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A penas sonó el despertador lo tomó con una de sus manos para apagarlo, a pesar de haber dormido en una lujosa cama, sentía el cansancio apoderarse de sus hombros. Bostezó de manera casi exagerada, para luego sentarse al borde de la cama.

— las 7 de la mañana... — susurró, conociendo los horarios de la menor de los Nostrade seguramente seguía durmiendo, tenía unos minutos libres antes de que despertara. 

Se dirigió al baño que poseía la habitación para darse una ducha, Kurapika era de las personas que prefería sentir esas tibias gotas durante el alba, para afrontar el día de manera más relajada.

Dentro de su cabeza tenía muchos pensamientos entre mezclados, como lo magnífico que era el barco, lo tortuoso que era ser guardia de una mujer que colecciona ojos Kurta como si fuesen un trofeo, y la ansiedad acechante de haber perdido de vista a los del Genei Ryodan, pero necesitaba estar cerca de la familia Nostrade y seguir con su plan si quería que todo saliese a la perfección, tenía todo controlado, nada ni nadie iba a arruinar sus planes.

Una vez salió de la ducha secó sus cabellos con una toalla, de vez en cuando los agarraba y observaba, mientras pensaba en lo largos que estaban.

Tuvo que vestirse de manera obligada con el traje que le facilitó el señor Nostrade, aunque no fuesen sus horarios laborales, debía proteger a su hija a cualquier hora, y si no seguía las instrucciones al pie de la letra su plan se esfumaría.

Salió de su cuarto y guardó la tarjeta que hacía el trabajo de abrir la puerta del lugar, miró por unos segundos el pasillo, al parecer nadie se había despertado, ni siquiera Melody, que cualquier ruido la hacía ponerse en estado de alerta.

Subió las escaleras para llegar a las afueras del barco, el sol estaba recién apareciendo, el cielo estaba teñido de tonalidades anaranjadas, era un verdadero privilegio observar la maravilla de la naturaleza sobre el barco, ver las olas danzando al ritmo del sol.

Iba a ir al comedor a coger algo de desayuno, pero mientras caminaba a su destino se topó con una conocida silueta. Vio a Edén sentada en una de las sillas del barco, en dirección al sol que seguía saliendo, la vio con un gran cuaderno de hojas blancas, al lado de sus pies había una pequeña mochila, de lejos se notaban algunos pinceles y plumones dentro.

Se quedó un rato observándola, tenía el cabello atado en una liga, traía puesto un jersey de color azul y pantalones anchos y negros, seguramente le había dado frío estar expuesta mucho tiempo a las heladas brisas marítimas.

— ¿cuánto tiempo estarás parado ahí? — escucho esas palabras de la boca de la chica, Kurapika aspiró aire de la sorpresa ¿cómo supo que estaba ahí? y peor ¿cómo supo que era él?

La distancia en la que se encontraban era prudente, lo suficiente como para escucharse el uno al otro sin necesidad de gritar.

— d-disculpame, no era mi intención — estaba muy avergonzado, sintió su rostro calentarse, pero su voz se mantenía fría y un poco desinteresada.

— si quieres puedes venir, debo admitir que es un poco incómodo que me observes de lejos, más si no me dices nada — respondió vacilonamente, Kurapika lo tomó como una invitación a ver lo que estaba haciendo.

Se acercó lentamente, mientras más cerca estaba veía con más detalles lo que estaba pintando, era la salida del sol, era un dibujo extraordinario, como si hubiese plasmado el momento a través de una fotografía.

— te está quedando muy bien — comentó un poco más amigable.

— ¡gracias! siento que el amanecer es precioso, y un poco infravalorado ¿no es impresionante ver como esa fuente de energía y luz sale del mar? como si hubiese despertado de un gran sueño... 

Tragedia de la Libertad (Kurapika | Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora