Capítulo 16: Ese mayordomo, odio.

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Himena se alejó rápido, no podía admitir que le había agradado hasta cierto punto ese beso dado por Sebastian.

-Abajo está tu amo, yōkai. -dijo burlón. Esa actitud era extraña, no sólo era burla, escondía algo más.

Sebastian salió dejando a Himena adentro. Mientras caminaba recordaba cada momento que pasó ahí adentro. Cada acción que llevaba haciendo últimamente llevaban consigo un sin fin de nuevas experiencias, cosas que él desconocía por completo.

Por ejemplo, con sólo molestarla despertaba en él una sensación de excitación y ganas de continuar que no saciaba ni con el mas mínimo sarcasmo en el día o el sadismo de atacar a las víctimas de cada día.

Con sólo rozar sus labios había despertado un deseo extraño, deseo de no dejarla ir y poseerla. Cosa que también era correspondido en una manera que ni ella misma entendía.

Y al verla en ese estado de casi desfallecer lo había tomado desprevenido, sintió por primera vez una ira desgarradora, unas ganas de matar sin obtener un alma, matar por venganza no por placer o contrato. Acompañada de una tristeza inexplicable, extraña.

Para él, un demonio, era extraño sentir eso, tener siquiera emociones en cualquier ámbito. Y ahora con ella, al volver a verla todo eso despertó, y con Claude...

Todo era confuso, si desde que la conoció había sido extraño ahora mas. Al conocerla había sentido el odio habitual entre ellos, lo normal; sin embargo, a ambos les llenó la curiosidad de saber más de ellos mismos, una curiosidad que podría ser tomada como un juego característico de ellos. No era así. Lo tuvieron claro cuando se volvieron a ver.

Al bajar se dio cuenta que Himena ya estaba ahí. Estaba hincada frente a Alois explicándole frente a la puerta. Decidió no entrometerse, fue junto a Ciel sirviéndole un poco más de té.

-Parece que todo está bien. -dijo Ciel tomando la taza de té para después beber de ella.

-Sí, amo. -ni siquiera puso mucha atención a lo que contestó.

-Siempre que estamos vinculados con esos dos estás así de despistado. -lo volteó a ver poniendo sus codos sobre la mesa y su barbilla en sus manos. -¿No me digas que te preocupa? -esbozó una sonrisa burlona.

Sebastian lo vio sonriendo de su forma característica.

-Lo único es que me molesta, los yōkai son unas criaturas deprorables. -dijo llevando una mano a su frente y negando con una expresión de desaprobación, claramente falsa.

-Lo dice un demonio. -se burló su amo.

***

Ya se encontraban de nuevo en la mansión. Los trillizos se habían encargado de arreglar todo antes de que su amo regresara, todo estaba en perfecto orden tal y como lo había ordenado su maestra.

Himena entró a la habitación de Alois para secarlo y ayudarlo a vestir.

-Nunca te había visto así. -dijo Alois mientras ella le secaba su rubio cabello.

-¿Cómo, amo? -a veces fingía inocencia. Era un juego que siempre le hacía a Alois que terminaba por él enojado, pero de cierta manera era algo entretenido así que le seguía la corriente todo el tiempo.

-¡Nada de juegos! -lamentablemente, ese no era el momento de jugar con él. Himena lo vio sorprendida, Alois se había volteado y le proporcionó un pequeño golpe en su brazo. -¡No te había visto así de herida! ¡Explicame ahora!

-Como ordene, amo...

Salieron del cuarto de baño. La yōkai sacó la ropa de dormir del armario colocándola encima de la cama, Alois se sentó en ella listo para escuchar.

-Takano es un yōkai antiguo, uno de mucho mayor rango que yo... -empezó la mayordoma mientras comenzaba a vestirlo. -Hace tiempo yo fui su subordinada, él me estaba entrenando.

-¿Para qué? -se paró con los ojos cerrados escuchando atentamente mientras ella le puso el camisón.

-Asesinar.

Alois abrió de inmediato los ojos. Tenía entendido que los yōkai y demonios a veces asesinaban pero que siempre debían de devorar un alma, pero asesinar simplemente no concordaba.

-¡Tú no asesinas! ¡Debes devorar almas, no eso! -fue lo único que salió de sus labios. Himena se acercó a él hincándose.

-Tiene razón, yo no podía solamente asesinar. -le acomodó el cuello del camisón. -No encontraba diversión en hacerlo y aparte me moría de hambre. -sonrió para calmarlo. Alois entendió que había hecho un poco de humor para tranquilizarlo y que decía la verdad, le correspondió la sonrisa. -Los yōkai debemos alimentarnos también de almas de los humanos que nos invocan para hacer un contrato, no simplemente matar por matar. Así que dejé a Takano herido y huí de su lado.

Alois sonrió más.

-Esa es la yōkai que conozco.

-Ciertamente. -correspondió. -Ahora esta totalmente curado, me puedo imaginar que busca lo que usted... Venganza. Matarme.

-Aunque eso pase -se acostó -, no puedes morir antes de cumplir lo que acordamos.

-No planeo hacerlo, se lo aseguro. -lo tapó bien, se acercó a él para susurrarle en el oído -: Debo devorar su deliciosa alma antes de morir.

Alois sonrió por eso. Lo que él deseaba, si iba a morir quería hacerlo en sus manos, sólo de ella.

-Proteme algo, Himena. -dijo antes que ella saliera.

-Lo que deseé, amo.

Alois volteó un poco su cabeza mirando de reojo a su mayordoma.

-Cuando lo hagas, que sea en donde estabas antes de encontrarme. Quema todo, lo quiero en cenizas a este lugar donde comenzó mi sufrimiento pero que yo no lo vea. Es una órden, Himena. -volvió a acomodarse en la cama sin verla.

-Yes, your highness.

Al regresar a su habitación se recargó en la puerta. Llevó una mano a su frente mirando al techo.

-Esa venganza no sólo es para mi... -cerró los ojos bajando la mirada volviendo a abrirlos mirando su mano. -No importa qué, lo prometo, Alois Trancy.

Kuroshitsuji: Black SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora