. Nada de los taínos.
Bueno, casi nada... ya cerca de la última sala, empiezan a verse algunos asientos de madera, dujo, como indican las amarillentas marquesinas. Ninguna sorpresa, la mayoría fueron robados por osados corsarios ingleses cerca de Jamaica. Uno sí fue encontrado cerca de una de esas peligrosas pozas azules en esta misma isla.
ESTÁS LEYENDO
Crónica de una jornada laboral accidentada
FanfictionOpción múltiple. Diferentes tramas. Todo con copyright es propiedad de Dreamworks y sus correspondientes propietarios. NB: Contenido explícito y políticamente incorrecto. Realmente se desaconseja su lectura en espacios educativos, laborales o donde...