Capítulo 7: Ese mayordomo, sonrisa.

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-Conoces a varias personas, Himena.-dijo Alois mientras giraba en su silla mirando hacia el techo.

-Sólo a algunas.-contestó Himena sirviendo el té. Puso la taza frente a su amo, Alois paró de girar la silla tomando la taza bebiendo el líquido caliente del té verde.

-Si tú lo dices.-dejó la taza en su lugar limpiándose la comisura de sus labios con su lengua.-Tanto por esta baratija... -decía tomando el frasco entre sus dedos.- ¿Qué tiene de especial?

-Al parecer...-dejó la tetera a un lado de la taza de su amo.-Es una droga que en cantidades excesivas llega a matar.

-Interesante -sonríe. -Mándaselo a la reina.-le lanzó el frasco, ella lo atrapó de inmediato.

-Como ordene.-hizo una reverencia y salió de ahí.

Caminaba por los pasillos de la mansión viendo el frasco detenidamente, ese líquido era interesante. Sonrió. Bajó las escaleras entrando a la cocina.

-Timber -llamó. El chico peli morado se acercó a ella haciendo una pequeña reverencia y luego verla.-Manda esto a la reina junto con esta carta -de su saco sacó la carta entregándosela a Timber junto con el frasco.- asegurate que llegue a su destino sin ninguna falla.

Timber tomó las cosas, asintió ante la orden y salió del lugar. Himena les dio órdenes a los otros dos y salió rumbo a la biblioteca para limpiarla y arreglarla.

Ella tal vez no conozca a varias personas humanas, pero vaya que si conocía a demonios, Shinigamis, Yōkais, etc. Más la clásica rivalidad entre ellos. Salvo por los yōkais, todos la tenían en una alta estima por ser la más poderosa de todos.

Esos tres trillizos: Timber, Thomson y Catembury eran yōkai. Exacto, eso eran y por eso servían a Himena. Le tenían un gran respeto y atracción hacia ella, a pesar de que podía parecer menor que ellos tres. Ellos eran unos yōkai de menor rango que Himena.

Timber era un yōkai serpiente. Podía hablar con las serpientes, entenderlas, etc. Tenía veneno al igual que las serpientes, agilidad, flexibilidad, en fin era un demonio serpiente.

Thomson era un yōkai cuervo. Tenía unas alas negras que aparecían en su verdadera forma dándole la habilidad de volar, claramente, cuán rápido y alto deseara.

Catembury, al igual que Himena, era un yōkai zorro. Claro, muy diferente a ella en grado. Era casi igual a ella, salvo por las habilidades de pelea que tenía Himena, como sus uñas que cambiaban de tono con los ataques; él no las tenía. La habilidad que cambiar de apariencia en quien quiera tanto humano como demonio, él no la tenía.

Ellos tres le eran totalmente leales a Himena. La querían a pesar de que no se dieran cuenta, al igual que ella a ellos aunque su personalidad seria, fría y sínica no lo demostrara.

-¿Listo el encargo?-le dijo Himena a Timber cuando regresó al patio trasero donde ella estaba arreglando las rosas.

-Sí, ama.-contestó Timber en el susurro que estaba acostumbrado a hablar.

-Bien.-se levanta sacudiendo sus manos.-Regresa a tus deberes.

Timber asintió y se fue junto a sus hermanos a terminar de cortar las flores para el adorno de la mesa. Ellos no hablaban, sólo susurraban y nadie más que Himena podía escucharlos a la perfección; esos susurros a su amo lo sacaban de quicio, eran desesperantes.

-¡Himena!-gritó Alois desde la ventana. La cerró con fuerza después.

Himena suspiró. Tomó su saco y se encaminó al despacho de Alois acomodando su uniforme. Cuando llegó tocó la puerta, entrando después.

-¿Me llamó joven?

-Ven, Himena.

Ella se acercó a él con pasos elegantes. Quedó frente al escritorio, Alois giró su silla para verla.

-¿Quién es mejor, Ciel o yo?-preguntó cruzando sus manos mirándola fijamente anticipando su respuesta.

-El alma de Ciel huele bien y es interesante debido a su historia.-dijo poniendo su mano en su barbilla sonriendo. Alois bajó la mirada con decepción, Ciel era mejor que él; si ella lo decía era cierto.-Pero...-la esperanza volvió a él. -...su alma me atrae mucho más, tiene un olor tan característico que me atrapa.-rodeó el escritorio quedando frente a él, lo tomó de la barbilla haciendo que la viera.-Muero por probar su alma, joven amo. -se relamió los labios con una sonrisa.

Alois se sintió dichoso al escuchar eso. Ella quería su alama por completo no la de Ciel, la de él, la de Alois Trancy. Necesitaba que ella lo quisiera, quería que ella lo quisiera; si ella lo quería a él era lo mejor que podía pasarle, y ahora le acababa de verificar que si lo quería.

-Así que usted es mejor que Ciel Phantomhive.

-Ya puedes irte, Himena.

Himena sonrió, hizo una pequeña reverencia y se fue a preparar la habitación de Alois para que pudiera dormir. Después de un rato, el conde ya se encontraba siendo vestido por ella. Se acomodó en su cama listo para dormir, Himena lo tapó bien.

-Descanse, amo.

-Gracias, Himena.

Ella hizo una reverencia saliendo dejando descansar a su joven amo. Apagó todas las velas y se dirigió a su habitación.

-Así que... ¿Alois es mejor que mi amo?-era Sebastian riendo acostado en la cama.

-Como siempre espiando, demonio.-cerró la puerta detrás de ella cruzándose de brazos frente a él.

-Sigo sin entender que te atrae de esa alma.

-Lo mismo que a ti de la de Ciel.

-Esta vez no va a haber pacto entre nosotros, yōkai.-se paró quedando frente a ella. Himena tuvo que levantar la cabeza para verlo, era mucho más alto que ella.

-Que bueno, demonio. Ahora vete, que a diferencia de ti, los yōkais debemos dormir.

-Ya me voy, yōkai. Para la próxima no te dejaré ir tan fácil con el encargo de la reina.-sonrió burlón y decidido.

-Suerte con eso.-rió.-Ah... y llevate esto contigo.

Tomó del piso cerca de su cama a una serpiente. La acercó a ella y la serpiente se paseó por sus hombros quedando su rostro cerca del de ella, Himena le susurró algo y se fue con Sebastian.

"No digas nada de lo que has escuchado aquí a tu amo, Emily".

Kuroshitsuji: Black SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora