Hermanos

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Besos y abrazos.

Los cinco hijos de Daemon Targaryen estaban reunidos a la mañana siguiente en el campo de entrenamiento.

Daemon había estado pensando esa mañana como hacer que Aemon se sintiera cómodo entrenando y que no tuviera tanto miedo como había escuchado tenía la noche anterior.

Entonces decidió que él no entrenaría ese día, sino que supervisaría los entrenamientos.

Pero para hacer más justo ese entrenamiento para Aemon, haría que entrenaran técnicas variadas en diferentes circuitos.

Entrenarían combate cuerpo a cuerpo en que el que Visenya seguramente destrozaría a sus hermanos, y en el que Viserys debería buscar una forma creativa de entrenar. Entrenarían técnicas con espada en donde Aegon lideraría, y también entrenarían con arcos, donde sabía Aemon llevaría ventaja.

Alyssa sonreía entendiendo lo que había hecho su padre, mientras que Aegon y Visenya querían protestar.

- No me interesa que objeciones puedan tener ¿Acaso no fui claro cuando dije que en este palacio se hacía lo que yo decía?- preguntó Daemon a sus hijos y ellos negaron rápidamente.

- Nos quedó muy claro- dijo Visenya mirando hacia el frente y eligiendo entrenar espada primero.

Aegon maldijo cuando le tocó entrenar arco con Aemon. 

- Visenya, ayuda a Alyssa con la espada- dijo Daemon caminando hacia donde estaba Viserys para instruirlo en como atacar a los escuderos que lo atacarían.

- Esto no es fácil papá- dijo Viserys quejándose de estar entrenando cuerpo a cuerpo, en una silla de ruedas.

- La vida no es fácil hijo, tienes que estar preparado- dijo Daemon enseñándole algunos trucos.

- Imagina un soldado lesionado ¿Crees que dejará de luchar por estar lesionado?- preguntó Daemon y Viserys maldijo.

Haría eso, pero no le parecía divertido en absoluto.

Daemon dejó a Viserys con los escuderos, y fue a ver que Aegon y Aemon no se sacaran los ojos.

- Solo quería ayudarte, si sigues así terminarás matando a alguien- dijo Aemon a su hermano que lo miraba con cara de pocos amigos.

- Sé disparar un arco- dijo Aegon pero cuando intentó darle al objetivo falló miserablemente.

- Aegon escucha a tú hermano- gruñó Daemon y Aegon aceptó a regañadientes.

Cuando fue el turno de Aegon enseñarle a usar una espada a Aemon, casi volvieron a pelear.

- Juro que te enviaré donde los malditos maestres- gruñó Aemon cuando Aegon lo golpeó en una pierna.

- Yo te enviaré allá, con la nariz rota- gruñó Aegon atacándolo y Daemon los separó a ambos.

- Si siguen así, yo les daré verdaderos motivos para ir a parar donde los maestres, ahora compórtense como dos adultos- gruñó Daemon y ellos asintieron de inmediato.

Para Aegon no pasó desapercibido el temblor de Aemon y maldijo por querer ser amable con quién según él, no lo merecía.

- ¿Sabes que no lo dice en serio cierto? Jamás nos haría tal daño- dijo Aegon a Aemon en un susurro.

Aemon miró a su hermano y se quedó callado. No, no lo sabía, su madre se lo había dicho, pero no podía evitar tenerle miedo a su padre.

Luego de rotar entrenamientos, los cinco estaban tirados en el barro del campo de entrenamiento mientras Daemon los pateaba a los cinco en el suelo para que se pusieran de pie.

Un corazón consumido por la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora