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“... Hay gente que cree
que te conoce muy bien;
pero no saben
que solo vieron
Lo que les has permitido ver…”

Pov Wooyoung
—San, no puedes hacer eso, yo también tengo derecho de conocer a mi alfa y quiero verlo— dije cruzándome de brazos, enojado por el comportamiento caprichoso e infantil que estaba teniendo.
—Wooyoung, no lo entiendes...— soltó frustrado, pasándose las manos por el rostro cansado.
—Si lo entiendo, tú puedes ver mi lobo y yo no puedo ver el tuyo, eres egoísta— grité frunciendo el ceño, enojado.
—Bebé, mi lobo no es como yo, el es un bruto, tengo miedo de que no se controle y te marque porque eso será un gran problema— explicó arrodillándose delante mío, tomando mis manos entre las suyas.
—Bueno, tienes razón con eso, pero sé que no lo harás, tu lobo no me marcará, confió en él y en ti— aseguré no estando ni siquiera yo tan convencido de esa afirmación.
—Te prometo que mi próximo celo, si estás marcado para ese entonces, lo pasaremos juntos— me susurró para persuadirme.
—Está bien...— dije riendo irónico porque se me había ocurrido una gran idea.
Jugaría con trampa, igual, él probablemente no se recordaría después así que decidí dejar ahí aquella discusión, concentrándome en sacar a tiempo las palomitas del microondas para ver un maratón de series, mimándonos en el sofá.
Dos días después llegó su celo, la noche anterior obedientemente me fui a dormir a mi departamento, mientras Seonghwa se ocuparía de cuidar a San desde día siguiente hasta que acabara su celo.
Cerca de media mañana puse en marcha mi plan, entrando al departamento como si nada.
En cuanto abrí la puerta, el aroma a capuchino me golpeó y sentí como me lubricaba al instante, rogando que Hwa no lo notara en las feromonas que soltaba sin quererlo.
—¡Wooyoung, vete antes de que te huela, o estamos perdidos!— aseguró Seonghwa intentando sacarme a la fuerza.
—Es mi alfa y yo me ocuparé de él, puedes irte tranquilo— afirmé sin moverme de mi sitio.
—Wooyoung por favor, le di mi palabra que no te dejaría entrar— rogó bloqueándome el paso.
—A la mierda tu palabra, déjame o llamo a Hong y verás... además está al tanto y te está esperando abajo— insinúé levantando una ceja apuntándole con el dedo, dirigiéndome a la habitación.
Al abrir un poquito apenas la puerta, escuché un gruñido y un brazo se asomó tirandome con fuerza hacia dentro, estampándome contra la pared de un empujón.
—¡Alfa bruto!— chillé ante la presión con la que su cuerpo me apretaba contra aquel muro, pudiendo sentir su erección sobre mi vientre a través de la ropa y la fuerte respiración en mi cuello, absorbiendo mi aroma con desespero.
Quise moverme hacia la cama y me volvió a sujetar con una fuerza descomunal, otra vez pegándome a la pared y gruñendo.
—¡No me gruñas! Solo quiero ir a la cama, alfa posesivo— solté riendo, escuchando otro gruñido de su parte cuando nuestros cuerpos perdieron el contacto.
A duras penas logré llegar hacia el colchón cuando se me abalanzó encima arrancándome la camiseta, tirando de ella haciéndola pedazos y lamiendo mis pezones con ansiedad.
La piel le quemaba y donde me tocaba me dejaba la zona con un escalofrío.
—Tranquilo alfa, omega se ocupará de ti— logré balbucear sintiendo su boca en mi extensión y dos dedos colándose en mi entrada, sacándome un intenso gemido ante tanta rudeza.
Y así empezó la fiesta, omega para arriba, omega para abajo, omega en la pared, omega sobre el escritorio, omega en la alfombra, omega en la silla, omega en la ducha y ¡por la luna!, que si su celo duraba más de un día estaba convencido de que no volvería a caminar.
