Capítulo 2: "No te haré daño"
El grupo de chicos me arrastraron durante casi media hora por callejones oscuros y plazas desiertas. Para mi desgracia, en ningún momento nos tropezamos con ningún adulto, así que la idea de escapar se iba esfumando de mi cabeza conforme pasaba el tiempo.
Llegamos a una calle deshabitada, sin ningún alma viva en ella, sólo montones de puertas de madera con aspecto viejo ya. Los chicos, que me seguían agarrando con la boca tapada para no gritar, entraron en la tercera puerta de la calle. La cerraron tras de sí y de pronto me encontraba en una casa sucia y sin apenas mobiliario en ella. Así que así eran las casas de la clase baja...
Avanzaron por un pasillo oscuro hasta llegar a una habitación, en la que entraron dando una patada a la puerta gastada dejando ver el vacío de su interior. El cuarto tenía las paredes negras a causa de la suciedad, aunque todavía se podía notar un poco de blanco debajo de todo, en algunos resquicios. Tan sólo había cinco cojines deshilachados en el suelo y una pequeña ventana con los cristales rotos en la esquina de una de las paredes. Los chicos me arrastraron hasta una esquina de la habitación y me obligaron a sentarme.
—Quédate quieta —ordenó el que parecía el líder, el más mayor de todos.
Me acurruqué en el rincón con mis manos rodeando mis piernas y mi cabeza entre ellas. Los chicos se sentaron en cada uno de los cojines en el centro de la habitación. Comenzaron a hablar y levanté un poco la cabeza, aún asustada.
―El patrón no está ―dijo un chico de cabello castaño claro y ojos azules como el cielo.
―Lo sabemos, Benjamin —contestó otro chico, rubio de ojos azules también.
—Sólo era una observación, George —habló otra vez ese chico, Benjamin, en tono despectivo refiriéndose al otro como George.
—Ya basta —habló el mayor. Observé que también era rubio, pero más oscuro, de ojos verdes.
Todos callaron al escuchar la contundente voz del muchacho.
—Tenemos que pensar qué hacemos con la chica —volvió a hablar cuando ya los demás habían guardado silencio.
Ese comentario hizo que me estremeciera. ¿Qué harían conmigo? Como si leyeran mis pensamientos, todos se giraron hacia mí, y yo, asustada, enterré mi cabeza entre mis piernas de nuevo, temblando. Volvieron a darse la vuelta, y disimuladamente, pero aún con miedo, levanté un poco la cabeza.
—¿Y si... ya saben? —dijo un chico rubio de ojos marrones acercándose a uno, susurrándole al oído.
Sin poder evitarlo una lágrima se escapó de mis ojos. ¿Cómo había llegado hasta ahí? No debí de haberme ido, era una ilusa.
Algunos chicos rieron, pero el mayor los calló de nuevo.
—No seas bestia, Everett. Yo creo que al patrón podría interesarle.
—Sólo era una opción, Edward —habló de nuevo el de ojos castaños, el tal Everett, acompañándose de un gesto con sus manos.
El mayor, que ahora sabía su nombre, Edward, rodó los ojos y volvió a hablar.
—Haber, opciones productivas. Benjamin, ¿tú qué dices?
El aludido se encogió de hombros.
—Me da lo mismo.
—¿George?
—Pienso igual que Ben.
—¿Everett? —el mayor bufó impaciente.
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Estrella errante © [Pausada]
Ficção HistóricaNos situamos en el siglo XIX, época Victoriana, en Londres (1854). Jane Kelly era una joven de dieciséis años de clase alta que vivía con sus tíos y su hermano. A Jane no le gustaba estudiar, ni llevar corset ni nada que tuviera que ver con la vida...