Sanando las heridas del alma

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Para Daemon la escena de Rhaenyra meciendo en la cuna a su pequeña hija hasta que ella se quedó dormida, era algo que recordaría para toda su vida.

Su esposa, su reina, la mujer que amaba y su hija, su primogénita. Ellas eran la descripción perfecta de felicidad para él.

Rhaenyra recostó a Visenya en la cuna e hizo una mueca de dolor cuando se enderezó.

- ¿Estás bien?- preguntó Daemon acercándose hacia ella y ella lo miró avergonzada.

- Si, yo, bueno, no es nada- dijo ella avergonzada por las dolencias que tenía.

¿Cómo podía decirle que la batalla que había tenido que librar la había dejado agotada y que su cuerpo no era el mismo ahora luego de dar a luz?

Si bien es cierto sus heridas ya estaban sanando, los dolores persistían.

Caminar se le hacía un poco difícil, su espalda se sentía extremadamente adolorida, la herida en su brazo aún quemaba a pesar de que Ortigas la había curado rápidamente, y sus pechos dolían producto del estrés.

- Rhaenyra- dijo él tomándola suavemente de los hombros y ella lo miró a los ojos.

Él sabía que había años de distancia entre ellos, pero lo decía en serio cuando le pidió comenzar de nuevo, comenzar desde cero. Él quería eso, quería comenzar de nuevo con ella, y para eso necesitaban confiar el uno en el otro.

- Rhaenyra- insistió él mirándola a la cara y ella sintió sus ojos brillar.

¿Por qué le era tan difícil comunicarle a él lo que le ocurría? Él ya la había visto desnuda muchas veces ¿O era miedo lo que sentía? ¿Miedo de que él viera lo mucho que su cuerpo había cambiado?

- Por favor- dijo él acariciando su mejilla y ella se mordió el labio.

- Es solo que estoy adolorida- confesó ella y él la miró con preocupación.

- ¿Te hicieron mucho daño? Ortigas me dijo que te había curado, pero fui un estúpido al no llevarte de todas maneras ante el maestre- dijo él tomando su mano- Ven, iremos de inmediato- dijo él y ella negó.

- No, tío, digo Daemon, digo- comenzó ella tartamudeando- Es solo que el parto es algo difícil, mi cuerpo ya no es el mismo... me duele- dijo ella con los ojos brillantes por una vergüenza que ni siquiera debería sentir.

Daemon entonces la observó y vio su rostro más pálido. Su mirada cansada, su cabello desordenado y el calor que sonrosaba sus mejillas.

- Soy horrible ahora y cargar los kilos de más por el embarazo supongo que afecta- dijo ella y él la miró confundido.

¿Horrible? ¿Por qué demonios decía eso?

Para él seguía siendo tan hermosa como siempre lo había sido.

Intentó pensar, intentó recordar y recordó a su padre contarle una vez que luego de que él naciera, su madre siempre estaba cansada y tomaba largos baños para relajar su cuerpo.

Claro que su padre le dijo eso para prepararlo para el matrimonio con Rhea Royce, pero se lo agradecía de cualquier forma.

Rhaenyra sintió como él la levantaba en sus brazos y la sacaba de la habitación, no sin antes indicar a una de las pocas sirvientas en que si confiaba que cuidara a Visenya mientras dormía.

- Padre me dijo una vez que el agua tibia y las hierbas ayudaban a calmar el malestar luego de dar a luz que sufren las mujeres- dijo él algo confundido- Veremos si conseguimos algunas hierbas para ti- dijo Daemon besando su frente y ella lo miró emocionada cuando él buscó él mismo lo necesario en las cocinas, y fue el mismo quién preparó todo para ella, porque el rey no confiaba en los sirvientes.

Un corazón consumido por la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora