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Rebecca w.


Los latidos acelerados de mi corazón resonaban en mi pecho y una sonrisa sutil se dibujó en mi rostro. Las palabras escritas por él me dejaron ensimismada, despertando de golpe al escuchar los murmullos de los sirvientes al acercarse. Doblé la nota rápidamente y tomé de la mano a Rita con la intención de dirigirnos a mi habitación. Caminamos por el pasillo, escuchando breves y de forma contenida pequeñas risas de la chica a la que guiaba, que guardó silencio al encontrarnos con Frederick.

Se encontraba al pie de los escalones, con un puro sin encender entre los labios. Nos miró a ambas, deteniéndose en la mano que sostenía la nota de Armstrong. Instintivamente, la escondí, atrayendo su atención y haciendo que se acercara. Extendió su mano en un gesto silencioso, pidiéndome que revelara lo que ocultaba. Los nervios me atacaron, pero Rita, atenta a la reacción de mi hermano, intercambió la nota por otro objeto cuyo origen desconocía.

—Muéstrame tu mano —ordenó, tras ver que no me movía. 

—No es nada —contesté, aun sabiendo que no repetiría lo que dijo. Obligándome a mostrarle lo que yacía en mi mano, la abrí lentamente—. Lo ves, es un chocolate... internamente, suspire aliviada. 

—Es muy tarde para que sigas comiendo dulces, dámelo.

—Pero... —me lo arrebató de la mano sin cuidado, marchándose de ahí. 

—Hugh, qué desagradable, ¿siempre te trata así? —preguntó Rita con mala cara, mientras lo veía alejarse. 

—No, pero últimamente se ha mostrado irritado y molesto. La mayoría de las veces era, hasta cierto punto, cariñoso y amable conmigo. Sin embargo, desde hace un tiempo lo noto diferente. No entendía por qué, pero si hacía cuentas, después de mi primer encuentro con Armstrong, su trato hacia mí disminuyó y su mal humor aumentó, especialmente desde la llegada de los hermanos Bacciocchi.

—Ya, pero eso no es excusa... —bufó molesta. Cambiando radicalmente su expresión al mirar de nuevo la nota que había escondido por mí. Una vez dentro de mi habitación, se lanzó sobre la cama, desbordante de emoción. Pateando y golpeando los cojines, gritando en voz baja y soltando risas chillonas y entrecortadas. Yo me quedé parada, sin saber cómo reaccionar, o más bien con tantas ideas en mente que por ninguna me pude decidir, contemplando a Rita realizar aquella extraña danza embelesada en torno a sí misma.

Cerré la puerta y avancé lentamente hasta ella. 

—¿Estás... estás bien? 

—¡Por supuesto! ¡Estoy tan emocionada por ser parte de esto! —se sentó al borde del colchón para mirarme con una sonrisa en los labios—. Será nuestro secreto —susurró—. Las amigas se apoyan y se guardan secretos... 

—¿Supongo? No... No sé.

El brillo de sus ojos se apagó, como una farola al vislumbrar el alba. —Creía que me considerabas tu amiga... 

Enmudecí, articulando a duras penas un "Lo siento". Ambas permanecimos en silencio: ella sentada sobre mi cama y yo de pie, cabizbaja. El alegre ambiente se había esfumado y no sabía qué decir o cómo actuar. Solté un suspiro y me senté en el pequeño banco acolchado junto a la cama.

 Armstrong tiene razón. No podía tener amigos si no les compartía un poco de mí. 

—No es que no me agrades —comencé a decir, con Rita aún con la mirada baja—. Solo que... siempre he sido tan cerrada. —Tragué un poco de saliva. Esto era difícil—. Jamás se me ha permitido demostrar nada más allá de lo propio. Mi madre me ha repetido hasta el cansancio que no debo dejar ver mi punto débil o que no debería confiar en las personas. Que ellas te traicionarán a pesar de todo y eso me ha hecho encerrarme en un caparazón, sin dejar entrar a nadie, guardando para mí misma toda emoción. —Para este punto algunas lágrimas se habían comenzado a deslizar por mis mejillas, con un sollozo amarrado en mi garganta, impidiendo expresarme bien, pero las palabras siguieron saliendo, diciendo todo aquello que había callado—. Quisiera contarte todo, como tú lo haces conmigo, sin importar si tienes la emoción a rebosar o que necesites derramar lágrimas. Pero, por alguna razón tengo miedo. Miedo a que me juzgues cuando sé que no eres así. Posees un enorme corazón y una facilidad para expresarte que desearía tener.

Cuando Nos Volvamos A EncontrarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora