II

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Buscar qué cosas puede hacer un ciego me tomó gran parte de las tardes libres. Incluso pregunté en el hospital y no obtuve muchas respuestas. La doctora Paxirou me relató la historia de un ciego que cuidaba mascotas en Kolonaki. Del traumatólogo Gogou, escuché que conocía a otro ciego que estaba con sus padres aún y ayudaba en un negocio familiar en Creta.

También oí chistes crueles, pero en general, las ideas no fueron alentadoras.

Si me detenía a preguntar en las librerías por algún libro que hablara de ello, los encargados me llevaban a la sección de braille. Solo en la librería Epikentro me invitaron a leer un libro que hablaba de ciegos muy buenos con los masajes gracias a sus habilidades sensoriales. También leí en la revista Gynaika el asombroso caso de un hombre ciego que podía pintar. Y en el metro, al comentar mi inquietud con una anciana que viajaba conmigo en el vagón rumbo a Monastiraki, me comentó que uno de sus nietos, que quedó ciego, aprendió a tocar flauta.

«Lo hace muy bien», me dijo con una voz teñida de orgullo.

Un ciego puede hacer muchas cosas, más que recoger los zapatos y ordenar la ropa. Por ahora, eso es lo que hace Ambuj.

A la hora de la cena, me acompaña en la cocina. Después de ver lo rápido que aprendió a preparar café, le enseñé a preparar emparedados, tostar panes y preparar batidos en la licuadora.

Es bastante bueno en esas cosas, le quedan de un mejor gusto que a mí. Por esa razón, he optado por permitirle que me ayude a preparar la cena.

También compré un libro para aprender braille. Investigué sobre algunos cursos y están por encima de mis posibilidades económicas por ahora.

Ha pasado un mes, no hay muestra de que alguien lo reconozca y no creo que alguien venga por él. He pensado, incluso, en que no me molestaría que se quedara.

Sirvo los platos para el pan, el queso crema junto al cordero en la mesa y observo a Ambuj acercarse con la jarra de mandarina. Me adelanto a traer los vasos de vidrio, las servilletas y volver a la mesa ya preparada para cenar. Él toma los vasos con cuidado y sirve el jugo sin derramar nada. Una vez le pregunté cómo lo hacía y me comentó que se guiaba con el sonido. Es fascinante.

Otra cosa que me agrada de tenerlo aquí, y me hace querer que no se vaya, es la compañía: ya no estoy solo. Mis padres están en Galaxidi, Evan también. Se siente bien tener con quien compartir la cena un domingo en la noche.

—No sé cómo haces para que te queden así —halago tras probar el jugo que ha preparado. Le quedan al punto y son deliciosos: ni muy diluidos ni muy fuertes, con el toque exacto de azúcar.

—¿Hacer qué? —Veo como unta la crema de queso en el pan, he notado que es su forma favorita de comer. Todavía se le dificulta trabajar con los cubiertos, pero es agradable presenciar como poco a poco se va esforzando.

—El jugo. Nunca me puede quedar así.

Ambuj mete el bocado de pan a la boca y sonríe mientras mastica. Su cabello sigue largo y lo tiene sujeto con la misma cola que amarré justo antes de empezar a cocinar. Ya no tiene la espesa barba que lo cubría cuando lo encontré y debo estar pendiente de afeitarlo. No sé si él se ha dado cuenta que yo también tengo el cabello un poco largo y ondulado, pese a haberlo cortado para iniciar las prácticas. A duras penas puedo amarrarlo.

Bebo otro sorbo y le sonrío otra vez. Se come ese pan con tanto gusto que envidio su cara de felicidad.

—¿Sabes qué es el braille? —Él levanta el rostro, atendiendo así a mi búsqueda de conversación. Asiente y lleva un pedazo de cordero a sus labios con las manos. Nunca le he preguntado si le agrada lo que cocino o solo lo come por hambre... No me he atrevido—. Bueno, me preguntaba si te gustaría aprenderlo.

Hijo de Payasos (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora