Capitulo 4: Ese mayordomo, pasado.

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Una vez que se fueron Alois y Himena, Ciel se le quedó mirando a Sebastian.

-¿Sucede algo, joven amo?-preguntó Sebastian haciéndose el inocente. Gran actuación.

-¿La conoces de algún lado? A la yōkai.

-No, joven amo. Sólo conozco a los de su tipo.-una increíble mentira.

-Está bien.-no dijo nada más.

Sebastian hizo una pequeña reverencia usual y se retiró. Fue a la cocina a preparar la cena después de la usual decepción por Bard y Meyrin. Los mandó a hacer otras cosas y empezó.

Mientras preparaba el arreglo florar para la mesa, levantó su rostro suspirando con una sonrisa de lado recordando...

***

-¿Lo conoces cierto?-dijo Alois dándole el documento a Himena con una sonrisa burlona.

-Sólo conozco a su raza.-enrolló el documento hacienda una corta reverencia saliendo del despacho.

-Si tú lo dices.

Himena terminaba de hacer la cena. Fue al comedor para prepararlo. Puso un mantel rojo en la gran mesa, vajilla dorada, y un gran arreglo en el centro que consistía de rosas rojas y la favorita de su amo: Blue Moon.

Terminó de darle el toque final cuando se le quedó mirando a una rosa. Soltó un suspiro recordando...

*·*·*·*

«Hace ya unos años atrás»

-Vámonos. -dijo un chico de unos 16 años, pelo negro, piel blanca y ojos verde aceituna. El mayordomo de ojos rojos carmesí asintió.

Lo ayudó a subir al carruaje cerrando la puerta después. Llegaron a su destino en poco tiempo, una mansión. Lo ayudó a bajar, el chico se quedó viendo a la mansión.

-¿Pasa algo, joven amo?-dijo el mayordomo con una sonrisa un tanto sínica.

-No. Vamos.

Ambos se dirigieron a la puerta, enseguida les abrió otro mayordomo, éste era mucho mayor. Los condujo al despacho del dueño de esa gran mansión.

-Pasen.-indicó el mayordomo. Ambos pasaron con la puerta cerrándose detrás de ellos.

-Si viniste, Tom.-dijo el viejo parándose de la silla colocándose frente al escritorio con una sonrisa malévola.

-¿Para qué quería verme?-contestó con un claro tono de disgusto, asco y enojo.

-Arreglar cosas de negocios. Siente se por favor.

El chico se sentó ayudado por su mayordomo. Éste pudo notar el disgusto de su amo por la forma que apretó el puño al sentarse. Sabía que era cuestión de tiempo para que le ordenase cumplir con su venganza, pronto obtendría su alma.

Se escuchó que se abrió la puerta dejando ver a una chica con un vestido morado algo apretado al cuerpo con un mandil que, claramente, anunciaba que era la sirvienta. Su pelo largo color rubio-castaño atado con una cinta del mismo color del vestido, y sus ojos azul-morado resaltaban. El mayordomo sonrió.

-¿Me llamó, señor?-dijo la sirvienta posicionándose al lado de él.

-Sí, Himena.-la volteó a ver con una sonrisa un tanto pervertida.-Trae el té.

-Claro señor.-hizo una pequeña reverencia y se retiró.

Tom hizo un gesto de asco por la manera en como observó a esa chica. Sintió pena por ella. Volteó a ver a su mayordomo.

-Damon.-llamó.

-¿Joven amo?

-Ayudala.-lo miró y susurró:-Observa todo.

El ahora nombrado Damon sonrió con perspicacia y salió del despacho sin siquiera preocuparse porque su amo esté a solas con ese hombre. Sí bien ya era grande, no era un total viejo como el mayordomo de antes, era sólo mayor.

Damon alcanzó a la sirvienta en la cocina arrinconándola en la pared.

-¿Qué hace una criatura como tú aquí?

-Lo mismo que tú, demonio.-sonrió burlona cambiando sus ojos a ese brillo especial. El demonio hizo lo mismo.

-Buscas el alma de la persona que mi amo quiere vengarse.

-Eso será un problema.-rió un poco. El mayordomo de alejó de ella con una media sonrisa.

-En efecto, yōkai.

-¿Ahora cómo te haces llamar?

-Damon.

-Vaya nombre. Te quedaba mejor el otro, demonio. O mejor dicho ¿Sebastian?

-Ese nombre lo he llevado varias veces, no es secreto. Ni para ti, Himena.

-Alejate de mi amo, demonio, que yo haré que cumpla su propósito.

-Al igual que yo, yōkai.-la miró burlón. Su expresión cambió a una más seria.-¿Y ese propósito cuál sería?

Himena lo miró retándolo con una media sonrisa soltando una pequeña risa. Se acercó a él y susurró en su oído.

-Tener a tu amo, de nuevo.-se alejó de él tomando la charola de la mesa rumbo a la salida.

El demonio la volteó a ver soltando una risa. Ese juego era interesante, su amo buscaba vengarse del hombre que lo lastimó hace un año exactamente y ese hombre buscaba obtener al mismo chico que compró aquella vez. ¿Quién iba a decir que justo después de seis meses que formaran un contrato Tom y él iban a encontrarse cara a cara con ese señor y la yōkai?

-Te propongo algo, Himena.

-¿Qué propones, demonio?-dijo viéndolo interesada.

-Tú haces que tú amo obtenga lo que quiere y en el momento de que cumpla en su la venganza de mi amo devoras su alma. Así tú obtienes el alma que deseas y yo la mía.

-¿La venganza incluye matarlo?

-De eso te encargarás tú. Así, devoras su alma matándolo y me facilitas el trabajo para obtener el alma de mi joven amo.-sonrió con cinismo. Himena sonrió de la misma manera.

-Ya entiendo. Acepto tu propuesta, demonio.-sonrió.-Esto será... interesante.

Kuroshitsuji: Black SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora