De charco en charco

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Septiembre 2026 - Madrid

El sol de la mañana acaricia a Chiara suavemente. En pleno septiembre madrileño, la temperatura es perfecta para estar en la terraza de Ruslana, todavía en sus shorts de pijama y con una sudadera de refuerzo para la brisa mañanera, Greta en su regazo y uno de sus tantos cuadernos de composición abierto sobre la mesita.

Se despertó hace un rato, con una inquietud en su interior que mantiene desde la noche anterior, y Chiara nunca encuentra mejor cura cuando tiene algo dentro que volcarlo en una canción. Termina de escribir un par de estrofas nuevas y las prueba con unos acordes en la guitarra. Le gusta, lo graba en el móvil y repite el trozo de canción que ha compuesto hasta el momento.

Con un suspiro y algo de cansancio, empieza a puntear notas un tanto aleatorias, aunque con ella nada musical es aleatorio, creando una melodía serena que llena el vacío de la mañana.

En su ensimismamiento, no detecta la presencia de Martin, observándola recién levantado desde la puerta de la terraza. Martin entra de nuevo a la casa, dándole un par de minutos más de soledad mientras se prepara un té, con el que vuelve a salir y carraspea, haciéndose notar.

—Buenos días —dice, tomando asiento.

Chiara sonríe al verle llegar con el cabello despeinado y las gafas de ver puestas.

—Pumuki, dormilón.

—¿Y tú qué haces despierta tan temprano?

Chiara se encoge de hombros, cierra su libreta marcando la página.

—Tenía ganas de componer.

—¿Es para ti? —Martin señala la libreta con un movimiento de barbilla—. ¿O para la discográfica?

—No sé. De momento no es nada.

—Mmm, eso dices siempre. Y luego, ¡pum! Tres temas terminados —Martin niega para sí mismo mientras Chiara esboza una pequeña sonrisa. Entonces, el chico levanta la vista de nuevo hacia el interior de la casa, frunciendo el ceño—. ¿Y Rus?

—Creo que ha salido a correr.

—Menuda loca ucraniana.

—Shh, que te va a oír desde la otra punta de la ciudad.

—Con lo tarde que llegasteis anoche, no sé de dónde saca la energía... ¿Cómo fue? —pregunta Martin, removiendo su té con un bostezo.

—Buff — a Chiara se le pega el bostezo de Martin—. Aburridísimo. No hablo con tanto hombre mayor ni en las comidas de navidad. No sé cómo lo hace Ruslana.

—Bueno, ya... ¿y lo demás?

—¿Eh? —Chiara frunce el ceño, mirando a Martin, que le devuelve la mirada alzando las cejas—. Ah, ¿Violeta? Bien, sin más.

—Keeks.

Chiara suelta un suspiro. —Pues raro, no sé, ¿cómo va a ser?

—Sabes que puedes hablar con nosotros siempre que quieras.

—Y lo hago —Chiara rebate—. Ya lo sabes, te cuento todos mis dramas.

—Bueno —Martin cede—, solo los que no son tan importantes.

Chiara frunce el ceño. —¿Me estás diciendo que mis problemas no son importantes?

—Sabes lo que quiero decir. Nunca hablas de estas cosas, de Violeta... todo. No realmente.

—Porque no hay mucho de lo que hablar, maybe.

—Vale, si tú lo dices...

Chiara resopla, deja la guitarra a un lado y le roba un sorbo de té a Martin, que finge indignación.

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