Cuando Los Pecados Te Persiguen

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De regreso en Londres no dude en ser de nuevo una prostituta, pues ya había pasado por ese dilema de a que dedicarme para ganar dinero, y no era necesario para mi repasar un tema que ya tenía claro, mas ahora no solo tomaría el dinero ganado para mí y mi hija, sino que también ayudaría con alimentos a personas que me rodeaban ya que sabía que para ellos conseguir dinero para alimentarse era algo difícil, y así intentando estar tranquila pase muchos días, hasta que en una noche me di cuenta que un grupo de hombres me perseguía, observando a lo lejos lo que hacía y siguiendo mis pasos sin mucha prudencia, perturbando la resiente calma que había conseguido. Varias noches sin intervalos continuos vi a los hombres a lo lejos, y pensando en enfrentarlos me contuve para cumplir mi más resiente promesa, sin embargo, a pesar de querer cumplirla no me entregaría a la muerte, por más que aparecieran en mi camino nuevos enemigos que me llamaran de nuevo a la violencia.

Y en esta ocasión no lucharía por venganza sino para mantenerme junto a mi hija, por eso si me atacaban lucharía de nuevo como fiera para salir del enfrentamiento con vida, siendo esta actitud defensiva la que me mantenía atenta en todo momento, llevándome a poner cubetas llenas de objetos metálicos en la puerta del lugar en donde ahora vivía, esperando con esto qué si alguien abriera la puerta, despertaría para enfrentarlos una vez cayeran los metales en el suelo. Estando a la defensiva, creando mis propias alarmas por si el llanto de mi hija o la voz de Chloé no se hacían presentes cada vez que fuera atacada.

Muchas veces los hombres que me vigilaban se alejaban sin más, y al verlos partir despreocupados me preguntaba si no estaba obsesionada en mi manera de vivir en caos, y estas personas solo pertenecían a un grupo que rondaba por el lugar, muchas veces pensé esto y rogué porque fuera de esa manera, pero de igual forma no hacia mal mantenerme atenta.

El sueño ligero comenzó a ser mi compañía desde que vi a los hombres merodear, y cualquier ruido me despertaba con intenciones de esquivar ataques y luchar, de la misma forma en que lo hice con el hombre adinerado, estaba convencida de que esta podía ser una de las pocas maneras de sobrevivir, y por eso no me espere como llegaría el siguiente ataque, el cual se hizo presente en la madrugada en forma de fuego.

Estaba yo dormida, pues hacia poco que acababa reposar mi cabeza sobre la almohada después de llegar de recorrer las calles y los cuerpos, el cansancio me dominaba y ese instinto de mantenerme atenta y dispuesta a defenderme se apagó por unos minutos, siendo este el tiempo suficiente para que la casa en donde me encontraba quedara rodeara en llamas, y como si el mundo se convirtiera en un lugar lejano, escuchaba a lo lejos el llanto de mi hija y los gritos de personas que desde la calle me pedían que saliera del incendio. Ocurriéndome todo lo contrario que en la visión que tuve al dormir cuando el hombre adinerado trato de matarme, pues esta vez la realidad no se encontraba aledaña a lo que soñaba, esto porque ahora siendo alejada de la realidad por mi cansancio, el cerebro me obligaba a conciliar el sueño profundo para descansar de verdad.

Cuando tuve tiempo para pensar cual sería la causa aparte del cansancio, para que no escuchara en esta ocasión la voz de Chloé, concluí que no la escucharía ya que no estaba al borde de la muerte en este incendio, y esto porque la ayuda que necesitaba en ese momento no era la suya sino la del nuevo cariño que me había ganado.

Y así despertando rodeada de llamas y humo, tome a mi hija y trate de escapar por la puerta para encontrarme con un fuego infranqueable, uno que a su paso me hacía retroceder, intimidándome hasta que a lo lejos escuche las voces de personas que vivían en la misma casa que yo, y ya se encontraban seguros en la calle, ellos quienes también alquilaban cuartos del lugar en donde vivíamos, trataban de llamar mi atención para que saliéramos por la ventana, aguardando frente a ella para recibirnos al saltar. Dándome cuenta de su plan, abrí la ventana y dejé caer a Helen en sus brazos pidiéndole a Dios que la protegiera. Una vez vi que mi hija se encontraba a salvo, salte siendo recibida por las personas que estuvieron a mi lado en protestas, por quienes ahora les ayudaba con su alimentación y por aquellos que vivían en la misma casa que yo, todos ellos, personas que valoraban lo que yo era, y acudir en mi ayuda se convertía en la mejor forma de demostrarme que en medio de todo, no había hecho las cosas tan mal como yo creía.

Una Prostituta En Los Años 1700Donde viven las historias. Descúbrelo ahora