09. bardos y verdades.
Enzo
Habíamos ido a una cafetería que no conocía, se llamaba La Milonguita que por lo que me había contado Grecia era una de las pastelerías más ricas de la ciudad y en donde hacían las mejores facturas y sándwiches de miga.
El lugar era precioso; tenía todos los muebles de madera con retoques en blanco o negro mate, muchas plantas de decoración y las parades en un tono pastel. Aunque lo que más te llamaba la atención era las neveras gigantes que tenían como mostrador donde se podían apreciar facturas de todo tipo, tortas, sándwiches de miga, empanadas y más cosas.
—¿Te gusta el lugar?—preguntó mi acompañante una vez que nos sentamos en la mesa. Asentí con una sonrisa y me puse a leer la carta con todas las cosas que tenían,—Te va a costar decidir porque todo está buenísimo.
Tenía razón todo tenía una pinta increíble.
Estaba muy indeciso, no sabía que pedir.Normalmente siempre pedía lo mismo en todos lados, un café con leche y un alfajor.
Salí de mi ensoñación cuando Grecia me tocó el brazo, moví la cabeza un par de veces e hice un gesto con la cabeza provocando su risa.
—Hola Lu, ¿cómo estás? Yo quiero un café con leche con un tostado y un vigilante de crema pastelera con membrillo—dijo despacio ya que la chica estaba anotando su pedido, segundos después me miró y añadió:—¿Y vos? ¿ya sabes?
—Lo mismo.
La moza se quedó hablando unos minutos con Grecia, al parecer se conocían y demasiado bien, porque tenían mucha confianza y no tardó mucho en venir otra persona hasta nuestra mesa.
—¿Este es tu novio Grecia?—cuestionó una señora mayor mientras le sobaba el hombro a la ojiverde, esta giró la cabeza y sonrió con ternura,—Que lindo chico, saliste con los gustos de tu abuela.
Esta se rió y se levantó para darle un abrazo y un beso a la señora.
—¿Como estás tanto tiempo? No abue, es un amigo—aclaró después de separarse de ella y me miró con una sonrisa,—Se llama Enzo, lo conocí ayer en la juntada que me hicieron los chicos. Lo traje para que vea cuál es la mejor cafetería de Buenos Aires.
Me levanté de mi sitio y me acerqué a saludarla;—Un gusto conocerla...
—Rossina, el gusto es todo mío. Por lo que veo, sos alguien importante para mi nieta, ¡porque ni a los chicos los trajo al segundo día de conocerlos!—exclamó mientras alzaba las manos haciéndonos reír a los dos, luego se puso las manos en medio del pecho y me miró—Espero de corazón que te guste el desayuno.
—Seguro que sí.
Estuvieron alrededor de cinco/diez minutos hablando de cómo la había pasado en las vacaciones y de todo el laburo que habían tenido estos dos meses, entre otras cosas.
En menos de quince minutos teníamos el desayuno en la mesa y entre charlas y risas empezamos a comer. Hablamos prácticamente de todo, me sorprendió la soltura y la confianza con la que hablábamos, parecía que nos conocíamos de toda la vida.
Cuando terminamos de comer, nos quedamos como treinta minutos más haciendo sobre mesa, hasta que Grecia se levantó y fue hasta el mostrador, me levanté detrás de ella y aceleré el paso para seguirla.
—Ni se te ocurra—avisé viendo cuáles eran sus intenciones—Yo te invité así que déjame pagar.
Negó,—Abu, cóbrame porfa.
—Dale Grecia, no seas así. Te dije que yo te invitaba.
—Y yo te dije que no—determinó sin mirarme y apurando a su abuelo para que le cobrara lo antes posible—No tiene nada que ver que me hayas avisado para juntarnos, yo te invito al desayuno, cuando vaya para Montevideo me invitas vos.
—¿Como que no tiene nada que ver? ¿Dónde se vio que yo te invite a desayunar y vos me pagues?
—Ninguno de los dos paga, los invito yo—habló una voz masculina detrás del mostrador. Un señor pelado y con un bigote canoso nos miraba con un semblante bastante serio aunque mucho no le duró cuando vio que la rubia pasó por detrás del mostrador para abrazarlo—¿Cómo está la nieta más linda de todo el condado?
Era el abuelo de Grecia y por lo que se veía tenía locura con ella por la forma en que la miraba, como si de un tesoro se tratase.
—Mira abu, el es Enzo—me presentó y el señor no dudo en sonreír y pasar por el mostrador para saludarme dándome el típico apretón de manos.
—Gustavo, un gusto.
Al igual que con su abuela estuvieron hablando de algunos temas y en cada tanto Gustavo me preguntaba alguna que otra cosa.
—Voy un momento al baño.
Seguí la instrucciones que me había dado Grecia para llegar hasta allí; necesitaba lavarme las manos, las tenía todas pegajosas del azúcar y el membrillo de la factura.
Una vez me sequé la manos, sentí mi celular vibrar y lo saqué al instante para ver de quién se trataba.
Fruncí el ceño al ver de quién era.
Mi ex.
Sofí: Estoy en bs as, necesito hablar con vos.
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que se pudrAaaaaaaaa