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"...Cuando caíste,

estuve ahí y nos levantamos juntos,

cuando caí, te fuiste

y ahora tengo que levantarme

sin ti..."



Pov San

Silencio... pesado y tedioso silencio, era lo único que se escuchaba además del tictac del reloj y el suave susurro del viento en el exterior de mi ventana.

Mis lágrimas se resbalaban torpemente hasta desembocar en la almohada, en un intento vano de calmar el dolor que atormentaba mi corazón.

El timbre de una voz bajita y dulce me hizo encender la luz de un salto acercándome corriendo a la puerta entreabierta.

—San... — me llamaba casi en un susurro.

—Wooyoung, ¿qué pasa?¿estás bien?— pregunté observándolo de arriba a abajo con delicadeza.

—S-solo quería pedirte si puedes dejarme alguna ropa o algo con tu aroma, no puedo dormir y pensé que quizá así me sea más fácil... — dijo en un hilito de voz casi inaudible, podía notar la ansiedad y lo asustado que estaba en las feromonas que emanaba, pintando su dulce olor a vainilla de una especie de canela amarga.

—Claro, pasa y coge lo que quieras— respondí haciéndome a un lado para que pudiese entrar a mi habitación, paseándose por ella mirando todo a su alrededor y olfateando el aire sin vergüenza.

—Nuestros aromas están mezclados aquí adentro— soltó de repente torciendo el gesto.

—¿Te desagrada?— pregunté ansioso viéndole muy afectado.

—No— suspiro. —es una agradable combinación, muy relajante, me llevo esta sudadera si no te molesta, te prometo que te la devolveré mañana— dijo casi sollozando.

—Si no puedes dormir y quieres que veamos algo en la tele o hablemos, solo tienes que llamarme— respondí tranquilo, dándole una sonrisa, viéndole marchar hacia el otro cuarto y cerrar así su puerta.

Una enorme luz se encendió en mi interior como si una estrella fugaz hubiese atravesado de repente por todo mi cielo en medio de la oscuridad.

Quizá si había alguna esperanza, tal vez algún día él me recuerde o sienta la necesidad de mi contacto para estar tranquilo y en paz.

Sabía que por la mañana al despertar este sueño llegaría a su fin, y aquella pesadilla que yo tanto temía se volvería mi triste realidad.

El amanecer se abrió paso entre las nubes y los árboles, dejándome ver que el tiempo avanza inexorable, independientemente de cuál sea tu estado de ánimo o tus deseos.

Podía sentir la tristeza y el dolor como una presencia corpórea dentro de todo mi ser, como si una nueva persona viviese dentro de mí pensando y sintiendo por su propia cuenta.

Me levanté, arrastrando mi cuerpo y mi alma al baño, me miré al espejo, de repente parecía que habían pasado por mi ser ochenta años.

Las ojeras marcadas, los labios partidos, lágrimas secas iluminaban mis mejillas y el brillo de mis ojos había desaparecido completamente.

Preparé con esmero su desayuno favorito, con todas las cosas sobre la mesa que sabía que a él le gustaban y después de eso me dirigí a la habitación de Min, dando un par de golpecitos y abriendo la puerta para quedarme congelado con la imagen que me encontré.

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