Capítulo 7: "¿Quién eres?"
Tenía todo preparado para mi escape. Sería esa misma noche, después de que todos se retiraran a sus habitaciones, pondría en marcha mi plan. Había pensado en una huida rápida y silenciosa. Después de informarme de que cerraban las puertas de los criados a las diez en punto, comprobé otra salida que me permitiera el escape. Me fijé en la ventana de mi habitación. Estaba alta, pues era un segundo piso y seguro que habían pensado que no me intentaría ir por ahí. De hecho yo también estuve pensando en resignarme, pero finalmente me decidí.
Aproveché mis tareas para investigar por la casa, y tras buscar en diferentes cuartos de limpieza y habitaciones oscuras, descubrí un cuarto en el que se guardaban distintos tipos de utensilios, desde cubos y cepillos hasta cuerdas y pistolas sin cargar. Con cuidado, fui llevando rollos de cuerda hasta mi habitación, procurando que nadie me viera.
Horas después, cuando se supone que debíamos de reunirnos en la cocina para la cena tras terminar las tareas (que fueron realmente agotadoras, desde limpiar la escalera hasta fregar el suelo con un trapo), tenía todo preparado.
Cené en silencio junto con los otros sirvientes, mientras ellos charlaban animadamente sobre el transcurso del día. Cuando terminé esperé a que los demás lo hicieran, para luego retirarme a mi habitación. Iba subiendo las escaleras cuando una mano me agarró del brazo y me arrastró hasta una habitación oscura y cerró la puerta con llave. Asustada agité mi brazo intentando distinguir en la oscuridad al dueño. De repente la luz se encendió y pude conocer la identidad del que me había arrastrado hasta aquí.
No era nada menos que el sobrino de los Wellington, Elliot.
(...)
―¿Desea algo, señorito? ―pregunté lo más formal que pude.
Él sólo se acercó a mí, con sus ojos clavados en los míos. Aún no me había soltado el brazo y eso me incomodaba. Después de unos segundos en silencio se dignó a hablar.
―¿Quién eres?
La pregunta me dejó descolocada por un momento. ¿A qué se suponía que se refería? Cautelosa, hablé.
―¿Perdone?
―Que quién eres ―repitió serio.
―No entiendo lo que me quiere decir.
―¿Quién eres, de dónde vienes, cómo te llamas? ―enumeró subiendo el tono de voz.
Temerosa por decir algo inapropiado que me pudiera costar mi libertad, dije lo que me habían ordenado.
―Mi nombre es Ayleen, señorito. Vengo de otra casa a la que serví en los barrios medios de Londres y soy la nueva sirvienta en su hogar.
Todo esto fue lo que me dijeron los hermanos Wellington que explicara si en algún caso me preguntaban y si no quería que algo malo me pasara. En un principio pensé que no me ocurriría nada si lo decía, pues cualquier buen corazón que supiera de mi condición se apiadaría de mí y me ayudaría. Luego recapacité; si decía algo podía llegar a oídos de los señores y me arriesgaría mucho. Además, daba por hecho que ya me estarían buscando tras notar mi desaparición en mi casa, así que por ese entonces mi más sabia decisión fue esperar el momento oportuno para huir por mí misma y quizás salir ilesa de todo aquel embrollo.
Por la cara que exhibía el chico, no parecía haberle convencido mi explicación, por muy sincera que hubiera intentado que sonara.
―Mentira ―dijo seguro―. Es sencillamente imposible que seas una criada. Tus manos son suaves y sin callos y tu piel es blanca como la leche. No puedes haber trabajado de sirvienta y estar así.
Tragué saliva. No podía decirle la verdad, simplemente no. Arriesgándome, improvisé.
―De la casa de la que provengo me cuidaban bien, mi señorito. Mis antiguos amos sólo precisaban de trabajos de menor esfuerzo, por lo que no tuve que hacer mucho.
Se quedó mirándome por un tiempo. Sus azules ojos penetraban en lo más profundo de mi ser, intentando averiguar cualquier atisbo de mentira en mis palabras. Mordí mi labio, costumbre que tenía cuando estaba nerviosa. El gesto fue avistado por él y llevó directamente sus ojos hacia mis labios, donde clavó su mirada durante segundos innecesarios. Sacudió su cabeza para sí mismo y volvió a subir su mirada hacia mis ojos.
―Está bien ―habló, no muy convencido todavía―. Puedes retirarte.
Y dicho eso giró sobre sus pies y tras abrir la puerta salió de la habitación en total silencio. Perpleja por lo ocurrido, salí con lentitud en dirección a mi cuarto.
(...)
Cuando llegué a mi habitación me senté en la cama esperando a oír el supuesto cierre de llaves que se echaba en todas las puertas de los criados. Justo como creía, a las diez en punto alcancé a oír como una llave se introducía en la cerradura y cerraba mi puerta con cerrojo, aislándome dentro. Me levanté silenciosa y me dirigí al pequeño armario donde guardaba todo para el plan de huida.
Di comienzo a mi escape.
***
Hi! Traigo un capítulo corto, lo sé, pero quería actualizar porque creo que después de tres meses, aunque fuera un mini-capítulo, algo debía traer.
Quiero darles las gracias por su apoyo, sus votos, seguidos y comentarios. Significa mucho para mí (si por algún caso no os contesto en los comentarios es que Wattpad a veces me lo impide).
También quería decirles que se pasen por la otra novela que tengo. Se llama Clanes de Luna Nueva: Greys y va sobre lobos (no es la típica, típica historia, aunque lo creáis viendo la sinopsis).
Creo que eso es todo por ahora.
Un beso y gracias por leer.
Senda.
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Estrella errante © [Pausada]
Ficción históricaNos situamos en el siglo XIX, época Victoriana, en Londres (1854). Jane Kelly era una joven de dieciséis años de clase alta que vivía con sus tíos y su hermano. A Jane no le gustaba estudiar, ni llevar corset ni nada que tuviera que ver con la vida...