2_Una mañana normal•

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En la tercera hora teníamos Historia y la profesora, quien cabe aclarar no era muy agradable, se dedicó a devolver los exámenes de la semana anterior.
No había sido muy complicado, los temas eran La Edad Media y La Edad Moderna.
Me tranquilice un poco cuando paso por mi mesa y dejo la fotocopia. Un gran ocho de color verde brillaba en el margen del examen.
Solo le había errado en lo verdadero o falso. Estaba conforme con el resultado, me había matado estudiando, así que me tenía mucha fé.
Pero esos nervios que aparecen, no te los saca nadie.
En total fuimos diez los que aprobamos, los otros treinta tenían que dar el recuperatorio en ese momento, incluido Agustín.
Aunque tenía ganas de contarle a Agustin lo que me pasó ayer cuando llegue a casa, no podía por la profesora. Ella era muy estricta con eso de no hablar en el salón.
Igual tampoco podríamos hablar mucho, ya que el recuperatorio arrancaba en quince minutos.

—Agradezcan y aprovechen que por lo menos les doy un poco de tiempo para seguir repasando.

—Profe yo tengo una duda. Respecto a...

Empezó a decir Jazmín. Una chica tonta, que siempre iba con su pelo trenzado, de un rubio intenso.
Casi siempre era molesta y cada vez que le preguntabas por algo, te respondía de muy mala manera.

—No nada de eso —la interrumpió la profesora frustrada—. En las clases yo ya explique todos los contenidos. Si alguno no presto atención es su problema, no el mío.

Jazmín cerró la boca y perdió su cabeza dentro de su carpeta.
El salón quedó en silencio, todos los que tenían que rendir, parecían realmente concentrados. Hasta los que se la pasaban molestando todas las mañanas. Ninguno tenía demasiadas ganas de llevarse la materia a diciembre.
Es que todos conocían el carácter de la mujer que se sentaba en el escritorio.
Era una mujer grande, tendría unos cincuenta y dos años. Llevaba un pelo castaño todo quemado, (parecía que no le importaba cuidarlo) y estaba de malhumor todo el tiempo.
Era bastante popular en la escuela y no por algo bueno.
Ocho de cada diez personas que alguna vez lo tuvieron como profesora, afirman que la mujer es una loca desquiciada.
Yo solo se que, si entregas todos los trabajos en tiempo y forma, a los exámenes los haces bien y no sos irrespetuoso, ella no va a tener ningún problema con vos. Yo lo veo desde esa perspectiva.

—Solo les queda cinco minutos y arrancamos. ¿Escucharon?

—¡Si! —contestaron todos a la vez.

Quise ponerme a ayudar un poco a Agustín con los temas, porque parecía no entender nada de lo que leía.

—No entiendo nada Charly, creo que desapruebo otra vez —susurro a mi lado.

—Tenete fé, confía.

Parecío no quedar muy convencido con mis palabras.
A la vez que veia batallar a mi amigo con sus apuntes, por mi cabeza rondaban cosas que no se me iban y no me dejaban pensar con claridad.
Quería intentar que todo tuviera sentido, pero no podía, eran demasiadas cosas.
De golpe un dolor insoportable invadió mi panza, tal vez por el miedo que empeze a experimentar.
Ya faltaban segundos para que empiecen, pero no pude más con el dolor.

—Profe —ella me miró como desafiandome—. Disculpe que la moleste pero, ¿puedo ir al baño?

—Bueno anda —contesto—. Pero no tardes mucho, porque saben que no pueden andar por los pasillos en horario de clase.

—Ahora vengo —le dije a Agustin—. Tranquilo no estés nervioso.

Lo único que recibí de su parte fue una sonrisa a medias, mientras masticaba su lapicera.
Me levanté y me fui corriendo de ahí. Afuera todo estaba muy tranquilo, solo andaban algunos profesores platicando con otros maestros o porteros que simulaban limpiar con la escoba.
La escuela no era muy grande y solo contaba con baños en el primer piso, por lo tanto tuve que bajar las escaleras mientras me moría de dolor. Era muy extraño, había desayunado bastante liviano para no descomponerme, pero ahí estaba, corriendo por llegar cuánto antes a ese maldito baño.
Solo había un chico dentro, llevaba anteojos y el pelo todo revuelto. No le di mucha importancia, entre al primer inodoro y dejé ir todo.
No recordaba la última vez que me había sentido tan mal como para llegar al punto de vomitar, siempre intentaba comer bastante ligero.
Me quedé un segundo intentando respirar y controlarme.
Salí cuando sentí que ya estaba algo mejor. Junte un poquito de agua en las manos y lo tire de lleno en mi cara. Me preocupe cuando me empezó a faltar un poco el aire. Estaba tan mal que no me di cuenta que el muchacho seguía ahí.

—¿Estás bien?

Lo mire, acaso ¿lo conocía? No para nada, jamás lo había visto en toda mi vida.¿Y por que me hablaba?

—Si estoy bien —le hize creer—. Perdón pero, ¿te conozco?

—No. Soy nuevo acá, llegué recién hoy —lo mire con desconfianza, su cabeza tenía forma de pera, ojos verdes y un jean todo roto.

—Parecías realmente mal, estás seguro de que...

—Solo me dolía la panza, estoy bien.

—¿Encerio?

—Mierda te dije que si, ¿no entendés?

No era de enojarme mucho, pero este chico me estaba sacando, ni siquiera lo conocía y estaba encima mío como una garrapata.

—El problema es que vos no entendés Charly —solto una risita y me miro fijo a la cara. Me quedé en el lugar, quieto. ¿Como sabía mí nombre?—. Vos sos un virus, que ni siquiera podes asimilar todo el poder que llevas dentro tuyo. Hay que eliminarte, matarte antes de que lo arruines todo.

—¿Pero que carajo te pasa? ¿Te volviste loco?

En ese momento creí haberme vuelto loco, porque fue su cuerpo el que cayó de imprevisto al piso. Se retorció agitando sus brazos y piernas.
Paso a pegar un grito desgarrador, si alguien escuchará pensaría que estaban matando a alguien. Él se quedó un rato mirándome desde abajo, se había quedado inmóvil de repente.
Esto no duró mucho, ya que de inmediato su cara paso a estirarse, sus piernas se alargaron y sus brazos también. Se levantó de golpe y por un segundo nos quedamos en silencio mirándonos.
Llevaba el pelo largo, tapándole toda la cara, lo único que se llegaba a ver era su sonrisa macabra mostrando unos dientes amarillos y todos afilados.
Ese miedo familiar regreso de nuevo, el no saber que hacer o que estaba pasando, me tenía bastante nervioso y preocupado.
Ni siquiera sabía cómo lo estaba haciendo, pero en el instante en el que atino a tirarse por mí, yo lo único que hice fue esquivarlo y salir corriendo de ese extraño lugar.
Pedí ayuda a los gritos, pero parecía que todos habían desaparecido. Nadie salía a socorrerme.
Me di cuenta de como de a poco la respiración se me entrecortaba, los pulmones me quemaban y pedían a gritos un segundo de descanso.
Pero me olvidé de eso cuando gire para atrás y mis ojos vieron como esa criatura todavía me perseguía. Era tan alto que su cabeza llegaba a rozar el techo.
Rompía todo a su paso, dejando unas marcas de uñas que daban miedo.
De la manera que me perseguía, parecía como una gacela. Reía a la vez que se encontraba cada vez más cerca.
Era realmente algo diabólico.
Gire en una esquina, pero para mí desgracia el camino estaba bloqueado. En donde debería seguir el pasillo que salía al patio, solo había una pared blanca gigante.
¿Y ahora?
La criatura se escuchaba cada vez más cerca, ya no tenía salida. Era mí fin.
Me acurruque en una esquina, con las manos en la cara, sollozando en silencio, pidiendo que se terminará, no quería morir.
Tal vez habían pasado tres segundos cuando me di cuenta de que seguía respirando.
De a poco fui sacando las manos de mí cara y me anime a abrirlos. Tenía la cara empapada de mis lágrimas y me costó un poco distinguir la realidad de la fantasía.
El paredón ya no existía y lo que fuese que me perseguía tampoco estaba.
Solo estaba yo tirado en el piso, llorando por algo que no entendía.
Sentí como unas pisadas a la lejanía se aproximaban y para mí suerte se trataba de Agustin. Y al observarme se alarmo bastante por mí.

—Charly, ¿que paso? —yo lo mire con todo mi cuerpo temblando.

El parecía confundido y un poco asustado.

—No...lo sé... —tartamudee—. Ten... tengo miedo Agustin.

—Esta bien, estoy acá —él se agacho y me abrazo.

De repente, justo cuando desvíe mis ojos para un costado, presencié como en una ventana que daba a la calle, en tinta azul y en cursiva, estaba escrito:

"Todavía no me olvido de vos".
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El Hijo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora