De la Tormenta

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Aquel paraguas rojo, jamás había tenido que luchar contra una tormenta como aquella

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Aquel paraguas rojo, jamás había tenido que luchar contra una tormenta como aquella. Brooke reza en cada ráfaga de viento porque las varillas se mantengan en su lugar y su paraguas no termine siendo más un impedimento que una salvación.

Ahora es cuando se arrepiente de no tener nada decente en la cocina y, sobre todo, de no haber hecho caso a su padre en su masterclass sobre como arreglar los plomos de aquella misteriosa caja a la entrada de su casa que parece ahora reírse de ella.

Sus pantalones están empapados a pesar del intento de cubrirse. Sus botas de agua de color amarillo chapotean a cada paso por las estrechas calles de Ashwood Hill.

Las aceras están desiertas, por obvias razones. ¿Quién, a parte de ella, sería tan estúpido de salir con esta lluvia?

Lo único que interrumpe su soledad por el camino es el sonido de unas sirenas. Los coches de dos patrullas de policías aceleran bajo la lluvia pasando a gran velocidad incluso por encima de los charcos de barro. 

Pero ni eso hace que Brooke se detenga, por mucho que le extrañe aquel ajetreo en el tranquilo pueblo, porque, si no sigue avanzando, terminará calada.

Por suerte para ella, no tarda en encontrar el cartel de su destino. Un viejo letrero sobre la fachada de una casa que pone "Bar Wood" en letra cursiva.

Sus manos están heladas, y le duelen por ese cortante y frío viento cuando cierra el paraguas rojo para poder dar el primer paso dentro del local. Pero una vez dentro, la tormenta parece haber acabado.

El bar del señor Luis, aunque siempre con su característico olor a bodega y fritos, es un pequeño rincón hogareño en el pueblo.

Ahora, por la tormenta, está más vacío que nunca. En los taburetes de piel gastada de aquella antigua barra de madera no hay nadie sentado. Y, además de la lluvia del exterior y el sonido constante de la televisión en una esquina, el silencio lo inunda todo.

- Buenas noches, Brooke.

El hombre sale de la trastienda secándose las manos con un paño y quedándose detrás de la barra, con una sonrisa que arruga su redondo rostro cerca de sus ojos. Marcas de expresión que señalan duramente el paso de los años.

- Buenas para regar el bosque.- Opina la mujer tratando de quitarse el abrigo que, más que mantenerla protegida, ha quedado completamente empapado y cala en sus ropas.- Han saltado los plomos y me he quedado sin luz.- Añade avergonzada.

Sin embargo, eso no parece ser suficiente para borrar su sonrisa. Luis mira a la joven mientras se sienta en una de las mesas más cercanas a la ventana, con ese aire melancólico que siempre la caracteriza.

No hace falta que pida nada para saber qué es lo que debe prepararle. Muchas noches, Brooke se pasa a cenar cuando no tiene ganas de prepararse nada, o simplemente para saludar a su mujer, que la quiere con cariño.

La Noche De Los LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora