Rebecca W.
Mi corazón rebosa de emoción y la alegría que siento no cabe en mi cuerpo. La felicidad estuvo ausente después de que mi padre me enseñara este lugar, "el bosquecillo brillante" como lo había nombrado. Recuerdo aquel día cuando los rayos del sol se filtraban entre las ramas de los árboles, creando hermosas sombras que danzaban sobre el agua del pequeño lago. A los 10 años, ese escenario me pareció mágico y encantador, un lugar que invitaba a soñar.
Sin embargo, mis sueños se han desvanecido. ¿Podría alguna vez tener uno? Armstrong afirmaba que sí, y yo le creía. Solo tenía que buscarlos.
—¿Y qué hacen los amigos? —le pregunté mientras me balanceaba en el columpio colgado del árbol.
Pareció pensar un poco y añadió. —No soy muy experto, pero, sé que salen a divertirse a algún sitio que sea del agrado de ambos, o conocer nuevos lugares. También suelen contarse sobre lo que les interesa y aspiran, lo que les emociona. Incluso son sinceros sobre cómo se sienten... —volteó a verme —¿Usted tiene algo en especial que le gustaría hacer?
—¿Algo...? —fue mi turno de pensar. Tenía muchas cosas en mente, no solo algo en especial. Deseaba hacer demasiadas, algunas más arriesgadas y complicadas que otras, como nadar en el océano o acampar en un bosque real en las afueras de la ciudad. Sin embargo, consideré prudente partir con algo más sencillo —Para empezar, nunca he ido a una biblioteca. Tenemos una en casa, pero me gustaría experimentar qué se siente ir y compartir un libro con alguien...
—¡Muy bien! —se levantó del césped y se sacudió —Pues eso será nuestro plan para mañana, y la llevaré a un lugar que conozco, le gustará.
—¿Mañana? —dudé un poco —¿No cree que sea demasiado pronto?
—No veo ningún inconveniente en comenzar nuestras aventuras, pero si usted se sintiera presionada, lo dejaremos para otro día —volvió a sonreír —De no ser así, verá que nos divertiremos.
—Nunca me he divertido y no le negaré mi curiosidad por hacerlo —pronuncié alegre, a la par que un sentimiento de preocupación me invadió —Me encantaría ir, pero ahora que lo pienso, tenemos un problema. ¿Cree que me dejarán salir con usted? Se habrá dado cuenta de que no es del agrado de mi madre y mi hermano.
—Es muy cierto —se frotó la barbilla —¿conoce a alguien que pudiera... cubrirla?
—¿Cómo?
—Que pueda decir que pasará el día con esa persona sin hacerlo, porque estará conmigo.
—¿Eso no sería mentir?
Se acercó de nuevo, y se arrodilló frente a mí —¿No quiere arriesgarse a partir de ahora? ¿No quiere sentirse un poco más libre? No la obligaré ni la haré hacer algo que usted no quiera, pero si desea hacerlo... le juro que compartiré esos momentos con usted y jamás la dejaré sola ante algo que le sea desconocido.
—¿Lo promete?
—Por las estrellas que brillan en el cielo.
Sonreí ampliamente —Creo que conozco a alguien, pero no sé si me ayudará.
—Me aseguraré de que lo haga, solo dígame su nombre.
—Rita Wonwourd.
Podría haberme quedado en el bosquecillo charlando con él por horas. Todo lo que decía era increíble, las anécdotas que compartía conmigo las relataba como si hubiera esperado toda la vida para contarlas, y la forma en que se emocionaba, tal cual lo hacía un niño, y la sencillez con la que podías sentirte a gusto a su lado. Sin embargo, debíamos regresar o pronto se preguntarían por nosotros.
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Cuando Nos Volvamos A Encontrar
RomanceComprometerse es el único propósito para las jóvenes del antiguo Londres, pero no tanto para Rebecca. En realidad el tema del matrimonio es mencionado principalmente por su madre, quien insiste en conseguir el hombre adecuado para su hija, incluso s...