28

52 7 1
                                    

El día se estaba apagando con lentitud, como si el sol mismo disfrutara de los últimos momentos de luz dorada antes de ceder el cielo a la noche. Kurapika caminaba al lado de Elena, manteniendo una postura firme y profesional, pero no podía evitar dejarse llevar por la ligereza que su compañía le proporcionaba. Había algo en su humor y en la chispa de sus ojos que lo hacía sentir menos tenso, algo que era una rareza en su vida llena de sombras y obligaciones.

Elena, con su cabello suelto y su actitud desenfadada, parecía una versión moderna de una musa clásica, siempre con una broma en los labios y una sonrisa enigmática. Pasó el día trabajando para el jefe de Kurapika, anotó en su teléfono algunas particularidades de la mansión, la textura de sus murallas y esbozó un plano mental.

El señor Kassi decidió dejar ir a Elena a su casa y que volviese la próxima semana con propuestas para comenzar la obra, a través de su pequeño teléfono le pidió a su conductor personal que la llevara a casa, sin embargo, los impulsos de Kurapika le gritaban que se ofreciera a llevarla él mismo.

— yo puedo llevarla a casa, jefe 
— ¿estás seguro?
— sí, envíeme la dirección y yo la llevaré

No podía negarse ante la amabilidad de su subordinado, por lo que le envió por mensaje de texto la ubicación de su casa. Kurapika pensó que era una información de doble filo, no estaba seguro de si aún deseaba conocer más de ella — si sigo conociéndola llegaré al punto en el que no pueda seguir con mi plan.

Era consiente respecto a sus sentimientos y se conocía lo suficiente para saber que si seguía enamorándose cada día más de ella, sus planes principales como acabar con el Gene'i Ryodan podían quedar en segundo plano, y aún se mantenía dudoso de ello.

...

— así que ¿cuántas veces has tenido que escoltar a una mujer en ese Porsche? — preguntó Elena, rompiendo el silencio con una sonrisa que reflejaba tanto picardía como curiosidad.

— más veces de las que quisiera contar — respondió Kurapika con una sonrisa y leve sarcasmo en sus palabras — pero tú eres, sin duda, la más linda que he llevado.

Ambos caminaban hacia el gran portón que albergaba los autos del jefe de Kurapika. Mientras caminaban, el tono de la conversación se volvió más relajado, con Elena compartiendo anécdotas de su día y Kurapika respondiendo con comentarios sarcásticos que parecían surgir de algún rincón olvidado de su personalidad.

— vas a conocer mi casa... ¡y verás a los gatos chismosos! — comentó ella con entusiasmo, el chico respondió con una leve sonrisa — aún no entiendo del todo a qué te refieres con los gatos — cuando llegaron al auto que transportó a Elena en la mañana, Kurapika hizo el gesto típico de abrirle la puerta a su amada, cosa que Elena aprovechó de compararlo con un príncipe de Disney.

— ¿siempre supiste manejar? — infirió ella cuando Kurapika se posicionó al volante, cerrando la puerta — para este puesto tuve que aprender, hace poco obtuve la licencia de conducir — la chica con sus ojos brillantes volteó la cabeza hacia él — oooh ¿puedo verla?

— ¿por qué te hace tanta ilusión? — soltó risas dulces mientras rebuscaba dentro de su blazer negro. Elena vio que tenía un bolsillo oculto donde varias tarjetas convivían, entre ellas vio una extraña de color blanco escrita en un idioma desconocido para ella — aquí está — se la entregó para luego encender el auto y partir a la dirección correspondiente.

Vio detenidamente la fotografía de su amado, se veía sumamente guapo con su cabello suelto, la camisa blanca abierta en la parte del cuello y su mirada intimidante, no pudo evitar sonreír como una adolescente enamorada — sales bien en la foto — mientras manejaba las mejillas del chico se tornaban rojizas — por eso querías verla... — susurró algo arrepentido sin despegar su vista del frente, ya habían salido de aquel lugar lleno de casas lujosas y estaban acercándose a la carretera.

Tragedia de la Libertad (Kurapika | Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora