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"...Mientras el lobo

no tenga a su luna

seguirá aullando

a las estrellas..."



Pov San

La mañana del día siguiente me atrapó sin previo aviso sin siquiera haber dormido absolutamente nada.

Los nervios me estrujaban el estomago como si quisieran enredarme las tripas.

Escuchaba los pasos de Mingi moviéndose por la cocina y supe que había llegado el momento de aclarar las cosas con él.

Era mi mejor amigo de toda la vida y no quería que nada arruinara nuestra amistad, ni siquiera un omega.

Arrastré los pies cansados hacia la sala y me dejé caer en uno de los sofás bajo la atenta mirada de mi amigo.

Suspire exageradamente

-¿Ya estás mejor? ¿Qué te pasó anoche?- preguntó preocupado acercándose despacio hacia mí, poniéndome aún más alterado.

-Siéntate, tenemos que hablar- intenté decir sin que mi voz sonara dura, pero no lo logré y me odie por ello.

-¿Qué pasa?, me estás preocupando- soltó nervioso sentándose a mi lado refregándome los hombros con cariño.

-Y-yo lo siento mucho... - tartamudeé intentando encontrar las palabras para hablar pero estas no querían venir a mi boca.

-¿Qué es lo que sientes San ? ¿Qué ha pasado?- cuestionó aún más nervioso arrugando el ceño.

-Yo... tu omega, Min- suspiré por milésima vez llevándome las manos a la cara refregándomela.

-¿Qué pasa con mi omega?- espeto empezando a desesperarse por mi silencio.

-El chico oreo que tanto me gusta... es tu omega- solté por fin aquella frase que tenía atorada en mi garganta hundiendo la cabeza entre mis rodillas sin querer mirar su expresión.

-¿Qué?- preguntó poniéndose de pie enfurecido, increpándome incrédulo.

-Mingi no te preocupes, solo fue una coincidencia, una broma del destino, yo me mantendré al margen y estoy seguro de que en unos días todo volverá a la normalidad- dije con un tono lastimero casi a punto de llorar.

-Pero no puede ser, ¿por qué tuvo que coincidir así? Sé que te gustaba de verdad San, pero es mi omega, estoy totalmente seguro de eso, mi lobo me lo dijo desde que lo vi, yo no puedo renunciar a él- afirmó apenado arrodillándose frente a mi y obligándome a mirarle.

-No tienes que renunciar a nada Min, es tu omega... "tuyo"... soy yo quien tiene que olvidarse de el- aseguré para darle tranquilidad porque la tensión que había en el aire empezaba a ahogarme.

-Pero no quiero que sufras San...- respondió abrazándome con fuerza.

Yo escondí mi cara en la curva de su cuello y volví a sentirlo.

Un olor a vainilla con caramelo se podía percibir apenas sobre el aroma a lluvia y tierra de mi amigo.

Mi lobo bajó sus orejas gimiendo y se acurrucó en un rincón, dolido.

No entendí muy bien porque reaccionó así, supongo que mi angustia le invadió de repente, sin embargo ya no me volvió a decir una palabra.

Un humano melancólico junto a su lobo triste, una combinación bastante desagradable de ver.

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