Cumpliendo Mi Propósito

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Cuando maté al hombre adinerado y pensé que todo terminaría, en verdad sentí que descansaba de la violencia que llevaba tiempo haciendo parte de mi vida, y al aferrarme a esta idea fue difícil comprender que la tranquilidad que anhelaba quizá no llegaría nunca, y eso me sumergió en una tristeza tan profunda que me llevo a enfermarme, alejando a el sueño mis dolencias y la sensación de que no estaría segura en ningún momento. Y sumergida en ese pensamiento pase muchos meses mirando en el rostro de toda persona que me cruzaba en la calle aun posible enemigo, a un perseguidor o un verdugo. Tenía miedo de todos, y mi mente estaba tan tensionada que veía los rostros de quienes conocía dos veces, tan solo para cerciorarme que si estaba segura junto a ellos.

Como quisiera que fuera posible enviar mensajes al pasado, y de esa forma evitarme vivir en el miedo absoluto, y con un mensaje enviado desde este instante en el tiempo en donde escribo este libro, poder contarme que las muertes ocurridas en ese callejón serían las ultimas, que la esposa del hombre adinerado marcaria el final de mis asesinatos, que ya no acabaría con nadie por venganza o por evitar que me mataran, y que en lugar de vivir como si algo malo estuviera a punto de pasar, viviera disfrutando junto a mi hija cada día, no mirándola con miedo a que el mundo la llevara al lugar en donde me encontraba en ese momento, sino asegurándole que la vida le sonreiría al crecer bajo los valores que siempre trate de enseñarle. Pero ya que esos mensajes al pasado no son posibles, mi vida continuo de esa forma alrededor de un año, y solo fue al pasar ese tiempo que comprendí que no quería vivir así, y que estar esperando que ocurriera lo peor no era una vida en realidad, y solo cuando acepté eso fue que volví a sentir que respiraba, y que la presión en mi pecho se había ido, que no estaba bajo una maldición, sino que yo misma me torturaba de esa forma, y digo esto porque en esos días de casi locura, llegue a pensar que las últimas palabras de la esposa del hombre adinerado me maldijeron, y que cuando dijo que su muerte sería el inicio de mis desgracias, dejo caer sobre mi esta tortura mental que me llevaba al límite.

Una vez llegué a este estado mental en el que me perdonaba y quería hacer de mi vida algo productivo, fue cuando decidí cumplir mi propósito, y sembrar un mensaje en las mentes que diera el fruto que ayudaría a muchos, y con esa idea comencé a redactar este libro con dificultad, pues mi mano temblaba más que nunca a casusa de todo el daño que hice con ella, impidiéndome escribir rápidamente, obligándome a sostener la pluma con los dedos y con mi otra mano detener mi muñeca, para que así disminuyeran los temblores y la tinta realizara en el papel letras legibles, formando palabras con las que esperaba que lo vivido, mis errores y mis aciertos fueran de ayuda para todo el que los leyera, y que mi hija cuando mirara atrás preguntándose quien fue su madre, pudiera encontrar en estas páginas una respuesta que la hiciera sentir orgullosa, al compartir en ellas lo que me enseño la vida. Tomando de mi vivencia todo lo bueno que pudiera aprender.

Y en esos días en los que me prostituía en la noche y escribía en el día, se cruzó en mi camino una pequeña niña de no más de trece años, y digo más o menos cuál sería su edad pues ella misma no sabía cuántos años tenía, pero al verla indefensa, delgada y tirada en el suelo, me vi a mi reflejada en una edad simular, indefensa y sin saber que rumbo tomar, y acercándome a ella para cobijarla con amor de la misma forma en que lo hizo conmigo madame Chloé, la adopte deseando desde el inicio darle a su existencia un rumbo diferente al que mi vida tomo.

Esta chica de la que hablo se llama Charlotte, una huérfana que lo perdió todo y llevaba al menos dos años vagando por las calles, pasando en ellas tiempos duros y de hambre, una que se reflejaba en su delgado cuerpo y para el momento en que la encontré se preparaba para su muerte, estando tan débil por la inanición que apenas podía moverse. Cuando la lleve a mi lado su sorpresa y alegría no encontraban la manera de expresarse, ya que comiendo en medio de lágrimas trataba de agradecer sin poder lograrlo, y solo logre entender su deseo por dar las gracias cuando dejando su boca llena junto sus manos dándome un abrazo en el que apenas sentía su cuerpo tocando el mío, pues la debilidad no la dejaba apretarme como ella quisiera.

Una Prostituta En Los Años 1700Donde viven las historias. Descúbrelo ahora