mala costumbre

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Febrero 2024 — Madrid


—¿No podías haberlo desmentido?

—Violeta, tienes que calmarte.

Eso, por supuesto, no ayuda. Violeta camina de un lado al otro en el despacho donde esperan.

—Joder, Salma. Todo este tiempo que has estado fuera... ¿No se te ha ocurrido aclarar que no ha pasado nada entre nosotras?

—Bueno, es que sí que pasó—

—¡En los castings! —Violeta la corta, incrédula.

—Me aconsejaron que no hablase nada del tema —Salma se explica, con las manos levantadas en señal de paz—. Pensaba que si lo dejaba correr en unos días pasaría.

—Joder —Violeta se sienta, con los codos en las rodillas y sosteniéndose la cabeza entre las manos. No ha dormido nada en toda la noche, incapaz de escapar las imágenes ahora ya virales—. ¿De dónde habrán sacado ese puto vídeo?

Con un suspiro, Salma se sienta a su lado.

—Sé lo mismo que tú.

—Tuvo que ser alguien del casting, ¿no? Es lo único que tiene sentido.

Salma le echa una mirada cautelosa.

—¿Por qué haría alguien de nosotros eso?

Violeta no responde.

—Vio... —Salma continúa—. Lo último que necesitamos ahora es empezar a desconfiar de nuestros compañeros.

—Pero entonces, ¿quién? —Violeta niega para sí misma—. No tiene sentido.

La puerta se abre en ese momento, y entra la persona a la que están esperando: Óscar, el jefe de management de la discográfica que se encarga de todo lo relacionado con los triunfitos. Violeta lo conoce desde que salió de la academia, y todavía le cuesta formar una opinión sobre el tipo.

Óscar es una persona... curiosa. Debe rondar cerca de los cincuenta, pero aun así intenta aparentar menos edad, de esa forma que es tan evidente que incluso avergüenza un poco. Viste como un chaval de veinte años, y parece tener una sonrisa permanente en la cara, rodeada por una barba siempre cuidada. En la cabeza, siempre lleva una gorra o gorro que seguramente oculte signos de calvicie. Aunque Violeta, por norma general, intenta no juzgar a las personas por su apariencia, la forma en la que Óscar se desenvuelve de cara al mundo es algo que no le provoca buena sensación.

—Hombre, si es la pareja del momento —Óscar toma asiento al otro lado de la mesa con un suspiro—. Siento la espera, tengo un pollo montado que ni os imagináis.

Violeta observa al hombre, que no tiene ningún reparo en apoyar los pies en la mesa, con total indiferencia. Óscar toma la taza que hay en su escritorio y le da un sorbo, para acto seguido hacer una mueca de asco, y volver a dejar la taza abandonada. Se percata de la expectación de las dos chicas, y saca el móvil.

—Mirad esto —en la pantalla del móvil les muestra un vídeo, Violeta se estremece al reconocerse así misma en la alfombra roja de la noche anterior—. Tres millones de visitas en apenas doce horas. Es increíble.

—¿Se sabe algo de dónde ha salido el vídeo? —pregunta Violeta, que no le hace ni pizca de gracia la diversión de Óscar.

—Ni idea —Óscar se encoge de hombros—. Es internet, a saber. Pero los números nos vienen genial.

—Estaba pensando en poner un mensaje en redes para explicar—

—No, no, no —Óscar chasquea los labios rápidamente—. Nada de comunicados. Y mucho menos para hablar sobre vuestra relación. Hay que dejar las cosas fluir, que la gente saque sus propias conclusiones, mientras habla de vosotras.

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