Exhausto, cuando se calmó un poco, quise ir por un vaso de agua, pero volvió a abrazarme con fuerza gruñendo en mi cuello.
—¡Deja de gruñirme!, tengo sed, voy a la cocina— me levanté apenas pudiendo caminar por el dolor de mi espalda baja. Mi alfa a pesar de ser suave y cariñoso era muy dominante, bastante diferente a San que era todo suavidad. Su lobo era brusco, rudo y gruñía todo el tiempo, pero no podía negar que realmente me había encantado, esa demostración de fuerza y hombría me había descolocado al extremo de querer más y más de él.
Llegué a la cocina torpemente, caminando con mi alfa prendido a mi cuerpo pegado a mi espalda, intentando no pisarlo y agachándome con el detrás sin soltarme, para poder sacar el agua de la nevera.
—¡Cielo santo alfa!, suéltame que no me voy a ir— pedí intentando soltarme, obteniendo otro gruñido por respuesta.
Me tenía agarrado con tal fuerza que sabía que acabaría lleno de moretones de tanto que me apretujaba.
—¡No!— gruñó en mi espalda, moliendo su erección en mi trasero.
—¡Omega a la cama!— ordenó gruñendo, alzándome sobre su hombro para tirarme a la cama y empezar con la ronda de omega para arriba omega para abajo otra vez, durante otro par de horas.
—Alfa, omega necesitará silla de ruedas— chillé escapándome de golpe, cuando intentó apresarme otra vez debajo de su gran cuerpo.
Un enorme puchero se le formó en los labios, con los ojos verdes brillando, mirándome como un cazador a su presa, gruñendo por millonésima vez en el dia.
Solté un suspiro al aire derrotado y me acerqué de nuevo a él, quien sonrió victorioso.
—Momento, déjame a mí, que mi trasero no da para más— ordené golpeándole con el dedo en el pecho, mientras le empujaba de espaldas al colchón, arrodillándome entre sus piernas para ocuparme con mi boca de su enorme hombría, que parecía haber duplicado su tamaño y empezaba a dolerle como el mismísimo infierno.
No pasaron ni cinco segundos cuando me convencí de que no había sido buena idea, ya que me agarraba con fuerza del pelo, levantando las caderas a un ritmo frenético, haciéndome prácticamente ahogar.
Durante un momento pensé pararlo, pero los jadeos y gruñidos que soltaba me gustaron tanto que me relajé y le dejé hacer a su gusto, siguiendo ese movimiento intenso hasta que se corrió en mi boca, tanta cantidad que aquel líquido blanco escurría por mi barbilla, a lo que se levantó y lo lamió con suavidad, para después besarme con tranquilidad.
—Te amo, omega precioso— murmuró de la nada y supe que mi San había regresado.
Estaba agotado, las piernas me temblaban y sentía que podía dormir un año entero.
Ignoraba que el celo de un alfa sería tan intenso, estaba sorprendido, pero realmente encantado.
Nos dimos una ducha esta vez de verdad y nos acostamos a dormir tranquilos.
—Eres un tramposo, ahora tendré que matar a Seonghwa— dijo riendo sobre mis labios.
—No te hagas el tonto, que sabías perfectamente que me iba a salir con la mía— contesté acariciando su mandíbula y el rio, mirandome intrigado
—¿Cómo te fue con mi lobo?— preguntó preocupado.
—Eso mejor preguntáselo a mi parte trasera— dije riendo.
Se carcajeó descarado.
—Solo quiero saber si te entendiste con él— cuestionó divertido.
—Amor, no es complicado porque tu lobo solo sabe hacer dos cosas, gruñir y follar—
Se rió a carcajadas mirándome y abrazándome para hacerme cosquillas y darme besos hasta que me quedé dormido con la cabeza reposando en su pecho.

“... Somos un globo de emociones,
en un mundo de alfileres…”




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