XV

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Tras ese momento íntimo, volvimos al bohío para socializar. Yo quería regresar a nuestra habitación, meternos en la cama para llenarlo de besos por cada ocasión que yo ignoré su presencia en la calle, pero él no me lo permitió. Con ese tono tan suyo, me hizo saber que quería seguir hablando con mis compañeros. Minerva lo alcanzó nada más se acercó a la mesa.

Ambuj parece decidido a no dejar que la tristeza nos amargue el día aun si eso es todo lo que tengo en este momento.

Mientras lo veo hablar animadamente con mis compañeras, bebo una cerveza y trato de olvidar toda la situación que me ha dejado con un sentido de culpabilidad que no debo tener. Thiago ha escuchado atento mis pensamientos quejumbrosos, todo con una sonrisa jovial y paciencia infinita.

—Viene un circo —suelta de repente y, como si sus palabras contuvieran una corriente eléctrica, mi cuerpo se eriza y se vuelve de piedra.

No digo nada y reparo en el reflejo de la luz que golpea contra la botella.

—No sé, al inicio lo que querías era encontrar a su familia. Ahora que sabes que es de un circo, quizá su familia esté allí.

—No voy a ir a todos los circos del mundo a buscar a su familia...

Él no espera eso, ¿verdad? No está esperando volver con los suyos. Al inicio, estaba tan desesperanzado de encontrarlos que no vi deseos de volver, pero ya no es el del inicio, me lo ha dejado claro.

—No digo que vayas al circo para que él regrese. Creo que está muy feliz aquí donde está —Thiago prosigue a la vez que me da un par de palmadas en mi mano tiesa sobre la botella de cerveza—. Quién sabe, él puede querer al menos decirle a su madre que está bien.

Reniego de inmediato. La posibilidad me trae intranquilidad y no me permito tan siquiera pensarla. No quiero nada que lo hiera, nada que pueda lastimarlo y recordarle la razón por la que tuvo que escapar. Sé que Thiago debería entender mi resistencia al hecho, también comprendo que lo que me dice es bastante sensato. Si mis sentimientos no fueran tan fuertes por él, estaría de acuerdo.

Bebo otro trago de mi cerveza y contemplo a Ambuj reír mientras Minerva le cuenta algo. Ya no me siento celoso por lo que pueda ocurrir entre ellos, me ha dejado claro que me quiere a mí. En cambio, ahora mi inseguridad va en si soy capaz de darle más tipos de felicidad.

Thiago ahora palmea mi hombro. Lo miro interrogante mientras él ríe.

—Por cierto, mañana iremos a un parque de diversiones.

—Un parque...

—Hay carros chocones —me interrumpe y me dirige una mirada comunicativa que yo tardo en comprender. Abro los ojos ante la idea y mi corazón late eufórico ante esa posibilidad—. ¡Ay, Alexander! ¡De nuevo tienes esa cara de idiota!

No me importa verme ridículo cuando la felicidad se presenta ante mí como una nueva amiga. Lo miro y me pregunto qué opinará él.

*

—¿Estás seguro? —Sus dedos se mueven dubitativos sobre el volante del carro chocón que hemos tomado. Yo estoy sentado a su lado y mis rodillas golpean con dolorosa frecuencia el borde del artefacto.

Como dijo Thiago, hemos tenido la suerte de tener el parque de diversiones prácticamente desolado para nosotros por ser muy temprano en la mañana; sin embargo, el único juego que me interesa usar con Ambuj es este. Recuerdo el sueño que le dijo a aquella mujer de su pasado y, aunque no es lo mismo que manejar en la calle y con el tráfico, es perfecto para darle un poco de control a su vida.

En cambio, él no luce muy convencido. Me ha seguido pese a que frunce el ceño y no está muy de acuerdo con la idea. Yo, por el momento, no pretendo claudicar.

Hijo de Payasos (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora