"El Lamento de las Sombras".

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Querido Diario:

En las sombras de mi agotamiento, una fatiga perpetua envuelve mi existencia. Cansado de despertar en un letargo incesante, de tejer sueños exhaustos y de labrar días cargados de pesar. El cansancio se enreda en cada fibra de mi ser, tejiendo su telaraña insidiosa.

Un susurro persistente de versículos bíblicos, como un eco en la penumbra, me persigue sin piedad. "Venid a mí, los que estáis cargados y cansados, y yo os haré descansar", repite la voz en mi cabeza. Pero, ¿cómo descansar en un divino abrazo cuando mi fatiga se aferra con garras de sombra?

He buscado refugio en distracciones vanas, en letras impresas y en excesos sin sentido, pero la tranquilidad sigue siendo esquiva. Incluso he intentado despojarme de comodidades y el cantar hasta que mi voz se desvanezca en la oscuridad, buscando en la música un alivio efímero. Pero no ha servido.

Soy el héroe desgastado de innumerables historias ajenas, pero...¿Quién vendrá a salvarme a mí? ¿Cómo continuar disimulando tras máscaras de sonrisas mientras mi esencia se desvanece como una flor marchita?

¿Qué pecados habré cometido para que ningún espíritu se aventurara a buscarme en este abismo de desolación? Sé que mi encanto no rivaliza con el de los galanes de antaño, ni mi carácter es el más afable de todos o al menos eso susurran las lenguas parlantes del viento y las sombras que me acechan. Pero... ¿Acaso no hay nadie que se atreva a desafiar la penumbra que me envuelve?

El cuerpo y la mente, esclavos del cansancio, se rebelan ante la búsqueda infructuosa de alivio. Mi alma, en un constante peregrinaje hacia la divinidad cristiana, se ahoga en el abismo de sus propias dudas y autocríticas.

La mente, siempre en conflicto, susurra en un coro discordante, ahogando la paz en un mar de pensamientos tumultuosos. La impotencia se apodera mientras el corazón, roto y disperso, yace sin fuerzas para buscar sus propios fragmentos.

Preguntas sin respuestas, un alma perdida, una mente agotada y un corazón desgarrado se entrelazan en esta sinfonía de desesperación. En este oscuro laberinto, la fatiga se erige como el cruel arquitecto de mi existencia, y yo, perdido entre las sombras de mis propias incertidumbres, me sumerjo en la vorágine del cansancio.

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