Te perdí.

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Como si fuese una fotografía descolgada de la pared, así me apartaste de tu vida, relegándome al olvido.

Solo después de tu partida comprendí lo que nunca te di, lo que siempre mereciste. Las incontables veces que me lo dijiste se desvanecieron en el aire, sin que yo alcanzara a entender el abismo que se abría entre nosotros. Y yo, ciego a mi propio daño, no supe ver cómo el amor que sentías por mí se desvanecía, como el rocío al amanecer.

Llegaron días en los que ya no me sentías, y el dolor que alguna vez te causaba comenzó a disiparse. Durante un tiempo, todo lo que hice fue para perderte, ausentándome en momentos que ahora no existen, se han perdido. Me encerré en mi burbuja, en mi propio mundo, y por más que intentaste detenerme, no pudiste. Me alejé de ti una y otra vez, sin mirar atrás.

Pero el arrepentimiento llegó tarde, y cuando quise regresar, descubrí que te había perdido para siempre. Intenté detenerte, pero tus ojos ya no reflejaban la luz del amor que una vez iluminaba nuestra vida. La chispa que alguna vez encendió nuestro universo se había extinguido.

Sé que pedirte perdón puede parecer injusto o descarado, ya que no es una tarea fácil. Sin embargo, albergo la esperanza de que el tiempo cure tus heridas y que algún día regreses y me beses una vez más. Esperaría lo que fuera necesario.

Si decides volver, estaré aquí, dispuesto a dejar atrás todo lo que fui. Ya nada será igual. Al perderte, comprendí que apagabas todos mis demonios con tu voz. Mis heridas, aquellas que con tu suave toque calmabas, aún no han sanado.

Lamento profundamente no haberme dado cuenta en su momento. Perdí la cuenta de cuánto te herí. Fue tan fácil hacerme el ciego, pero caí en mi propio juego. Tal vez soy una causa perdida y sea cierto que nada dura para siempre, pero siento que fue demasiado temprano para una despedida entre nosotros. Por eso pido otra oportunidad, ruego porque vuelvas, aunque sea por un día más.

Si no te veo, cada día te pienso más. Tu recuerdo siempre hará eco en mi memoria y el dolor no se irá tan fácilmente. Recuperar el tiempo que perdí es todo lo que quisiera, porque no puedo aceptar que te quieras ir, no puedo aceptar que ya no eres para mí o no quieras serlo.

Cuando te veo en la calle, quisiera gritarte desde la distancia que aún puede haber otra salida, que te acerques otra vez y no te me veas desde lejos. Decirte que te esperaría toda la vida, que todavía podría quedar un poco de amor entre nosotros. Pero te veo y me ves, y solo nos tratamos como dos extraños.

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