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31. siempre pensé que no te debiste ir.

 siempre pensé que no te debiste ir

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colombo.gre a quien madruga, dios lo ayuda (?

Le gusta a matiasrecalt, kuku.esteban y a 350 personas más.

juanicar blda sos igual
colombo.gre @juanicar a quien?
juanicar a mi futura novia😎
colombo.gre @juanicar sos un tarado JAJAJAAJAJJA t amo🎀

pipegonzalezotano esa rubia está divinaaa

agustinpardella re fachera iba a laburar
colombo.gre @agustinpardella re viste? la que puede, puede😝

blaspolidorii upa y esa linda?

vogrincicenzo te morfooo😍❤️

franromerofran q linda🧚🏻‍♀️✨🫶🏻

aguslainn, santivacanarvaja y 3 personas más han empezado a seguirte

$$$

2 meses después.

Me saqué la campera y los lentes de sol para dejarlos junto con mis pertenencias abajo del mostrador, para después ponerme un pequeño delantal y hacerme un rodete.

Había venido a trabajar a la cafetería de mis abuelos o más bien a ayudarlos, ya que por desgracia una de las chicas se había enfermado y no podía asistir a su jornada laboral, por no hablar de que estas últimas semanas la cafetería había sido un caos y estaban hasta arriba de pedidos y de trabajo.

Como era de esperarse, me ofrecí a ayudarlos porque una mano nunca estaba de más y porque mis abuelos ya eran gente grande y no estaban para partirse el lomo con todo lo que había que hacer.

—Grecia, ¿Vos te encargas de los pedidos con Simón?—cuestionó mi abuelo, provocando que yo girara la cabeza en busca de Simón, quien me miraba expectante y con miedo por mi respuesta.

Simplemente asentí.

No había hablando con el desde esa vez que había venido a la cafetería a comprar las medialunas, nunca nos habíamos juntado para hablar la charla que teníamos pendiente, pero al parecer eso iba a durar poco.

—Perfecto, gracias.

Me fui a la cocina y empecé a agarrar las cajas para empaquetar todos los pedidos pendientes que había que hacer. Eran demasiados, así que los dividí a la mitad y le di un tocho a Simón para que el también los fuera haciendo.

—Gre—me llamó el castaño captando mi atención, alcé la vista y el se acercó un poco para luego apoyarse con una mano en la mesa de metal donde estaba trabajando,—¿Podemos hablar?

—Sí, decime—contesté dándome la vuelta para seguir poniendo las facturas con cuidado en la caja y una vez terminé de hacerlo, lo volví a mirar—¿De qué querés hablar?

kilig ; enzo vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora