XI: Hipótesis

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Senku

—¡Oh, vaya, qué tarde! No me había dado cuenta de la hora que es —dijo Gen, revisando su reloj de muñeca. —Creo que es hora de irme. — Hemos avanzado demasiado, así que me voy yendo, con permisito. ¡Un gusto, amigos de Senku! —terminó por despedirse apresurado.

Me levanté de mi posición para poder despedirlo, todavía un poco mareado por la demostración del maldito mago de quinta. Sin embargo, no logré llegar más allá, ya que el bicolor me interrumpió.

— Oh, no te preocupes, Senku-chan. Conozco la salida — sin más que agregar, salió casi huyendo del departamento, como si tuviera prisa por dejar atrás lo que acababa de ocurrir.

Los tres presentes que quedamos en la sala de estar pudimos sentir el portazo que dio a la puerta. El ambiente quedó cargado con una tensión extraña, casi palpable. Taiju me observó curioso, como si esperara una explicación, mientras que Yuzuriha se veía claramente incómoda, sin saber dónde meter la cabeza.

— Creo que es hora de irnos — dijo la chica de cabello castaño, con una sonrisa amable pero tensa.

— Eso estuvo muy int... — Taiju no terminó su frase, ya que Yuzuriha lo calló rápidamente con una mano sobre su brazo, tirando de él en dirección a la puerta. Su rostro le pedía claramente que no siguiera hablando, pero el grandulón, en su clásica torpeza social, aún intentaba comprender el porqué del súbito silencio.

— Pero yo quiero saber por qué Senku está rojo, ¡quizás le dio fiebre! — balbuceó en voz baja, preocupado.

¿Rojo?

Instintivamente, me llevé los dedos a las mejillas, y para mi sorpresa, estaban ardiendo. La incomodidad aumentó cuando noté cómo los dos me miraban, como si estuvieran esperando una explicación que, francamente, no tenía intención de dar. Yuzuriha le susurró algo más al oído a Taiju, algo que no alcancé a escuchar, pero que evidentemente lo tranquilizó. Se acercaron nuevamente para despedirse.

— Sí, es hora de irnos — dijo Taiju, ahora un poco más alegre, como si la situación incómoda hubiera pasado a segundo plano.

Asentí en silencio y los acompañé hasta la puerta, intercambiando unas pocas palabras sobre vernos en la universidad. Después de su partida, el silencio volvió a caer en el departamento, un silencio que no me gustaba nada. Aún podía sentir ese calor persistente en mis mejillas.

Decidí dirigirme al baño. Necesitaba algo de claridad. Me miré en el espejo y, tal como había dicho Taiju, mis mejillas estaban ligeramente teñidas de un rosa que se extendía hasta mis orejas. Mis ojos se abrieron con sorpresa. Mi corazón latía de manera irregular, casi acelerado. Algo definitivamente no estaba bien.

Llevé una mano a mi frente, comprobando si tenía fiebre, pero no había elevación en la temperatura corporal más allá del extraño calor en mi rostro. Me toqué las mejillas de nuevo, buscando alguna explicación lógica.

¿Qué significa esto? ¿Podría ser una nueva enfermedad? Quizá me estoy enfermando por la bajada de temperatura de los últimos días. Sí, seguro es eso. No puede ser otra cosa.

Con esta idea en mente, decidí anotarlo.

Busqué mi libreta de apuntes y comencé a escribir mis síntomas:

●Físicos: sudoración de manos, ritmo cardíaco acelerado, pensamientos confusos, elevación de la temperatura corporal, rostro enrojecido.

●Hipótesis: reacción alérgica a alguna sustancia o partícula del ambiente, posible enfermedad respiratoria, gripe viral.

●Detonante:

Al llegar a este punto, me quedé pensando unos segundos. Tracé en mi mente el momento exacto en el que había comenzado a sentir esas reacciones. Y fue entonces cuando la imagen de Gen vino a mi mente con claridad perturbadora: sus ojos azul profundo fijos en los míos, la forma en que había mantenido su mirada, sus pestañas largas, el tono suave y casi hipnótico de su voz. Recordé el momento en que nuestras manos se habían rozado... y sus labios. Mi corazón volvió a desbocarse, y nuevamente sentí el calor subiendo a mi rostro.

Luces & Sombras | SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora