Capítulo XXXVI

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El auto tuvo que realizar una tercera parada cuando el estómago no pudo soportarlo más.

Las manos que lo sostenían aumentaron la presión apenas su cuerpo estaba a punto de desplomarse ante el continuo esfuerzo.

¿Por qué en este momento? ¿Por qué cuando estaban tan cerca?

—¿Quiere agua?

—No... —murmuró con dificultad, inhalando aire lentamente mientras era guiado hacia el automóvil—. ¿Cuánto falta para llegar?

—Unos mil kilómetros —respondió Hoseok después de ayudarlo a subir—. Si quiere dormir, hágalo; le avisaremos cuando estemos en el área.

Dormir...

Lo que más quería era dormir.

El auto reinició su recorrido a lo largo de la interminable carretera en las afueras de la ciudad. Inclinó su espalda hacia el respaldo del asiento y soltó un suspiro cuando sintió la opresión en su pecho una vez más.

La oscuridad al otro lado de la ventana evocaba una sensación desagradable, como un fuerte déjà vu. ¿No era esa la misma oscuridad que lo envolvió cuando ingresó al territorio del Norte? ¿No era la misma oscuridad que contempló aproximadamente hace seis años, mientras regresaba escoltado por guardias y con un cachorro en su vientre?

Cerró los ojos por un momento, quizás por unos segundos en los que se dejó hacer contra la comodidad de la esponjada bufanda alrededor de su cuello. Inhaló profundamente y exhaló al mismo ritmo, su cabeza queriendo caer hacia un lado, pero de pronto el auto dejó de moverse.

—Jefe —llamó Hoseok desde el asiento del copiloto, haciendo que Jungkook abriera los ojos—. Despierte, hemos llegado.

Miró por la ventana y la incertidumbre lo invadió al ver árboles a su alrededor.

—¿Estás seguro de que estas son las mazmorras? —preguntó confundido, al encontrarse rodeado por el frondoso bosque.

—No podemos avanzar más; nos atraparán. La entrada está detrás de esa pared —Hoseok señaló la estructura de piedra cubierta por enredaderas a pocos metros de distancia—. Lo esperaré allí.

Era la hora.

Bajó con cuidado apenas el guardia le abrió la puerta. El césped con piedras y ramas le hizo tambalearse de un lado a otro, a veces teniendo que sostenerse del alfa para no caer a causa de la oscuridad.

La dichosa pared de enredaderas se divisó a unos pocos metros de dónde estaba y si Hoseok lo tenía vigilado, pues de un momento a otro lo perdió de vista, encontrándolo frente a esas puertas en el suelo, una pequeña abertura en medio de ambas.

—Mantenga la pistola lista y evite recibir golpes. Si es posible, deje que Taehyung se encargue de los guardias —instruyó Hoseok.

Jungkook soltó una risa burlona, agachándose frente a las puertas mientras el guardia las abría.

—Taehyung no está en condiciones para pelear —comentó sin mirar al otro, con el polvo irritándole la nariz y la expresión de Hoseok dijo más que mil palabras.

—¿Y usted lo está?

Prefirió no responder y optó por adentrarse, bajando con precaución por las escaleras de madera vieja y astillada. Casi resbaló, pero se sostuvo a tiempo. La madera cedió, y su cuerpo quedó suspendido a escasos centímetros del suelo.

—Jefe Jeon.

—Estoy bien —susurró desde el otro lado, y Hoseok lo escuchó con claridad a pesar de la distancia.

UN ESCLAVO PARA JEON | KTH&JJK [En Emisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora