XII: Trato

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Senku

Ese tipo… él lo hizo.

El baño se siente repentinamente más claustrofóbico. Tengo que salir de aquí. Pero antes de hacer algo irracional, pateo la sudadera lejos y me lanzo al lavabo. El agua fría me golpea la cara, los brazos, las manos, con movimientos desesperados, intentando borrar cada rastro de la droga. Sé que no puedo hacer mucho por la camisa, su tejido está impregnado del líquido, pero no hay tiempo para cambiarme. El pánico hormiguea en mi piel, lucho por no dejarme llevar.

Salgo del baño, moviéndome con la urgencia de quien siente el filo de un cuchillo tras la nuca. Me dirijo directo al casillero del laboratorio, arrojo los documentos y el portátil en mi bolso sin detenerme a pensar en el desorden.

Después le explicaré a Xeno.

Los pasos resonando fuera del laboratorio hacen que me paralice. Me agacho detrás de las mesas, la respiración contenida, cada músculo en alerta.

—Ya debe haber hecho efecto —la voz masculina es apenas un susurro que raspa los bordes del silencio, seguido por un click metálico—. Ok… ten todo preparado.

Un hombre entra. Alto, rubio, con una máscara que oculta su rostro y una vestimenta completamente negra. Su mirada escruta el laboratorio como un depredador buscando a su presa, mientras yo mantengo la cabeza baja, aferrado a la esperanza de que no me vea. Los segundos se alargan, tensos, mientras me esfuerzo por ignorar el aroma del café, ese engañoso olor que amenaza con hacerme estornudar.

De repente, las luces del laboratorio se apagan, y solo la pálida luz de la luna ilumina el espacio. Mi mente grita que debo salir de aquí ya, pero el mareo que empieza a revolverse en mi interior me obliga a regular mi respiración.

Levanto la cabeza. El laboratorio está vacío, pero mi casillero está abierto. No he escuchado cuando lo hizo.

¿Qué busca?

No tengo tiempo para pensar. Me levanto de mi escondite, con el corazón martilleando en mis oídos, pero una voz me congela en seco.

—¿A dónde vas?

Volteo, pero no puedo distinguir de dónde proviene en la oscuridad.

—Ha sido difícil dar contigo, ¿lo sabías? —La voz sigue el eco de sus pasos, resonando contra las paredes del laboratorio, y sé que se está acercando.

—¿Qué necesitas? —pregunto, tratando de sonar calmado. Necesito ganar tiempo.

—Te tengo un trato… —ignora mi pregunta, su tono imperturbable.

—No hago tratos con gente que no muestra la cara —me burlo, encogiéndome de hombros, mi mente calculando la distancia. La voz proviene de la esquina izquierda, unos cuatro metros.

—Lamentablemente, Senku, no puedo darte ese placer... Al menos, no aún —responde, más cerca ahora. Con cautela, mis dedos encuentran en el bolso los frascos de vidrio que contienen químicos.

—Tú me entregarás toda la información en tus carpetas y la inteligencia artificial —su voz se vuelve amenazante. El mareo aumenta, las palabras flotan en mi mente, desordenadas, pero me aferro a la claridad.

Lo veo salir de las sombras. Su silueta expuesta por la luz de la luna, el brillo metálico de las armas en su cadera y muslera es imposible de ignorar.

—Oh, claro. ¿Y qué gano a cambio? —mi tono sarcástico es mi único escudo.

—¿Conoces a un tal… Asagiri Gen? —la pregunta golpea como un puñetazo en el estómago. Mi sangre se enfría. Él lo nota, y una risa oscura brota de su garganta.

Lanza fotografías a mis pies. Yo y Gen, comiendo ramen, hablando fuera del edificio, en mi departamento, compartiendo instantes casuales de vida. Mi estómago se revuelve. ¿Cómo no me di cuenta antes?

—Eres lo suficientemente inteligente para entender lo que está en juego —dice con insinuación. Mi mente vuelve a la realidad, sacudo el miedo de mi cuerpo. No tengo tiempo para recriminarme.

—Es un trato justo —digo, tenso. Mi mano se aferra a los contenedores de vidrio— Sin embargo, yo no soy de esos.

Lanzo los frascos con fuerza al suelo. El sonido del vidrio rompiéndose se mezcla con una nube espesa de humo, envolviéndonos en una cortina cegadora. Corro hacia la salida, derribando sillas a mi paso, escuchando los golpes sordos de su cuerpo chocando contra los obstáculos.

El humo me oculta, pero también me deja ciego. El pasillo vacío se extiende ante mí, pero no puedo avanzar mucho antes de que él se abalance sobre mí. Caemos al suelo, su peso aplastándome. Me esfuerzo por levantarme, pero sus manos aprietan mis tobillos con fuerza, arrastrándome de nuevo al suelo.

—Es inútil —gruñe, su respiración calmada a pesar del esfuerzo—. Deberías haber aceptado.

Me tiene sujeto de las extremidades, sin embargo, logo sacar un brazo y sin pensarlo le doy un golpe en la cara, mala idea.

¡¿En qué estaba pensado?!

Antes de que mis nudillos terminen de entumecerse por el impacto, su mano está en mi rostro, sus dedos clavándose en mi piel.

—Estuve dándote demasiado crédito —su voz es un susurro afilado, su paciencia se agota, sus garras arañando mi mentón.

Aprovecho su distracción para buscar a tientas mi bolso. Mi corazón late con furia. No puedo fallar ahora.

—Es hora de dormir, Senku. Y créeme, tu amigo es el siguiente —su tono es ácido. Busca en los bolsos de su cadera y saca un liquido en una jeringa. — sin embargo, esto es por golpearme.

Cierro el puño alrededor de un frasco justo cuando su golpe impacta en mi rostro. Pero no es todo. Lo rompo en su cara, la acidez del químico derrite su máscara y un grito desgarrador sale de su garganta.

Su cuerpo cae a un lado, liberándome al fin. Me levanto tambaleante, la sangre corriendo por mi boca, el pómulo ardiendo. No hay tiempo que perder. Tomo mi bolso y corro hacia el estacionamiento, cada paso resonando en el vacío edificio. Miro hacia atrás, veo su figura retorciéndose en el suelo, sus manos cubriendo su rostro.

Conduzco como si mi vida dependiera de ello, y en realidad, lo hace. Cada vuelta de esquina me hace buscar si alguien me sigue. El edificio se acerca más rápido de lo que esperaba, pero cada segundo que pasa mi cuerpo va cediendo. La droga en la camisa comienza a hacer efecto, enturbiando mi visión.

Llego a la puerta de Gen, tambaleándome.

Necesito saber que esté bien...

Cuando él la abre, después de unos horribles segundos, veo cómo la confusión en su rostro se convierte en horror.

—Mentalista… —logro susurrar antes de que mi cuerpo ceda.

— ¡Senku! — grita nervioso. intenta agarrarme, pero es inútil — ¿que-qué pasó?... tu rostro — agarra mis mejillas con delicadeza y cuidado.

Quiero decirle lo que acaba de ocurrir, pero mi cabeza da vueltas y un dolor punzante se hace presente. No puedo aguantar más, cierro los ojos y siento como lentamente voy perdiendo la conciencia.

Gen me habla, pero no logro entender lo que está diciendo, mi cuerpo colapsa y todo se vuelve negro.

Luces & Sombras | SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora