Una Prostituta En Los Años 1700

He cambiado placeres por dinero, he hecho de la lujuria un negocio, 

y en tan complejo intercambio descubrí las verdaderas caras y los 

corazones de quienes pagan.

                                                                                                                           El Autor.

Fue difícil amarte sin conocerte aún en realidad, pero una vez pude 

conocerme supe que siempre quise ser esa persona. 

Que bien se siente amarme.

                                                                                                                        El Autor.

Ivon

-Ivon: a veces siento que el libre albedrio no es algo que se aplique conmigo, como si desde el inicio estuviera destinada a ser una prostituta lo quisiera o no, es como si cualquier otro camino estuviera prohibido para mí, como si mis alternativas fueran nulas frente a una sociedad que no me deja otra opción, una sociedad donde la voz de la mujer es muda y nuestra opinión es relegada a los hombres. Siempre un hombre te representa en este modelo cultural en el que vivo, primero lo hace tu padre y después tu esposo, y si no tienes a ninguno de los dos, tu valor como ser humano femenino decae a un más. En ocasiones sueño con un mundo en el que el hombre y la mujer son iguales y juntos luchan hombro a hombro por mejorar la sociedad, cuando sueño con eso no quiero despertar, y me aferro a la almohada por mucho tiempo hasta que estoy completamente despierta aun con los ojos cerrados, no es hasta ese momento que me enfrento a la realidad, a este lugar vacío donde las fieras luchamos por seguir con vida un día más, donde este atisbo del futuro con el que sueño parece tan incierto que nos obliga a perder los estribos por miedo a desaparecer y ver la realidad.

Mi inconformidad no es contra los hombres, sino contra este pensamiento desigual que enaltece a unos y hace menos a otros, degradando a la mujer como si el solo hecho de nacer hembras nos hiciera menos automáticamente, y esta forma de pensar esta tan arraigada en este siglo que aun bastantes mujeres la defienden, y en el fondo de su racionamiento saben que no lo hacen porque estén de acuerdo con estas ideas, sino porque en realidad tienen miedo al cambio, uno que podría ser beneficioso para todos pero que no lo buscamos por miedo a tener que ir a su encuentro en lo desconocido, y ese miedo nace de acostumbrarse a lo establecido, de dar por sentado lo que vivimos sin atrevernos a cuestionar si las cosas están bien o mal, o si quizás podrían ser mejores, y este temor a cuestionarnos es el origen de muchos errores y no solo del que inicie hablando en este párrafo.

Para muchos estas ideas son impensables, pero para otros son una visión a el futuro que como raza nos espera. Y esa es la razón de que decidiera escribir estas líneas como prueba irrefutable de que no todos pensamos igual frente a esta situación, y que la igualdad de género era un ferviente deseo aun antes de mis tiempos, y al parecer era necesario que apareciera una prostituta letrada para plasmar por escrito el dolor y los pensamientos de muchos, frente a esta y otras situaciones que aquejan a la humanidad.

Y así es como comienza mi historia, una que paso por diferentes niveles sociales, permitiéndome ser una observadora atenta y dispuesta a narrar fielmente los aciertos y errores de nuestros tiempos.

Soy una prostituta, una mujer que vende su cuerpo en un intercambio económico, y he sido una prostituta desde temprana edad, desde que mi inocencia e ingenuidad me llevaron a este camino hasta que mi sentencia de muerte dejo claro mi final. Nací en el año 1700 y desde el principio estuve sin padre ni madre, y acompañada por la pobreza y los afanes que esta representa, hice de las carencias parte de mi vida desde el inicio, acostumbrándome así a esto no como una carga sino como parte activa de mi ser, como esa razón voraz que me llevaba a luchar por sobrevivir sin importar el método que usara para lograrlo.