III: Interrupción

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Mientras la oscuridad envuelve mi mente embriagada, un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos dispersos. Aunque el alcohol nubla mi juicio, me esfuerzo por imaginar quién, en su sano juicio, tocaría a las cuatro de la madrugada.

El toc toc resuena en la quietud, rompiendo el silencio con una insistencia que no cesa.

Otra vez.

Y otra más.

Una chispa de ira prende dentro de mí, pero la reprimo.

¿Quién demonios se atreve a perturbar mi soledad? Maldición.

Me levanto tambaleante y, con zancadas pesadas, me acerco a la puerta. La abro, y la sorpresa me deja atónito.

Ahí está, mi vecino impertinente, con su usual semblante impenetrable.

- Buenas noches... o días -dice rascándose un oído con el dedo meñique-. Aunque no creo que sean tan buenos, kukuku. -Me observa y suelta una risa burlona.

Yo, incapaz de articular palabra, no sé si por el alcohol o el asombro. Parpadeo, intentando procesar la escena. Sí, sigue ahí.

- Sí, mentalista, existo -responde, leyendo mi confusión-. He venido a cobrarme un favor... o una disculpa, como prefieras llamarlo.

- ¿Disculpa? ¿Mentalista? -Me doy cuenta de que me ha llamado mentalista, aunque nunca le mencioné en lo que me desempeño.

- Eres Asagiri Gen, el famoso mago de televisión -dice con sarcasmo. Claro que me conoce, si trabajo en televisión.-. Anoche organizaste una fiesta a mitad de semana y, claro, me molesta cuando intento estudiar para un examen importantísimo que tengo en unas horas. -Lo dice como si fuera lo más normal interrumpir la noche de alguien. Yo, incapaz de replicar, siento cómo el alcohol se desvanece de mi cuerpo. -Necesito tu ayuda en un proyecto científico.

Desconcertado, trato de entender qué tiene que ver un mago de televisión con la ciencia.

- Un momento... -tartamudeo-. ¿Qué clase de proyecto científico? Y, más importante, ¿por qué crees que puedo ayudarte?

- Es un programa de inteligencia artificial para analizar patrones de comportamiento humano a través de la psicología cognitiva -responde despreocupado.

Me quedo callado, procesando la magnitud de lo que acaba de decir. Aunque el alcohol todavía ralentiza mis pensamientos, puedo comprender su objetivo. ¿¡Pero un programa de IA!?

- No me llames mago de cuarta, científico loco -refunfuño, divertido-. Sé perfectamente lo que quieres hacer, pero... antes de aceptar esta propuesta que, claro, nos beneficiará a ambos -siempre puedo sacar algo de provecho, ¿no?-, dime tu nombre. Ya que apenas nos conocemos, al menos quiero saber cómo te llamas.

El chico de ojos carmín esboza una sonrisa y suelta una risa contenida.

- Me llamo Senku. Ishigami Senku.

(∆∆∆)

Despierto con los primeros rayos del amanecer filtrándose entre las cortinas. El sonido de los pájaros y el bullicio distante de la ciudad me traen lentamente de vuelta al mundo.

Un poco mareado y con la cabeza a punto de explotar, extiendo la mano hacia mi celular. Son las dos de la tarde. Con un gruñido, lo dejo donde estaba y me hundo de nuevo en la cama.

Anoche me dormí a las cinco de la mañana, después de que mi, ahora no tan misterioso, vecino me explicara su proyecto. Quedé mareado por la cantidad de información. Lo más gracioso es... ¿POR QUÉ ACEPTÉ?

No lo sé, estoy loco.

Pero anoche, bajo los efectos del alcohol, me pareció una idea brillante. Ya que podría ganar renombre e importancia en el mundo de la psicología y así tomarían mi título profesional en serio, además de subir mis ingresos, entrevistas, invitaciones a shows, finalmente... es un ganar-ganar.

Me remuevo en la cama, odiándome por aceptar más trabajo del que puedo manejar. Estoy cavando mi propia tumba.

Con un suspiro resignado, decido enfrentar el día. A pesar de la resaca, algo de curiosidad se cuela en mis pensamientos. Este proyecto con Senku podría ser... interesante.

Me levanto y me dejo envolver por el agua caliente de la ducha, dejando que despierte mis sentidos adormecidos. Mientras me baño, mi mente divaga entre los detalles del proyecto y la intrigante mirada de mi vecino. Me río para mí mismo ante el último pensamiento.

Después, bajo a la cocina en busca de algo para desayunar... o almorzar, qué más da. Opto por unos macarrones con queso y, tras ordenar los restos de la fiesta, bajo la basura al depósito del edificio.

De vuelta, entro en mi departamento y veo el reloj de pared con forma de gato. Son las 15:42. Quedamos a las tres con treinta. Maldición.

Con el corazón acelerado, me apresuro hasta la puerta de Senku. No pasan ni cinco segundos antes de que me abra, vestido con una bata de laboratorio.

- Hola, Senku-chan.

- Mentalista.

Luces & Sombras | SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora