Capítulo 13: "Estrictos quizás, pero no asesinos"
Me quedé sin habla durante bastante tiempo, juntando todos los cabos sueltos en mi cabeza, intentando encontrar sentido a lo que acababa de oír. Cientos de preguntas se arremolinaban en mi cabeza, torturándola con respuestas inexistentes que sabría que sólo podría obtener abriendo la boca y formulando toda las dudas, pues llegados a ese punto no dudaba en que me fueran a mentir, pero simplemente no podía. Me había quedado inmóvil, mirando a George con una expresión de sorpresa e interrogación en la cara.
Mi colapso mental fue interrumpido por la risa forzada del chico sentado a los pies de la cama.
―¿Jane? ¿Te encuentras bien?
Sacudí la cabeza con gesto afirmativo, volviendo a la realidad.
―Sí... sí. Lo siento, pero me resulta difícil entender ahora mismo. ¿Qué quieres decir con una grandiosa fortuna? ¿Cómo sabes tú eso?
George me miró con una mezcla de compasión y tristeza, apretándose con fuerza el puente de la nariz y suspirando, pensando probablemente en lo ingenua que era al no saber nada, pero ¿cómo iba a descubrir algo si me habían tenido encerrada toda mi vida en una maldita casa?
Inhaló una gran bocanada de aire y comenzó a hablar.
―Verás, si te soy sincero, saber quién eras no fue difícil tras... raptarte.
―¿Qué quieres decir? ―pregunté al observar su ceño fruncido.
―Un día después de tu llegada a la casa del patrón, cuando te fuiste con los Wellington, vimos que todas las calles de Londres habían sido empapeladas con tu nombre, recompensa y un retrato a pie de página.
Sentí que me faltó la respiración. Así que sí me estaban buscando. Los Wellington lo sabían, por eso se alteraron tanto cuando leyeron el papel que Frederick les dio. Ese papel era mi rescate.
Las lágrimas amenazaron a mis ojos cristalinos derramarse por la emoción, pero me contuve. Ya había llorado demasiado. Me froté los ojos con los puños y miré a George directamente, apremiándole a que siguiera hablando.
―Bien ―prosiguió, frotándose las palmas de las manos en un gesto de evidente nerviosismo―. No sé si lo sabrás, pero tus padres eran muy conocidos por todos ―dijo para mi sorpresa, y no pude disimular un atisbo de emoción en mi rostro. No sabía casi nada de mis padres, pues mis tíos se negaban a hablarme de ellos. Sólo conocía detalles de su aspecto físico o personalidad gracias a mi hermano Simon, pero nada más―. Al menos, por todos aquellos que poseían grandes riquezas, aquí en la clase alta ―hizo una pausa, suspirando―. Eran muy apreciados gracias a su don de gentes y su gran amabilidad, según mis padres. Poseían una riqueza inmensa, todos lo sabían, y tus tíos... también ―dijo mirándome cauteloso, esperando mi reacción, de la cuál sólo consiguió una interrogación plasmada en mi cara y más preguntas confusas en mi mente.
―¿Qué quieres decir con eso? ―pregunté.
―Se oían rumores. Rumores que hablaban de que tus tíos querían apropiarse de la fortuna de tus padres a toda costa. Dicen que meses después de que naciera su hija pequeña (es decir, tú) ―explicó lo obviado―, apenas cumplido el año, fueron ellos quienes provocaron el trágico accidente de tus padres para poder quedarse con su dinero. Tiempo después descubrieron que su ansiada fortuna tenía que ser únicamente heredada por su hija menor, Jane Elisabeth Kelly, a la cuál dejaron en un orfanato un mes antes de que fallecieran ―terminó diciendo para acto seguido quedarse callado esperando, suponía, a que lo asimilara todo.
No podía asimilar nada. No entraba en mi cabeza de ninguna de las formas en las que lo intentara. ¿Mis tíos habían matado a mis padres? ¿Tanto valor tenía la misteriosa fortuna que por derecho heredaba, que se atrevieron a matarlos?
No, simplemente no. Mis tío no eran malos. Estrictos quizás, pero no asesinos. No, no, no...
―¡No! ―grité intentando expulsar toda aquella angustia que inundaba mi cuerpo.
Llevé mis manos a la cabeza y me tiré del cabello, ahogando un grito de rabia y frustración mientras lágrimas traicioneras se derramaban por mis mejillas rojas de de furia. George me miró preocupado, sin saber qué hacer por un momento. Al ver que no paraba de llorar, reaccionó y se acercó a mí con cautela. Colocó sus manos en mis brazos mientras delicadamente los presionaba hacia abajo, alejándolos de mi maltratado pelo. No opuse resistencia. Estaba demasiado cansada para hacerlo.
Sentí luego los brazos del chico rodeando mi cuerpo, en un intento de abrazo. Al principio no reaccioné. Seguía llorando, inmóvil en el sitio, con los brazos inertes pegados a mi cuerpo. Pero la necesidad de calor humano era más fuerte que mi tristeza y sin poder evitarlo le devolví el abrazo apretándolo con fuerza contra mí, olvidándome de la educación, de si era o no correcto, de todo.
Me fui relajando poco a poco gracias a las suaves y lentas caricias en mi espalda que George me brindaba, hasta que dejé de llorar. Cerré los ojos inspirando profundamente y con delicadeza me aparté. Miré al chico que había frente a mí y le dediqué una mirada de agradecimiento. Él asintió con la cabeza mas no habló. Se quedó callado respetando el silencio que había entre nosotros, el cuál aproveché para observarlo con más detenimiento. Era atractivo, de eso no había duda. Sus facciones eran duras y afiladas, pero aún así su rostro poseía cierta belleza. Sus hipnotizantes ojos azules como el mar me miraban tan fijamente que por un momento tuve miedo de que pudieran ver más allá de mi fachada exterior y explorar todos mis más íntimos pensamientos. El pelo rubio cenizo le caía a base de mechones desordenados por la frente, y debido a un mal corte, algunos, más largos que otros, le tapaban parcialmente la visión de los ojos.
Sonrió incómodo ante mi análisis y se levantó de la cama. Salió de la habitación dedicándome un gesto como diciendo "no te preocupes, estaré justo aquí" y cerró la puerta tras de sí, dejándome a solas con mis pensamientos.
***
Buh.
Siento haber tardado casi 10 meses en subir. Gracias a todos por seguir leyendo,
Senda.
ESTÁS LEYENDO
Estrella errante © [Pausada]
Ficción históricaNos situamos en el siglo XIX, época Victoriana, en Londres (1854). Jane Kelly era una joven de dieciséis años de clase alta que vivía con sus tíos y su hermano. A Jane no le gustaba estudiar, ni llevar corset ni nada que tuviera que ver con la vida...