Capítulo 10: "Es igual a su madre"
En pocos minutos en el salón principal se armó un gran alboroto. Fui empujada a uno de los sillones junto a la irritante señora mientras que los señores Wellington ordenaban al mayordomo medio a gritos que trajera a todos los empleados de la casa y a su sobrino a la habitación.
Alterada miré por la ventana cercana al sofá intentando relajarme, observando reflejadas las luces de la ciudad en el cielo oscuro de la noche. Lo que me hizo preguntarme entonces hasta qué momento se dieron cuenta de que había desaparecido de casa. Había pasado exactamente un día desde que salí a investigar Londres, pero parecían semanas con todo lo que había pasado. Tantas emociones en tan poco tiempo no eran bueno para nadie, sumándole que el sueño de haber dormido a trompicones me consumía interiormente.
Las voces de los sirvientes de la casa entrando por la puerta me sacaron de mis pensamientos. Escuchaba la voz de Benilde, la cocinera, regañándole a su marido por algo que no alcanzaba a oír.
―Está bien, está bien, mujer. No lo volveré a hacer más ―se excusaba el hombre intentando librarse de las manos que su esposa no paraba de ponerle en la cabeza mientras le daba leves golpecitos. Si no hubiera estado en la situación en la que estaba hasta me hubiera reído por aquello.
Tras ellos entraron Hilda, unas siete personas más a las que no conocía y Elliot, el cual me dedicó una mirada de confusión. Cuando todos estuvieron acomodados en el salón se estableció un silencio en la sala que bien podía ser cortado con el filo de un cuchillo.
―Os he reunido para advertiros sobre alguien de entre nosotros ―empezó a hablar Carl. Se dirigió hacia mí y sin ninguna suavidad me cogió del brazo y me levantó para traerme al centro de la habitación y colocarme junto a él y su hermano. Por orgullo propio aguanté el dolor que me producía su agarre sin soltar ninguna queja―. Esta niña de aquí ―levantó mi mano mientras la zarandeaba en el aire― se llama Ayleen Blair y viene de una familia de clase media. Si os preguntan cómo ha llegado hasta aquí es porque sus antiguos amos habían encontrado a otra para que hiciera sus pedidos y nosotros, como buenos señores, le ofrecimos trabajo aquí, en nuestra mansión. ¿Alguna duda?
Volvió a reinar un tenso silencio. Por unos instantes nadie habló, temiendo lo peor, pero una voz conocida rompió el cargado ambiente para hablar.
―Yo tengo una pregunta. ―Elliot se levantó y miró desafiante a su tío. Este le devolvió la mirada, advirtiéndole de sus próximas palabras―. ¿Por qué tanto alboroto por una simple criada, tío?
La ironía se notó en su voz, por lo que todo el mundo abrió los ojos sorprendidos de su atrevimiento. Hasta el más tonto sabía que el chico no iba por buen camino si seguía hablando.
Todas las miradas de la sala se clavaron en el señor Wellington, que miraba a su sobrino con ojos desorbitados. Tragó saliva y abrió la boca para hablar, pero de ella sólo salían palabras entrecortadas.
―P-porque... tú...
―Sobrino ―Carl fue interrumpido por su hermano, el cual dio un paso hacia adelante a la vez que se colocaba en frente de Elliot. No había mucha diferencia de altura, pero aun así y por la expresión del joven que intentaba ocultar, se notaba lo intimidante que podía resultar estar frente a un hombre de aura oscura―. No te tiene que importar el porqué de lo que hemos dicho ―dijo con voz envenenada. Se inclinó hacia su sobrino y su rostro quedó a centímetros del otro―. Lo único que te tiene que importar es que cuando te pregunten quién es esta chica, contestes al pie de la letra lo que te hemos dicho. ¿Me has entendido? ―terminó diciendo mientras elevaba la voz.
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Estrella errante © [Pausada]
Fiction HistoriqueNos situamos en el siglo XIX, época Victoriana, en Londres (1854). Jane Kelly era una joven de dieciséis años de clase alta que vivía con sus tíos y su hermano. A Jane no le gustaba estudiar, ni llevar corset ni nada que tuviera que ver con la vida...