Y tú bailando

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Septiembre 2026 - Madrid

Violeta repasa nerviosamente su piso, que tiene mejor aspecto del que ha tenido en un tiempo. Está impoluto. No es que sea una persona desordenada, todo lo contrario en realidad. Pero es cierto que los acontecimientos de los últimos días han supuesto un caos extra en su vida, y se había trasladado al lugar donde vive.

Hasta ahora. La casa de Violeta vuelve a ser el acogedor pisito céntrico madrileño del que tanto presume en buen gusto. Perfectamente listo para acoger invitados. Más concretamente, una invitada que Violeta está dispuesta a llevarse a su terreno.

Violeta y Ruslana están a punto de llegar al límite impuesto por Frani para ponerse de acuerdo en la dirección de la colaboración, no pudiendo cuadrar agendas antes por compromisos de Ruslana.

Compromisos que, según Violeta ha ido descubriendo gracias a la prensa, involucraban a Chiara de una manera u otra. La salida repentina de la canción ya era un peso importante en el pensamiento de Violeta, constante desde su publicación, no podía parar de pensar en que si Chiara había publicado el tema, podría estar cerca de volver. Y así fue, hace a penas dos días, cuando las redes sociales se inundaron de vídeos y fotografías de la salida de Chiara del teatro, acompañado por Martin, el protagonista, y como no, Ruslana.

A Violeta se le paró la respiración por completo cuando vio por primera vez a Chiara de nuevo, aunque solo fuera a través de vídeos de móviles con apenas calidad. Había tenido que sentarse en el primer sitio que encontró, y darse a sí misma unos minutos mirando a la nada para asimilar lo que acababa de ocurrir. Luego, volvió a coger su teléfono y pasó horas viendo, una y otra vez, cada vídeo desde cada posible ángulo.

Chiara estaba... diferente. Era una sensación difícil de describir para Violeta. Se la había imaginado tantas veces, y por fin la volvía a ver, aunque fuese de esa forma. Desde la distancia en la que estaban tomadas las imágenes a penas se podían ver los detalles que perseguían a Violeta cuando trataba de dormir por las noches, como las decenas de lunares de su cara o la suavidad de su nariz. Pero sí que podía observar otras cosas, su melena mediana, ondulada para la ocasión, tan negra como siempre, y su mirada: más madura, más seria, aunque iluminada, feliz.

La salida de aquel mítico trío entre Chiara, Martin y Ruslana, juntos y de la mano, había supuesto una conmoción en los fans, y también en Violeta, quien libraba una batalla interna. Por una parte, sintió un gran alivio al ver a Chiara feliz, rodeada de dos personas que sabía que la querían; pero otra parte de Violeta, una muy grande, se tiñó de amargura al tener que aceptar, no por primera ni segunda vez, que ella no tenía ningún lugar en esa felicidad de Chiara.

Violeta había mirado los vídeos de Chiara repetidamente desde que salieron, pensando desde la primera vez, que además de ver a Chiara, por un momento había sabido dónde se encontraba y qué estaba haciendo. Esas imágenes eran en Madrid, en un momento en el que Violeta también estaba en la misma ciudad. La certeza de que estaban tan cerca, y aun así la distancia entre ellas era inmensa, la mataba por dentro.

Todos los días se había preguntado: ¿sigue aquí? ¿Dónde duerme? ¿Ha vuelto a Barcelona? ¿A Menorca? ¿La vería de repente, al doblar cualquier esquina de cualquier calle? Se torturaba con las mismas preguntas sin pausa, como si fuera a obtener alguna respuesta.

No, lo más cerca que Violeta puede estar de una respuesta sobre la vida de Chiara está camino a su casa en este mismo momento. Ruslana y ella habían decidido reunirse con la mayor privacidad posible, así que Violeta había ofrecido su piso como punto de encuentro para escapar el ojo público. Y estaba dispuesta a hacer todo lo posible para ganarse la confianza de Ruslana de nuevo.

No va a ser una tarea fácil, Violeta lo sabe. Conoce a Ruslana mejor de lo que la propia chica querría admitir, y aunque dos años dan para mucho, su cabezonería y actitud férrea seguían intactas por lo que Violeta podía observar. Esta es solo una primera prueba de fuego que no puede fallar. Así que, por más que le cueste, Violeta está mentalizada a no preguntar sobre Chiara bajo ningún concepto. Incluso si eso significa morderse la lengua hasta sangrar. No es el momento. Pero si ha esperado dos años y medio, puede esperar algo más.

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