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Siempre esperaba a que todos los chicos terminen de bañarse para entrar y ducharme con tranquilidad.
Me sentía bastante acosado desde que por error se filtró una foto mía con Mía Colucci hablando en el receso. Todos me miraban mal, de seguro pensando que yo tengo algo que ver con ella pero no es así.

Nadie sabe que soy gay.

Bueno, solo mis amigos más cercanos.

Gracias a ello... tuve fama, se siente bien pero después ya no porque empieza a sentirse incómodo.
No me agrada para nada.
Crean rumores falsos, creen saber todo de mi vida e inventan cosas que ni yo mismo sabía.

Ahora mismo saco la cabeza por las duchas, me aseguro que no haya nadie y entro tranquilo pero me asustó el ver al nerd frente al espejo. Doy tres suspiros antes de seguir hasta el último. Dejo las cosas ahí para poder sacar lo que iba a necesitar de mi mochila pero de nuevo me siento observado.

Regreso a verlo con una mala cara.

— Hola... — hace un ademán con la mano y sonríe. Rodeo los ojos volviendo a lo mío.

Decido entrar a la ducha pero el agua no cae, frustrado salgo para probar una tras otra hasta que llegar a la tercera dónde el agua cae a la perfección pero me incómoda porque ese idiota está ahí y me mira a través del espejo.

Remojo mis labios enojado. Cruzo los brazos para darle de mi atención al cabeza de pollo albino con pelo cocido y lentes cuadrados.

— ¿Por qué me miras, eh? — voltea a darme la cara demasiado ruborizado.
Me causó mucha gracia.

— B-bueno yo...

— B- bueno, ¿q-qué? — copeo su forma de hablar a modo de burla y sonrío. No dice nada, solo se va poniendo más rojo como un tomate logrando que me arrepienta de haberlo echo.

Parecía que iba a llorar.

— ¿Qué te pasa? — me mira en silencio, se ve jodidamente nervioso y tierno. — Lo siento, ¿va? no sé que hice pero lo siento. — hago lo posible para no burlarme de la forma tan rara en la que acomoda sus lentes. Le quedan demasiado horribles.

— E- está b-bien...

— Ya pero quita esa cara, me hace sentir un ogro.

— Es... es la única que tengo. — remojo mis labios y entrecierro los ojos.

— ¿Cómo te llamas, eh?

— Tom...

— Ah, pues mucho gusto. — le extiendo la mano y la toma con efecto retardado. — Soy...

— Bill. — interrumpe estrechando su mano con la mía. Arqueo una ceja ofendido. — To- todos te co- conocemos, Bill.

— Me imagino. — rodeo los ojos aún sin soltar su mano. El sigue mirándome pero esta vez con un toque diferente y yo también. Resulta que acabo de encontrarle un lado sexy al cerebrito con rastas y me hizo sentir atraído.

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