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"... Lo que ocurre entre dos,

nunca es responsabilidad de uno solo..."



Pov San

Todo en aquel campamento era realmente divertido, hubo juegos de agua, partidos de fútbol, carreras de canoas y una buena cena a la orilla del lago que acabó en una enorme hoguera donde todos reían sin parar cantando y bebiendo chocolate caliente.

Yo por mi parte no podía dejar de admirar el precioso omega que tenía a mi lado, sentir la calidez de nuestras manos juntas, con los dedos entrelazados mientras contemplaba como a simple vista era notoria la diferencia de tamaño que había.

Las hermosas arruguitas en el parpado que se le marcaban al sonreír y la melodía tan dulce que tenía su risa me tenían embobado... ¡por Dios! era la persona más maravillosa que la diosa luna me podría haber puesto en el camino.

Aquella luz tenue que emanaba del fuego hacía que la situación se tornara entre romántica y sensual, haciendo que mi lobo empezara a removerse ansioso, queriendo orinar en las esquinas para marcar territorio ante la presencia de tanto alfa alrededor.

Casi ya de madrugada llegó la hora de irse a dormir, nos pusimos los pijamas y perdidos bajo las mantas de aquella pequeña cama le arrulle como a un tesoro.

Aún no teníamos sueño a pesar de estar físicamente cansados, era un bonito momento para compartir caricias suaves y precisamente eso fue lo que hicimos.

Aproveché aquella oscuridad para besarle con paciencia y sutileza, disfrutando del tacto de su lengua, absorbiendo aquel sabor a vainilla y caramelo que tanto me encantaba.

Las bajas respiraciones de los que dormían a nuestro lado se oían como sonidos de fondo y vi en los ojitos brillantes de mi travieso omega que tenía ganas de jugar.

—¡Bebé compórtate que hay gente a nuestro lado!— sugerí al sentir como su mano se colaba debajo de mi camiseta acariciando sensualmente mis abdominales.

—Omega quiere jugar, alfa— susurró en mi oído haciéndome tragar duro, mientras su dedo recorría mi miembro cada vez más despierto dentro del pantalón.

—Cariño, aquí no podemos— afirmé besando su cuello y lamiendo aquella piel tan suave, sintiendo como se le iban escapando cada vez más unos gemidos bajitos.

—¡Vamos al baño!— dijo tomándome de la mano y tirando de mí hasta sacarme de la cama dirigiéndonos allí.

Era una habitación aparte, alejada del dormitorio, casi en el exterior.

Apenas entramos, con toda la prisa que tenía, me empujó hacia dentro de uno de los cubículos cerrando con seguro y abalanzándose sobre mí, adueñándose de mi boca desesperadamente.

—Wooyoung, ¿estás seguro de que quieres hacerlo aquí?— pregunté mientras le levantaba la camiseta, lamiendo uno a uno sus botones, sacándole gemidos entrecortados.

—¡Me da igual donde, quiero sentirte ahora!— confesó refregando su erección con la mía a través de la ropa que aún llevábamos puesta.

—Tendrás que ser silencioso...— sonreí mientras le besaba.

—¡Tápame la boca, entonces!— afirmó girándose de cara a una de las paredes de aquel pequeño lugar.

Aquella imagen apagó toda neurona que pudiese funcionar en mi cabeza, viéndome a mí mismo minutos después, con una mano tapándole la boca con fuerza y la otra arremetiendo con tres dedos metidos en su lubricada entrada.

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