Capítulo 5:Boomer.

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Annie.

Una hora y media después de lo sucedido.

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La sesión de modelaje de V. S está en su apogeo, con luces brillantes y un ambiente lleno de energía. Las "Ángeles" más destacadas nos preparamos para deslumbrar con elegancia y sensualidad.

A mi izquierda avanza Merea Santos, nacida de padres brasileños pero residente en Estados Unidos; una hermosa morena con cabello afro y ojos marrones, siguiéndome el paso con determinación y sensualidad. A mi otro lado, se encuentra Yasmin Stone, una rubia holandesa con una intensa mirada verdosa y cabello dorado cayendo en cascada sobre sus hombros.

Las cámaras continúan disparando sin descanso mientras mis colegas y yo nos erguimos con gracia, exhibiendo las últimas creaciones de la famosa marca de lencería. Nos envolvemos en sostenes blancos con elegantes escotes en V, acompañados de prendas íntimas sensuales. Y para agregar el toque final de encanto, cada una de nosotras despliega un par de alas de ángel, completando así la apariencia celestial que tanto quiere lograr la marca.

De repente, un miembro del equipo de producción irrumpe en el momento glamoroso. Arqueo una ceja con sorpresa al observar al hombre de producción que sostiene mi celular.

—Lamento interrumpir, pero es del hospital —me informa. Cuando se acerca a mí, tomo el celular con un atisbo de preocupación, y siento una fea presión en el pecho.

—Necesito tomar esta llamada —aviso sin esperar respuesta del equipo. Quitando el cabello de mi rostro, me apresuro a alejarme del set para contestar la llamada. Mis compañeras me dirigen una mirada interrogatoria y yo solo niego con la cabeza, sin saber qué responderles.

—¿Hola? —hablo con nerviosismo.

—¿Señorita Anabelle Whitman? —pregunta una voz femenina al otro lado de la línea.

—Soy yo.

—Le hablamos del W. H. C., no teníamos a quién más llamar para informarle del estado de su esposo Bruce Whitman, quien fue internado de urgencias.

(W. H. C.: Washington Hospital Center)

Le doy una mirada de confusión a mis compañeras, quienes me hacen señas queriendo saber, pero al mismo tiempo tomo una bocanada de aire, aliviada al saber que no es algo importante. Con pereza, muevo mi mano hacia mis compañeras, restándole importancia.

—¿Señorita? —vuelve a hablar la mujer al otro lado de la línea con un tono de confusión.

—Sigo aquí —le hago saber.

—Le informaba que su esposo está...

—¿Y se puede saber cómo fue que terminó ahí? —interrumpo sin dejarla terminar.

Cautiva De Dos Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora