Lo Siento.

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Ha transcurrido un tiempo desde aquellos días, quizás no desees ni siquiera abrir esta carta, pero siento la necesidad de expresarme, de desahogar este peso que cargo en el alma.

Reconozco mis errores, fui un mal amigo al dejarme seducir por un amor efímero y abandonar nuestra amistad. Estaba cegado por una ilusión fugaz, y ahora veo claramente el daño que te causé. Te pido perdón de todo corazón, amigo, por no valorar nuestra amistad como debí hacerlo. Sé que siempre tuviste razón, tus consejos eran sabios y certeros, pero lamentablemente no supe escucharte.

No escribo estas líneas para recuperar tu amistad, sino para ofrecerte una disculpa sincera y reconocer mis errores. Cuando quise desahogarme y compartir mi dolor, me di cuenta de que ya no estabas a mi lado para escucharme. Permitirme narrarte los detalles de lo sucedido, aunque sea en esta carta, me brinda cierta calma y consuelo.

Como predijiste, ella se marchó de mi vida sin previo aviso, dejándome sumido en una profunda desolación. Destrozó mis sueños, mi esperanza, mi sonrisa, mis ilusiones, mi ser entero. Entregué cada pedazo de mí, mi amor, mi tiempo, mi esencia misma, pero no fue suficiente para retenerla a mi lado.

Ahora me enfrento a una pregunta abrumadora: ¿Qué hacer con este amor que me consume? Un amor que desborda mi ser, que se desvanece en un mar de dolor y desesperación. Un amor que quema mi piel y agita mi alma, que desafía mi cordura. ¿Qué destino aguarda a este amor que ya no tiene a dónde ir?

El amor, esa fuerza indómita y voraz, ¿por qué ha de ser tan cruel? Como un ente caprichoso, me prohíbe pensar con claridad, me ata y desata a su antojo, en un vaivén constante que poco a poco va minando mi ser. Aunque ella no esté presente físicamente, su recuerdo se infiltra en mis venas, se adentra en los rincones más íntimos de mi ser, arañando mi alma y desgarrando mi corazón con cada latido. Es un tormento dulce y amargo que me consume sin tregua, dejando en mi ser un rastro de agonía y anhelo perpetuo.

No espero una respuesta de tu parte, sé que debo buscar mis propias respuestas y enfrentar mis demonios internos. Sin embargo, me reconforta saber que mis palabras llegan a quien fue mi amigo, mi confidente, mi hermano en los momentos más oscuros.

Una vez más, te pido perdón por mis acciones, por mi ausencia cuando más me necesitabas. Te deseo toda la felicidad y la paz que el universo pueda ofrecerte.

Lo siento.

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