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"...Cuando empiezas a querer a alguien

te vuelves vulnerable,

cualquier palabra, acción o cosa

te puede partir el corazón..."


Pov San

Cuando apenas el sol se colaba por la ventana, desperté de golpe totalmente sobresaltado.

Respiré hondo incrédulo cuando comprendí la situación en la que me encontraba.

El omega dormido se refregaba contra mi pierna soltando fuertes jadeos y suspiros, sudando.

Tenía las mejillas sonrojadas y esa imagen volvió loco a mi lobo así que debía salir de allí corriendo para no lamentarlo después

En un intento de zafarme sin despertarlo, saque despacio, con cuidado mi pierna de entre las suyas.

Me arrastré hacia los pies de la cama poniendo una almohada en mi sitio para que no notara mi ausencia, cosa que no resultó como esperaba.

En cuestión de segundos en los que yo ya había llegado a la comodidad de la cocina, le escuché llamarme con la voz agitada, jadeando.

Asomé la cabeza hacia la puerta, pudiendo así observar la imagen más perfecta y erótica que jamás había imaginado en mi vida.

Mi precioso chico estaba arrodillado sobre la cama, apenas con un pantalón de pijama gris y sin camiseta, extendiendo los brazos hacia mí, llamándome con la voz dulce de omega, mientras una evidente erección se apreciaba en sus pantalones.

Tragué con fuerza intentando ignorar la presión que sentía dentro de mis bóxer junto con las enormes ganas de abalanzármele encima y hacerle mío de todas las maneras posibles habidas y por haber.

—Al-alfa m-mimitos a o-omega— repetía con la voz entrecortada, exigente

Agradecí a Dios y a todos los Santos que la puerta se abriera justo en aquel preciso instante.

Mingi aspiró el aire torpemente mirándome confundido y relamiéndose los labios.

—Huele a excitación aquí adentro y... San... ¿Tienes una erección?— preguntó incrédulo, analizándome de arriba a abajo.

—Míralo cómo está, ¿cómo quieres que no me ponga duro ante esa imagen?— respondí tirándome con fuerza del cabello, frustrado por la situación.

—Yo me haré cargo de esto, vete a dar una vuelta y te aviso cuando termine— soltó seguro de sí mismo intentando entrar a la habitación.

—Ni lo sueñes, nadie va a tocarlo— le frené poniéndome delante de él, irguiéndome para ponerme a su altura.

—¿Y qué harás al respecto?— cuestionó ofendido, desafiándome levantando la barbilla.

—Nada, esperaré que se le pase, no es la primera vez que tengo que lidiar con él enojado— expliqué obligándolo con mi cuerpo a retroceder.

Nos sentamos en la cocina desde donde podíamos verle y decidimos ignorarlo, a él y a ese aroma que nos picaba en la nariz volviéndote loco.

Al cabo de unos minutos en los que me rogaba que fuera con él, montones de peluches y almohadas fueron arrojados sin cuidado hacia donde yo estaba.

—Alfa malo— se oía enfadado.

—Alfa no quiere a omega— decía enojado tirándome todo lo que encontraba cerca hasta dejar mi habitación casi vacía.

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