Tragedia de la Libertad (Kurapika | Lectora)

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A penas entró por el marco de la puerta, el olor a los árboles de pino y la dulce canela la transportaron a sus días de infancia, donde jugaba con sus juguetes y su padre aún se mantenía con vida, la nostalgia atacó sin previo aviso y se instauró de manera dolosa en su pecho.

Observaba fascinada cada detalle de la casa, como si se tratase de un gran museo; la mayoría de las cosas seguían intactas, los cuadros, las decoraciones, solo la alfombra y el forro de las almohadas del sofá cambiaron, al igual que algunas plantas.

Felic cerró la puerta tras su espalda, un chico alto, de cabellos negros y desordenados, parte de su flequillo estaba hacia la izquierda, ojos miel, nariz recta y labios finos — hemos llegado — susurró. La madre le hizo un pequeño tour a Elena, le mostró los cambios de la casa, la nueva alfombra que había adquirido y un cuadro plasmado sobre el sofá largo que adornaba la sala de estar — mira, encontré esta fotografía en el baúl de tu papá, somos todos, tú eras tan pequeñita... — comentó enternecida, pero se sobresaltó y miró algo molesta a su hija que soltó grandes carcajadas — ¡Felic parece que no quería estar ahí! ¡mira su cara!

El susodicho avanzó rápidamente a ver por qué la chica se burlaba de él, quedó estupefacto al ver la fotografía a la vista de cualquier persona que entrase a la casa, sus mejillas se sonrojaron por la vergüenza y habló, molesto — ¡¿qué?! ¿cuándo ocurrió eso? — Mary, la madre, cambió su semblante enojado a uno más sereno, miró a Felic con una sonrisa en el rostro — fue el cumpleaños de Edén, ella se ve muy contenta, creo que había cumplido seis años... y tú ya eras un adolescente.

— ¡uno bien amargado! — el chico observó con sumo enojo a su media hermana, quién por mucho que le reclamase, no dejaba de reír — ¡sabes que yo no quería estar ahí! ¡y nunca me gustaron las fotografías!

La familia se mantuvo unos minutos más conversando de trivialidades, recordando al padre y marido cuando estaba vivo o rememorando el pasado de los chicos, el tema de Edén y el barco quedaría para la tarde, junto a un té caliente y un bizcocho. La madre le dijo a su hija que fuera a su cuarto, le prometió que estaba limpio e intacto, ella subió las escaleras entusiasmada.

Llegó al segundo piso, donde solo había un cuarto y el despacho, el cuarto matrimonial estaba en la planta baja, Edén recordó todas las veces que aguantó las ganas de hacer sus necesidades por la flojera que le daba bajar las escaleras e ir al baño. Entró por la puerta, y la nostalgia impregnada se hizo mucho más notoria. Su cuarto color turquesa, la ventana que reposaba al lado de su cama pequeña, las almohadas aún mantenían las manchas de pintura. 

— ¡oh mi bebé! creí que nunca te volvería a ver mi pequeño — vio a su gato dormido dulcemente en mitad de la cama, corrió por esa dirección, se sentó en el suelo sobre sus propias piernas para abrazarlo, sin embargo éste no se veía entusiasmado, al contrario, Edén juró que vio sus ojos fruncidos y molestos, y un gruñido le hizo saber que no era el momento de cariños — oye, soy yo ¿no me extrañaste?

Se puso de pie y retomó su retrospección, al lado de su cama aún se mantenía la mesita de noche que ella misma había pintado, de color verde con girasoles pequeños tipo estampado, la lámpara de gatos que le dio Felic para su cumpleaños número 13 y las pequeñas plantas de plástico. Volteó para encontrarse con su escrito, yacía frente a su cama, era largo, cubría toda la pared hasta llegar a la puerta, y al igual que las almohadas tenía manchas de pintura, pero estaba casi vacío ya que allí tenía todas sus herramientas de trabajo y cuadernos de la universidad, cosas que actualmente estaban guardadas en otro lugar o en la basura.

Abrió los cajones por mera curiosidad, eran cinco que se acoplaban entre ellos en una fila hasta llegar al suelo, estaban todos vacíos menos el tercero, tenía algunos libros que tuvo que leer para algunas asignaturas — no sabes cuánto te odio Patrimonio Cultural Europeo, casi pierdo la beca por tu culpa.