4.

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Rebecca W.

—¿Dónde estabas, jovencita? —mi madre atacó apenas me vio aproximarme, su tono lleno de reproche. Esto era tan cansado... 

Respiré hondo antes de responder, mas no tuve ocasión, pues su arremetida aún no acababa.

—Fui a buscarte al tocador y no estabas —su voz era afilada, tanto que habría sido prudente cuidar mi tono para evitar cortarme, más la sensatez me era ajena en aquel instante.

—Me sentí mareada y salí a tomar un poco de aire, no seas tan pesada madre... —la mordaz respuesta escapó de mis labios antes de que pudiera detenerla. El silencio tenso que siguió me indicó que había cruzado la línea. 

La incredulidad brilló en los ojos de mi madre, su rostro enrojecido como un farol. Jamás le había respondido de esa forma.

—¡Qué irrespetuosa! —bramo en un tono alto, pero se contuvo de hacer algo más, consciente de la presencia de otras personas en el lugar. Sus manos temblaban, una señal clara de su frustración y del impulso contenido de abofetearme. 

Frederick intervino a mi favor antes de que la situación se tornara aún más incómoda.—Madre, por favor, no aquí. Hay gente mirando.

Ella me lanzó una mirada fulminante antes de dar media vuelta y marcharse, su enfado palpable en cada paso.

—Te has metido en un buen lío. 

—Eso no es nada. Si mi madre la hubiera visto hace unos momentos, sí que tendría problemas —intervino Samuel con malicia reflejada en el rostro, quien había observado el drama desde una distancia segura. 

—¡Cállate! —murmuré entre dientes, dirigiendo mis palabras solo hacia él, pero su mirada desafiante indicaba que no se detendría fácilmente. 

—Estaba con Armstrong —dijo con una sonrisa pícara, omitiendo conscientemente el beso que le había dado en la mejilla. 

—¿Qué has dicho? —Frederick se giró hacia mí con seriedad —No te acerques a ese hombre —apreté el reloj que me había regalado, tratando de ocultarlo—. No es alguien bueno para ti. ¿Lo entiendes?

 —Sí... —mis palabras se ahogaron y una lágrima escapó furtivamente por mi mejilla.

[...]

Han pasado dos semanas desde aquel breve encuentro con Armstrong y no puedo sacarlo de mi mente. Las palabras que susurró aún resuenan en mi cabeza.

Cada vez me siento más ausente, como un pajarillo que danza en pleno vuelo entre las nubes del cielo. Mi madre ya ha notado mi distracción, incluso mi padre ha hecho algún comentario al respecto, lo que solo aumenta mi sentimiento de culpa. Me remuerde la conciencia del casi beso que estuve apunto de darle, así como el beso en la mejilla que me atreví a robarle. A pesar de todo, me pregunto cuánto tiempo pasará antes de volver a verlo, si acaso me recordará o si alguien más habrá entrado en su corazón en ese lapso. Pero eso solo confirmaría las dudas de los demás, ¿verdad? Y que simplemente estaba jugando conmigo. 

Saqué el reloj de mi bolsillo. No puedo darle una oportunidad a alguien que no esta aquí, alguien que no es bueno para mí. Guardé el reloj en un pequeño cofre... si no lo veo, tal vez pueda olvidarlo.

Eso sería lo correcto.

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Armstrong B.

No podía dejar de pensar en ella. Era preciosa...  Tenía una mirada café que podría resplandecer tu vida, su hermoso cabello color chocolate me invitaba a acariciarlo. Y esa sonrisa... Quería ser el motivo, el causante de cada una de ellas y besarla cuantas veces lo hiciera. 

Cuando Nos Volvamos A EncontrarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora