XXI

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XXI. El adiós de una reina

 El adiós de una reina

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Londres, Inglaterra.
21 de Noviembre, año 2028.

—La ejecución ha sido pospuesta para las nueve horas. Usted será despertado dos horas antes para que pueda desayunar. Así que, si eso es todo...

—No señor. Debo decir unas palabras.
La señorita no debe contenerse absolutamente nada, pero es muy importante que la señorita no mire hacia atrás, así, por temor a la espada.
Primero la escondo, para evitar que ella la vea. Es normal que quiera ver al rededor para saber de donde vendrá su muerte.
Deje que termine sus oraciones, después de ello estará lista para recibir su destino en paz.

Dimitri asintió, escuchando cada palabra que retumbó en su cabeza con ecos que le aturdían los oídos. Sentía una profunda tristeza, pues la reina siempre lo había tratado como un miembro más de su familia.

La suya había muerto en guerra muchos años atrás, cuando era tan sólo un niño.

La apreciaba como la hija que nunca pudo tener.

Dimitri no quería continuar con esa conversación. François Quesnay había sido traído especialmente para la ejecución de la reina. Verdugo francés experto en su ramo, traído desde Calais y residente en la abadía de Westminster.

Primero había sido la rabia, pero todos en el palacio comenzaban a aceptar que no había nada que pudieran hacer por su reina. Eris se había ganado el corazón de la gente, no sólo por sus múltiples actos de beneficencia durante todos los años que reinó de la mano del rey, sino también porque se involucraba en situaciones que a la mayoría de regentes no le apetecía.

La apodaron "La reina del pueblo".

A pesar de contar con tecnología de vanguardia, a pesar de vivir en el siglo XXI, las costumbres en la corona no cambiaban. Las sentencias a muerte seguirían tal y como se practicaban al principio de los siglos.

Horca.

O muerte a manos de un verdugo.

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A pocas horas de su inminente muerte, la reina pasó su última noche en oración.

Interpuso su fé antes que sus deseos. Sabía que Dios era el único que podía ejercer justicia fuera cual fuera su destino. Pidió por su familia y rogó, entre lágrimas, arrodillada... Que por favor protegiera a sus hijos.
Que los protegiera de todo aquel que intentara hacerles daño cuando ella no estuviera.

Anhelaba poder abrazarlos por última vez, pero sabía que eso sería imposible.

A la mañana siguiente, en punto de la siete de la mañana, sus doncellas estarían tocando a su puerta con los vestidos listos, las joyas que portaría, perfumes florespecia que podría escoger, maquillaje y zapatos de tacón.

𝐒𝐈𝐋𝐕𝐄𝐑 #𝟑  |njh| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora